jueves, 18 de febrero de 2021

DE RAPEROS Y POLICÍAS


 

Pablo Hasél es un idiota, un letrista torpe y un peor músico. Un ser pequeñito e insignificante que se ha hecho famoso sin saber cómo ha ocurrido. Un “revolucionario” de pacotilla. El rapero más citado de un país en el que a casi nadie le gusta el rap. Hasél es un cantante blanco que todavía no se ha dado cuenta de que no es negro. Pablo Rivadulla Duró ‘Hasél’ (de nombre artístico árabe, porque todo lo islámico mola y es muy progre) presenta un aspecto desaliñado que contribuye a que caiga mal a casi todo el mundo. Su música no tiene apenas seguidores. Antes de que empezara la última función del circo mediático de turno, Hasél era un artista desconocido, el payaso triste y gruñón del circo, el “intelectual” enfadado que destila bilis cada vez que coge el micrófono, una bilis que se torna dulce néctar a oídos del Estado y la gran empresa capitalista a la que cree combatir con sus canciones. Porque, como buen comunista, Pablo Hasél es un “niño” pijo de 32 años, el hijo de papá de un rico empresario de la construcción que provocó la desaparición de la Unió Esportiva de Lleida tras dejar el club con una deuda de 10 millones de euros, y el nieto de un teniente franquista que se dedicó a masacrar a combatientes revolucionarios del maquis en el Valle de Arán en octubre de 1944.

Pero, por encima de todo, Pablo Hasél es un pringado. Mientras que el perrito ladrador Willy Toledo, el chihuahua del cine español, ese pésimo actor y polemista tuitero, lleva muchos años viviendo del cuento a merced de su papel de falso revolucionario al servicio del poder, al rapero catalán le ha tocado ser chivo expiatorio del último culebrón orquestado por el CNI. El palmero del Che Guevara, Stalin y distintos grupos paramilitares al servicio de las cloacas del Estado español, ha sido varias veces condenado por su frenética labor como letrista y activista “antisistema”. Hasél ha sido detenido por ‘enaltecimiento del terrorismo e injurias a la Corona’ y su detención, lejos de haber pasado desapercibida como las otras veces, ha propiciado una más bien poco espontánea oleada de indignación que está recorriendo las calles de diferentes ciudades con manifestaciones de protesta y enfrentamientos violentos con la policía.  

¿Quiénes son los indignados? Los mismos de siempre. Antifas encapuchados que queman contenedores de basura, tiran piedras y petardos, trazan las manoseadas pintadas de turno y actúan al compás de la policía en una coreografía mil veces ensayada, en una especie de combate de wrestling más falso que una peseta de madera, en un toma y daca del gato y el ratón, en una batalla urbana precocinada a modo de protesta social de la que la sociedad ni participa ni apoya, porque es cosa de la policía, de sus confidentes y de los reporteros que toman las imágenes que nos arrojan los noticieros. Las manifestaciones en solidaridad con Pablo Hasél son tan poco revolucionarias como las canciones que han llevado al cuartelillo al rapero leridano.

Mientras los medios de comunicación denuncian tamaña injusticia que atenta contra la libertad de expresión, las redes sociales continúan censurando contenidos verdaderamente revolucionarios. Mientras Hasél se hace el malote con sus letras antimonárquicas, la obra ¿Qué pasó en Alcàsser? de Juan Ignacio Blanco, bastante más despiadada con la figura del rey, sigue siendo el único libro censurado en la España del Régimen de 1978. Mientras Hasél incendia las calles con sus canciones, el Estado está aplastando nuestras libertades fundamentales con la excusa de proteger nuestra salud. Mientras los “antifascistas” se enfrentan a la policía, la policía multa, niega libertades, maltrata, agrede, zurra y tortura como hacía años que no se veía, a cada vez más personas de a pie por no llevar la dichosa mascarilla o por saltarse el confinamiento. Mientras la opinión pública mira la fea cara de Hasél, los medios de comunicación distraen la atención de lo que está ocurriendo, que no es otra cosa que la implantación de una dictadura totalitaria y liberticida dirigida por un gobierno de la misma izquierda que defiende Hasél, y consentida por la misma derecha a la que Hasél critica. Que Pablo Hasél haya sido detenido en una universidad, antigua sacristía vetada a la policía, dice mucho de “nuestra” más que supuesta “democracia”. Que los Mossos d’Esquadra hayan dirigido la operación policial de detención del rapero, dice mucho de este cuerpo y de su adhesión al sistema de represión del Reino de España.  

Pablo Hasél es un idiota.

¡Libertad para Pablo Rivadulla Duró! Porque la palabra, no delinque.

 

ANTONIO HIDALGO DIEGO

viernes, 29 de enero de 2021

EL MILENARISMO... HA LLEGADO



La tendencia al totalitarismo ideológico de los medios de comunicación es de tal magnitud que recordar el programa televisivo Negro sobre blanco del escritor derechista Fernando Sánchez Dragó nos evoca un oasis de libertad intelectual. ¡Cómo estarán las cosas ahora! Tuvo que ser un plumífero en nómina del Partido Popular, narcisista y lenguaraz,quien me permitiera descubrir al mejor poeta ibérico, Jesús Lizano, al que Sánchez Dragó ofreció su espacio literario en TVE para que el bardo anarquista de larga barba cana recitara, entre otros, su Oda a la mierda, poema que fue coreado por el escaso público que presenciaba atónito el programa desde el plató. Pero es, sin duda, el debate sobre milenarismo que orquestó Dragó en su programa El mundo por montera, el momento más recordado del trabajo en televisión del novelista soriano.

Noche del 5 de octubre de 1989. La 2. Uno de los contertulios es el escritor y dramaturgo del absurdo Fernando Arrabal Terán. Arrabal comparece al debate ataviado con una estridente chaqueta de punto de color amarillo, extraño color para un hombre de teatro. Fernando Arrabal muestra síntomas más que evidentes de estar bebido como un piojo. Dragó lo sabe y sonríe, mientras espera que el viejo borrachín la líe en directo para que, al día siguiente, todo el mundo hable de su programa. Tiempo después, Arrabal trató de excusar su vergonzante actitud asegurando que había tomado unos sorbos de Chinchón, no sabemos si dulce o seco, porque «pensaba que era agua». ¡A quién no le ha pasado alguna vez confundir el anís con el agua!

El orientalista Sánchez Dragó, perverso moderador, abre el debate ilustrando a su audiencia acerca del kaliyuga, o última etapa del circular ciclo histórico hindú, período de decadencia moral y destrucción social que señala el fin de los tiempos para anunciar el comienzo de un esperanzador nuevo ciclo histórico. Uno de los invitados, el editor Isidoro Juan Palacios, nacionalsocialista de la CEDADE, afirma: «El número 666 está por todas partes, lo que puede significar que la Bestia anda suelta». ¡Y vaya si lo estaba! El beodo Fernando Arrabal, el mismo que presume de haber intentado asesinar a Franco, acusa al resto de contertulios de ser unos «borrachos». Pero incluso en plena escenificación del patético show por el que pasaría a la historia de la televisión, el dramaturgo dadaísta muestra un atisbo de lucidez cuando dice: «El Apocalipsis son las elucubraciones de los descontentos y los soñadores (…) Yo represento a la minoría silenciosa (…) Nosotros somos anarquistas divinos (…) La ideología apocalíptica es la ideología de los pobres contra los ricos (…) Yo quiero un Apocalipsis del amor». Mientras balbucea estas, y otras palabras no tan afortunadas, el escritor melillense imita a Charles Bukowski[1] y revienta el debate con una alta dosis de dipsomanía, egocentrismo, surrealismo y falta de respeto. Arrabal se descalza y se quita los calcetines, se sienta en una pequeña mesa de cristal que se tambalea, se sube a la silla practicando una torpe postura del loto, soba, besuquea e interrumpe continuamente a los desconcertados invitados e incluso se cae al suelo. Pueden mirar el vídeo en internet[2]. Como los cerdos, Fernando Arrabal no tiene desperdicio.

¡Hablemos del milenarismo!

Las palabras «milenarismo» y «quiliasmo» (del griego «quilioi», que significa «mil») derivan de los «mil años de reinado de Cristo» que anuncia el Nuevo Testamento en el Apocalipsis, un período que comenzará después de que el hijo de Dios arroje al Diablo y a la Bestia a un estanque de azufre; todos aquellos, vivos o muertos oportunamente resucitados, que hayan adorado a la Bestia, recibirán el mismo tratamiento. El Diablo es el mal, la Bestia se identifica con el poder del Estado romano en el texto atribuido a San Juan[3].

Pero a mí me explicaron que el milenarismo fue una tremenda crisis social que vivió Europa en los lustros previos al año mil. La Iglesia calentaba la cabeza a los “analfabetos campesinos del medievo” para decirles que,cuando llegara el año 1000, Cristo regresaría entre nosotros para poner a cada uno en su sitio. En realidad, el milenarismo fue una corriente mesiánica de origen oriental que han difundido unos pocos expertos de la Iglesia desde el lejano siglo II basada en un fragmento del Libro delas Revelaciones. Poco que ver con el año mil, y aún menos con el tan anunciado «Efecto 2000», por el que nuestro maravilloso mundo tecnológico contemporáneo se tendría que haber derrumbado a causa de un error de software en cadena que colapsaría los ordenadores de todo el planeta la nochevieja del año 1999, un apocalipsis de silicio que nunca se produjo. ¿Quiénes son los ingenuos borregos que se creen los delirios de los intelectuales sabelotodo? ¿Las personas de la denostada edad media o la masa de ciudadanos obedientes, titulados y televidentes del presente? No hay pruebas documentales de que se produjera ninguna crisis social en las fechas previas a los años 1000 o 2000 por creer que todo se iría al carajo[4].

La utópica idea de que llegará un período feliz, de nada menos que mil años de duración, en el que el mal se esfumará de la faz de la tierra y los injustos recibirán su merecido castigo no es más que un narcótico espiritual infantiloide que se basa en la comodidad de no querer responsabilizarse de los propios actos o de los problemas de la sociedad en su conjunto. Si hago el mal recibiré mi castigo (quién sabe cuándo), y si acepto resignadamente el mal que ejerce la Bestia(el que ejercen los poderosos), ya vendrá Cristo a solucionarme la papeleta. Así que no es de extrañar que el milenarismo sea la base doctrinal en la que se han inspirado decenas de intelectuales de corte socialista. ¿Qué es el socialismo, sino la esperanza de una sociedad perfecta y feliz, una Nueva Era de Acuario? El predicador italiano del siglo XIII Fray Dolcino de Novara, la secta de los taboritas de Bohemia en el siglo XV, el predicador reformista alemán Thomas Müntzer en el siglo XVI, el socialista utópico británico del XIX Robert Owen… Todos ellos predicaron un mundo posapocalíptico, mejor y más justo; un nuevo milenio que, lejos de haberse instaurado, está más alejado que nunca.

Para millones de estadounidenses la Bestia del Apocalipsis se reduce al Partido Demócrata de Hillary Clinton y Joe Biden, y no al Estado y al capitalismo en su conjunto. Para muchos norteamericanos, aturdidos por la crisis y confundidos por los medios de comunicación y las redes sociales,el Mesías que nos va a salvar del Demonio es el repugnante multimillonario neoyorkino Donald Trump, tan sobrado de bienes materiales, como carente de ética. La teoría «QAnon» es el quiliasmo del siglo XXI, el nuevo milenarismo. Mientras la mitad de la sociedad norteamericana tiene fe en que la “vacuna” les va a salvar de una terrible epidemia, la otra mitad confía su destino al ya expresidente de los Estados Unidos de América. El delirio milenarista ha cruzado el charco y ha calado hondo en una minoría de derechistas muy activos en las redes sociales que difunden el absurdo QAnon, incluso después de que este se haya desacreditado por completo. Entre creencia y evidencia, han optado por la primera. ¡Qué decir de la bochornosa performance que fue el asalto al Capitolio! ¿Cuántas veces han detenido al papa Francisco? ¡Más que al Lute! ¿Cuántas veces se ha desplegado el ejército norteamericano en el viejo continente para derrotar a las fuerzas del «Cabal»?Más veces que durante la Segunda Guerra Mundial…¿Qué pasa cuando reaparece Francisco en los medios de comunicación? Que es un holograma. O un robot. O un montaje de vídeo. Cualquier excusa es válida para seguir creyendo que el sistema vale la pena, que no todos los poderhabientes son malos, que los ejércitos salvan a los ciudadanos y que los individuos no tenemos que mover un dedo para luchar por nuestra libertad, que para eso ya está el nuevo Cristo redentor, gordo, rico, de color naranja y escaso cabello alborotado.

El mal es una elección que está en todos nosotros. La sociedad ideal solo existe en la imaginación de los comerciantes de sueños. Las personas tenemos que responsabilizarnos de nuestras vidas, tomar la iniciativa y combatir con determinación por la consecución de una sociedad más libre y más justa, luchar con insistencia para aplastar a las instituciones estatales y acabar con la concentración de riqueza que poseen oligarcas como Trump. Una lucha que no tiene fin y que no gozará del apoyo de ningún político, de ningún ejército, de ningún Cristo salvador. Solo contaremos con el apoyo de nuestros iguales a través del trabajo comunal y el servicio al prójimo.

Guerra al poderoso y, tomando prestadas las palabras de Fernando Arrabal, también me manifiesto por un «Apocalipsis del amor»[5], del amor por nuestros iguales.

Antonio Hidalgo Diego

Colectivo Amor y Falcata


[1] Extraordinario escritor norteamericano que se dio a conocer en Europa después de comparecer borracho en un debate de la televisión francesa del programa Apostrophesen 1978, espacio en el que profirió todo tipo de barbaridades al moderador y a los contertulios. https://vimeo.com/112695637

[2] Arrabal en El mundo por monterahttps://www.rtve.es/alacarta/videos/personajes-en-el-archivo-de-rtve/milenarismo-fernando-arrabal-mundo-montera-1989/2135585/

[3] Apocalipsis 20:2-7: «2 Y apresó al dragón, la serpiente de antaño que es el Diablo y Satanás, y lo ató por mil años. 3 Y lo echó al abismo y echó llave y selló la cerradura, para que dejase de engañar a las naciones hasta completar los mil años, al cabo de los cuales ha de ser soltado por un tiempo breve. 4 Entonces vi tronos y a los que estaban sentados en los mismos, y les fue concedido juzgar. Vi también las vidas de los que habían sido decapitados por testificar de Jesús y por la palabra de Dios, y de todos los que no se han postrado ante la Bestia ni ante su representación, ni han aceptado el sello en la frente y en la mano. Y estaban vivos y reinaban juntamente con Cristo durante mil años. 5 Los otros muertos no estaban vivos, no hasta que se cumplieron los mil años. Esta es la primera resurrección. 6 Bendito y santo es quien participa en la primera resurrección. Sobre estos la muerte segunda no tiene potestad. Al contrario, son sacerdotes de Dios y del Ungido y correinarán con él esos mil años. 7 Y cuando se cumpliesen los mil años, había de ser soltado Satanás de su prisión».

[4] El medievalista de la Universidad Complutense de Madrid José Ignacio Ortega Cervigón afirma en su artículo El mito milenarista en la Europa medieval: «Los ‘terrores del año 1000’ son una etiquetación posterior, introducida en el plano de lo excepcional y de lo intelectual (…) No hay, pues, rastro apocalíptico ni milenarista en los escritos oficiales; las bulas pontificias, los anales y las biografías guardan también silencio (…) La historiografía decimonónica afín al romanticismo difundió, durante la primera mitad del siglo XIX, una visión distorsionada sobre la llegada del año mil». www2.uned.es/temple/milenarismo.htm

[5] «Apocalipsis» significa «desvelar», «quitar el velo». Ya es hora de deshacernos dela venda que tapa nuestros ojos, que nos impide ver a nuestros iguales y que nos hace tener ojos solo para admirar a los poderosos.

martes, 12 de enero de 2021

RESPUESTA A UN MEME EN LAS REDES SOCIALES

 


Ante todo, empiezo diciendo que Aznar, Rajoy y el PP me dan asco.

Pero este meme que circula por las redes demuestra un escaso conocimiento de cómo funcionan el Estado, la política y la gran empresa.

Los políticos no toman decisiones, sino que comunican las decisiones que otros toman. La política es una representación teatral del poder, no el poder. El partido A hace de poli malo, los partidos B y C de polis buenos en los medios de comunicación. Si los políticos son los actores, los medios son los teatros.

Nadie en su sano juicio votaría a Podemos, un partido que pretende llenar el país de inmigrantes musulmanes, discriminar a los varones y darle tu vivienda a un indeseable. Para que aceptemos estas políticas genocidas, los medios siempre exculpan a la izquierda, y los que compartís estos memes, sois memos que os habéis tragado esta propaganda. Cuando la factura de la luz subía, era culpa del gobierno de derechas, y no de las eléctricas. Ahora que gobiernan PSOE y Podemos, la culpa sí que es de las eléctricas. ¿En qué quedamos?

Para empezar, solo el 30% del dinero que pagamos es para la empresa (en realidad es menos, casi todo son impuestos para pagar el Estado policial y "del bienestar" que tanto desea la izquierda).

Segundo. ¿Quién hizo las empresas públicas? Miguel Primo de Rivera y Francisco Franco. No la izquierda.

Tercero. ¿Quién privatizó la mayoría de esas empresas? El gobierno de Felipe González. La izquierda.

Pero lo más importante es que no existe diferencia alguna entre el Estado y la gran empresa. Ninguna. Los mismos altos funcionarios del Estado ocupan cargos en sus consejos de administración. Ellos o sus familiares.

Las empresas solo pueden operar con las licencias que les otorga... El Estado.

Y por último, es el Estado el que construye las infraestructuras energéticas (pagadas con dinero público) y el que importa las energías extranjeras que luego distribuyen las empresas.

En definitiva. Vosotros seguid votando a esta gentuza (Podemos o PP), que así nos va a todos... También a los que no votamos.

jueves, 31 de diciembre de 2020

DEFINICIÓN DE LAS RATAS

 



Toda mano de obra,

en cuanto se pone a competir con un esclavo,

sea este humano o mecánico,

está condenado a sufrir las condiciones de trabajo del esclavo.

 

Norbert Wiener

 

 

 

¡No somos ratas, somos subcontratas!

Mi padre trabajó la mitad de su vida en la Motor Ibérica, gran industria barcelonesa del sector del automóvil. Una empresa que adquirió la multinacional japonesa Nissan cuando yo era un niño. Si me daba por pintar una bandera, pintaba la del Japón, pues mi padre trabajaba en la Nissan. Han pasado muchos años y ya está jubilado.

¡No somos ratas, somos subcontratas!

Hace unos meses saltó la noticia en los medios. Primero fue un sondeo. Tal vez, a lo peor. Luego la presentaron como una dura negociación entre la empresa y los sindicatos. Finalmente se anunció lo que ya habían decidido en Tokio los ejecutivos de la corporación hace muchos años: las plantas catalanas de producción de vehículos de Zona Franca y Montcada i Reixac de Nissan cerrarán sus puertas para siempre el 31 de diciembre de 2021.

¡No somos ratas, somos subcontratas!

En total son 2.525 trabajadores los que se van a quedar sin trabajo. Una auténtica barbaridad. Y en un contexto de crisis económica planificada en el que les va a resultar muy complicado encontrar un nuevo empleo. Pero el periódico El Confidencial (10/8/2020) se felicitaba por el «buen resultado» de las negociaciones. Parece como si a los obreros de la Nissan les hubiera tocado el gordo de Navidad. Promesas de reconversión del espacio industrial, compensación de 60 días por año trabajado para «una parte de los trabajadores» y la amenaza/esperanza de que podría haber sido mucho peor. ¡Quién fuera ahora mismo trabajador de Nissan!

¡No somos ratas, somos subcontratas!

El Confidencial olvida que estos miles de trabajadores tienen familia, hijos, cónyuges, hipotecas y alquileres que pagar, créditos personales, facturas, impuestos, la necesidad de vestirse por los pies y comer todos los días y un futuro por delante. El Confidencial olvida que estas personas que vendieron su tiempo, sus energías, sus horas de sueño, su dolor físico, su destreza, su formación, su aburrimiento, sus expectativas, su vida, han sido traicionadas por la empresa que se ha enriquecido durante décadas con su trabajo, y por las instituciones del Estado que la han subvencionado cada año con millones de euros de los presupuestos del Estado[1].

¡No somos ratas, somos subcontratas!

Si solo fueran 2.525… Un total de 78 plantas industriales de producción de piezas de automóvil o empresas que prestan servicios a Nissan van a tener que despedir a buena parte de sus trabajadores; 23 de ellas van a cerrar sus puertas, cifra que será muy superior. La Diputación de Barcelona estima que 14.000 trabajadores se quedarán en la calle con unas condiciones de despedido mucho menos favorables, siendo un colectivo que ya sufría una situación laboral precaria. Cuando Cristina Pedroche haga de maestra de ceremonias la noche del 31 de diciembre en el ritual anual de las campanadas[2], ¿se acordará también de los 14.000 trabajadores de Nissan, subcontratas y proveedores, o solo de los enfermos de Covid 19?

¡No somos ratas, somos subcontratas!

El pasado sábado por la tarde me di un paseo por el centro de Barcelona (sí, cometí una ilegalidad, y además llevaba la mascarilla en el bolsillo). En Plaza Sant Jaume, antiguo foro romano de la ciudad de Barcino y sede de la Generalitat de Catalunya y el Ayuntamiento de Barcelona, había una manifestación de protesta. ¡Qué manía de convocar las concentraciones en esta plaza! ¡Allí solo se puede ir a rendir pleitesía al poder establecido! La particular arquitectura de los edificios que rodean la Plaza Sant Jaume convierten ese espacio en una ratonera, que las tardes de manifestación queda totalmente acorralada por los antidisturbios que bloquean todas las salidas. Concentrarse en esta plaza es meterse, literalmente, en la boca del lobo.

¡No somos ratas, somos subcontratas!

Conté el número de policías. Entre antidisturbios de los Mossos d’Esquadra, otros agentes de este cuerpo de policía y de la Guardia Urbana de Barcelona había más de 40 funcionarios. Los manifestantes eran unos 15. El resto de la plaza lo conformaban viandantes que ni se molestaban en leer los carteles de los manifestantes o en mirar de reojo a los policías. ¡A quién le importan las desgracias de los demás! La concentración reclamaba mejores compensaciones para los trabajadores despedidos de las subcontratas de Nissan. O al menos eso me pareció, porque la estrategia de los escasos participantes brillaba por su ausencia, y los carteles (que yo sí leí) no reflejaban una línea de actuación definida. No había ni rastro de los sindicatos. Sin noticias de UGT, CC.OO. o CGT. Teniendo en cuenta que la restauración tenía que cerrar sus puertas a las 10 de la noche, estarían todos los sindicalistas en las marisquerías.

¡No somos ratas, somos subcontratas!

Los manifestantes tenían un semblante depresivo; sus rostros reflejaban tristeza y desolación. No se percibía un ápice de esperanza en su mirada. Estaban tan faltos de energía que ni parecían enfadados. La presencia de la policía resultaba, además de innecesaria, obscena. Pero había una excepción. Una mujer de unos 50 años estaba llena de rabia. Se había comprado un megáfono y coreaba a gritos una consigna dirigida a la fachada del Palacio de la Generalitat, una frase que ya conocéis y que yo pude escuchar mucho antes de llegar a la plaza.

¡No somos ratas, somos subcontratas!

No había otra consigna. No había otro discurso. No había otra estrategia. No había nada más que esa frase que ninguno de sus compañeros coreaba. Una frase tan contundente y pegadiza, como inadecuada. Una frase mal escogida, contraproducente y tristemente significativa. Una frase en negativo, que es justo lo que la lingüista Carme J. Huertas desaconseja. La frase de una mujer que tiene toda la buena intención del mundo; la frase de una mujer que tiene toda la valentía del mundo; la frase de una mujer que tiene todas las razones del mundo para quejarse, protestar y mandar a la mierda a todos los políticos, policías y empresarios del mundo; la frase de una mujer que se siente como una rata, a la que han tratado peor que a una rata y a la que los viandantes de Plaza Sant Jaume prestaban menos atención que si una sucia rata de cloaca se hubiese cruzado en su camino. La frase de una mujer digna que no quiere ser una rata para defender su derecho a seguir trabajando en una subcontrata, es decir, en una empresa que paga menos a sus trabajadores que la Nissan, y que impone peores condiciones laborales y de despido. Una mujer que reivindica algo tan inhumano como el trabajo industrial a cambio de un salario. Una mujer que reivindica no ser una rata para seguir siendo tratada como una rata en la empresa que la ha estado explotando durante años y que ahora quiere prescindir de sus servicios ratunos.

¡No somos ratas, somos subcontratas!

El trabajo asalariado, especialmente el que se realiza en fábricas mecanizadas, es alienador y deshumanizador. La reconversión industrial, el derribo controlado de la economía occidental en 2020 y el cierre de Nissan son una grave tragedia, y al mismo tiempo la mejor oportunidad para que podamos recuperar la dignidad humana a través de la práctica del trabajo libre. Del trabajo en comunidad. Del trabajo de uno mismo. Del trabajo con alegría. Del trabajo con las manos, las herramientas y los animales; del trabajo sin máquinas. Del trabajo sin salario. Del trabajo humano, el que no se pide, el que no se pierde.

¡Claro que no somos ratas! ¡Tampoco subcontratas!

Somos el pueblo. Somos la clase trabajadora. Somos seres humanos.

¿Qué sois vosotros, explotadores?

Sois peor que las ratas.

 

 

Antonio Hidalgo Diego

Colectivo Amor y Falcata

www.amoryfalcata.com

amoryfalcata@riseup.net



[1] Nissan ha recibido 179,7 millones de euros desde 2009 de parte del Estado español y de la Generalitat de Catalunya, 154,64 millones del Estado central y otros 25,1 millones del gobierno autonómico. La Vanguardia, 27/3/2019.   

[2] Las celebraciones de Navidad y cambio de año son un ejemplo de fiesta popular tradicional autogestionada, razón por la que las instituciones del poder no han parado de pervertirlas y boicotearlas. La Iglesia quería que la gente dejase su casa y su familia para escuchar el sermón de la misa del gallo; el capitalismo lleva años convirtiendo la Navidad en una orgía consumista a través de los reyes magos, Papa Noel, Caga tió, Olentzero y el resto de su séquito. El ritual de las campanadas es contemporáneo, prefabricado y requiere de la televisión. Debemos abandonar la conversación y la espontaneidad de una celebración en familia o con amigos para obedecer las órdenes de un reloj que, oportunamente, se encuentra en la capital del Estado, en el centro de la capital. El Covid 19 o excusa para todo quiere poner la puntilla a las fiestas con la prohibición de facto de las reuniones familiares. ¡Este año no me como las uvas!    


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