viernes, 22 de diciembre de 2023
jueves, 21 de diciembre de 2023
"Una historia de hombres". Artículo en "Virtud y Revolución", nº8, noviembre de 2023
UNA HISTORIA DE HOMBRES
Trabajo junto a otros veintitrés docentes,
de los que solo tres son hombres. La feminización de la educación es una de las
explicaciones de que el llamado “fracaso escolar” sea mayoritariamente
masculino, estadística que pasa por alto el sistema educativo estatal, así que
feminista. Pero este es otro tema, distinto al que quiero abordar.
Por mi trabajo, y otras razones que no
vienen al caso, mi mundo se ha vuelto cada vez más femenino, tanto que a veces
pienso que cualquier día de estos me va a venir la regla. Aunque doy mi palabra
de hombre que si algún día me pongo a menstruar no me odiaré por ello como sí
hacía la infame Simone de Beauvoir, santa matrona del feminismo, mártir del
autoodio y la más ilustre misógina del panteón de la fama. Tan poco masculino
es mi mundo que cuando mi cuñado me llamó para que fuera a jugar a pádel junto
a dos amigos suyos no dudé en decirle que sí, a pesar de los muchos kilómetros
y el atasco en hora punta que suponía pasar una tarde de lunes en compañía
masculina.
El pádel es el nuevo fútbol. Como cada vez
es más difícil reunir a unos cuántos, y el riesgo de lesión aumenta
considerablemente a partir de los cuarenta, este juego para cuatro sin contacto
físico se ha convertido en el nuevo deporte rey del siglo XXI. El pádel
es tan popular en los barrios obreros que ha conseguido desprenderse del
estigma que tuvo en sus inicios, como deporte vinculado a la derecha casposa y
codiciosa del expresidente José María Aznar.
Los dos amigos de mi cuñado, muy buena
gente.
El olor a sudor en el coche después de una
larga jornada laboral me pareció el mejor de los augurios, tan acostumbrado al
aroma del desodorante femenino; sentir los comentarios festivos que celebraban
las características físicas de las cuatro mujeres que jugaban en la pista de al
lado me indicaba que el esfuerzo valdría la pena; los constantes chistes que se
lanzaban como dardos los tres amigos con excusa de sus defectos físicos, falta
de habilidades deportivas o ausencia de vida sexual, unas bromas que en ningún
caso carcomían la autoestima del compañero sino que servían para estrechar los
lazos de camaradería a base de ingenio y sentido del humor, elevaron mi estado
de ánimo. Poco a poco noté cómo mi masculinidad resurgía con fuerza, abriéndose
camino entre la camiseta de fibra sintética de color verde fosforito y los
pantalones del Atlético de Madrid. Atrás quedaron todas esas charlas de apoyo
emocional tan comprensivas y esa obsesión por quedar bien con los demás. Como el Increíble Hulk, comencé una
metamorfosis que me hacía sentir más fuerte, más bruto y más hombre. Así con
fuerza la pala y golpeé la pelota como si mi vida dependiera de ello. El Antonio
profesor, consagrado al arquetipo del monje, había muerto, ahogado
entre libros; renacía el Antonio guerrero, ese fiero ser humano sediento
de belicosidad que aguardaba su oportunidad desde hacía mucho tiempo en el
interior del escroto. Mi vida por fin tenía sentido: mi único propósito era
ganar esa partida de pádel.
Perdimos. Perdí.
Supongo que el hecho de llevar tantos
meses sin practicar fue decisivo en la ajustada derrota que sufrimos. Me
imaginé a mi madre vestida de espartana despidiéndome de casa con un escudo
para decirme que si no volvía victorioso sería mejor estar muerto. Pero la
sangre no llegó al río. Sí llegaron las cervezas, tan rápido como se
consumieron, consumición que pagó mi cuñado. El que pierde, paga.
Y ese momento, el de la charla después del
partido, fue sin duda el más significativo de la tarde. Los dos hombres estaban
divorciados. Uno de ellos explicó que su exmujer se quejaba constantemente de
que él no colaboraba en las tareas domésticas y que, «para no escucharla», se ponía a limpiar los cristales a las once
de la noche después de una agotadora jornada laboral como camionero que
comenzaba a las cuatro y media de la madrugada. Parece ser que esa mujer no
valoraba que su marido, además de aportar el único sueldo que entraba en casa,
hiciera la comida para toda la familia, entre otras tareas que para su exigente
esposa pasaban desapercibidas. Una mujer que aseguraba no tener tiempo
suficiente para los quehaceres domésticos pese a negarse a trabajar porque «no había venido desde Argentina para ser barrendera».
El divorcio estaba siendo todo un drama debido a las muchas exigencias económicas
y personales que la ex estaba imponiendo a ese santo varón con el
beneplácito de la ley y los abogados. «Tengo
el cielo ganado», aseguró en más de una ocasión mi contrincante. Luego pude
saber que, además de los abusos y desprecios que este hombre recibía con
asiduidad de su antigua pareja, en varias ocasiones había soportado golpes y
violencia física, una circunstancia tristemente frecuente pero que sigue sorprendiéndonos,
especialmente si el hombre maltratado mide más de un metro noventa y pesa más
de cien kilos.
Al día siguiente fui incapaz de disfrutar
de un paseo por mi pueblo por culpa de dos circunstancias: las molestas
agujetas que me recordaban la derrota a cada paso que daba, y la lectura de
unas ofensivas pintadas que han aparecido en las fachadas de los edificios
aledaños al ayuntamiento. Una decía (traduzco del catalán): «Machirulo muerto, abono para mi huerto»;
otra mostraba esta frase (vuelvo a traducir): «Hombre aliado, te tenemos bien calado»; la mayoría de los
grafitis, perpetrados probablemente por el mismo grupo de indeseables,
insistían en un mismo lema: «zona antifeixista» («zona antifascista»). Supongo que no debería perder el
tiempo en explicar que las fascistas del pueblo son precisamente ellas o, más
que fascistas, nazis, femi-nazis, en tanto que desean exterminar a un colectivo
humano en base a sus características biológicas a través de una ideología
impuesta por el Estado y la gran empresa capitalista. Y no debería perder el
tiempo explicando por qué razones estas mujeres deben ser llamadas «nazis» ya
que estoy seguro de que ellas no me leen, entre otras cosas porque carecen de
este saludable hábito, pero también porque mis lectores son bien conscientes de
que el feminismo es la principal y más peligrosa forma de fascismo que
existe actualmente en nuestra sociedad.
Soy muy consciente de que la mayoría de
las mujeres, con sus defectos y sus virtudes, son seres humanos dignos que nada
tienen en común con los engendros
empoderados que han realizado las pintadas en mi pueblo o maltratan a sus
parejas. Pero lo mismo podemos decir de nosotros, los hombres. Ya está bien de
ser tachados de agresores, maltratadores, violadores y vagos insolidarios. Ya
está bien de ser discriminados por el sistema legal. Ya está bien de
feminismo.
Hagamos que cada día sea el Día contra
el feminismo y contra los poderes que lo han creado, lo financian y
promocionan. Hagamos que cada día sea el Día del hombre, del hombre
trabajador, del hombre digno, del hombre bueno, del hombre
revolucionario, del hombre que se respeta a sí mismo y respeta a las
mujeres. Celebremos el Día del orgullo masculino, el Día del
orgullo heterosexual, también el Día del padre.
Me tenéis bien calado, enemigas feministas; y por eso os digo que nunca
seré vuestro aliado. Como nunca seré aliado de ningún nazi que desprecie o discrimine
a otro ser humano por su sexo, raza o condición
sexual.
viernes, 15 de julio de 2022
miércoles, 13 de julio de 2022
miércoles, 23 de marzo de 2022
lunes, 7 de marzo de 2022
El Bosquejo: "Feminismo". Programa 8. Con la participación de Félix Rodrigo Mora, José F. E. Maenza, Jesús Trejo e Hipócrates.
martes, 8 de febrero de 2022
El Bosquejo: "Alcàsser, poder y crimen sádico". Programa 6. Con la participación de Michael Voor (Miguel Cervera), Rocío (Roorow) y Jesús Trejo.
lunes, 28 de junio de 2021
MUJERES, HOMBRES Y VICEVERSA
LA ORTODOXIA FEMINISTA
El
feminismo es una de las peores plagas que nos ha enviado Dios nuestro señor
para castigarnos, y ese “Dios”, omnipotente y nada misericordioso, no es otro
que el Estado.
El
feminismo institucional es la religión política que con más insistencia
está agrediendo nuestra maltrecha libertad de conciencia; un sistema de creencias
fabricado en un laboratorio, como el coronavirus de Wuhan, y promocionado hasta
la saciedad por el sistema de poder a través de los medios de comunicación, la
publicidad comercial, el sistema educativo y la industria cultural. Ser feminista,
hoy, es una obligación, igual que pagar impuestos.
El
feminismo se hace realidad a través de leyes sexistas como la LIVG[1] o mediante la
discriminación judicial que sufren los padres divorciados. El feminismo de
Estado se riega cada año con millones de euros en subvenciones, sueldos
públicos y prebendas de todo tipo[2] que enriquecen a todas
aquellas tipas que comulgan con una ideología que fomenta el odio entre
iguales, atenta contra la convivencia, impide el libre ejercicio de la
maternidad y condena a las mujeres al infierno del salariado y el aborto.
El
feminismo de Estado, esta religión líquida hecha a la medida de pijas
que se odian a sí mismas, discrimina a los varones, pero anula a las mujeres,
en tanto que se las obliga a dejar de serlo. Mujeres con gato y sin niño,
mujeres con un mal trabajo y sin familia, mujeres solas, enfermas, recetadas
con antidepresivos, sin vida erótica o lesbianas por la fuerza; mujeres que no
quieren niños, odian a su padre y aman a los policías. El feminismo
institucional ha construido un nuevo patriarcado en el que el Estado
ejerce de pater familias, pues tutela y “protege” a la mitad de la
población, mujeres a las que “empodera”, pues las considera débiles, apocadas e
incapaces de defenderse por sí mismas de esos terribles monstruos con testículos,
pene y testosterona que las acechan a todas horas.
Pero
hay dioses en los que resulta muy difícil creer, razón por la que la mayoría de
las mujeres de Occidente no se consideran feministas[3]. Cada vez menos incautos
creen en los cantos de sirena del invento de la Rockefeller Foundation.
Obras como Feminicidio o autoconstrucción de la mujer. Volumen 1.
Recuperando la historia de María del Prado Esteban Diezma y Félix Rodrigo
Mora (2012) o El Minotauro en Alcàsser. Crimen sádico, voluntad de poder y
feminismo de Estado de Antonio Hidalgo Diego (2020) han derribado para
siempre los templos ideológicos del feminismo, desenmascarando las verdaderas
intenciones de aquellas que aseguran “defender a las mujeres”, las representan
sin su permiso y se atreven a hablar en su nombre. El feminismo misógino de
Simone de Beauvoir, santa patrona de la religión del odio, ha entrado ya
en fase de putrefacción.
En primer plano, Simone de Beauvoir, santa patrona del feminismo. En segundo plano, a la izquierda, una persona de la Fundación Rockefeller dándole instrucciones.
LA GUERRA DE SEXOS
La
alemana de origen argentino Esther Margareta Katzen, conocida como Esther Vilar,
médica, socióloga y psicóloga, publicó en 1971 la obra El varón domado (Grijalbo).
El éxito de ventas de este ensayo enriqueció a Vilar, que aprovechó el tirón
para completar su trilogía antifeminista con los títulos El varón
polígamo (Plaza & Janés, 1975) y Modelo para un nuevo machismo (Mundo
actual de ediciones, 1977). Las obras de Esther Vilar tuvieron una gran
repercusión en una década en la que las ideas de Simone de Beauvoir, Bettie
Friedan, Shulamith Firestone, Kate Millett y del resto de feministas de la
segunda ola ya habían penetrado en los ambientes académicos e intelectuales
del desnortado Occidente. Los mismos Estados que subvencionaban las obras de
las feministas, difundían en sus medios de comunicación el discurso
“antifeminista” de Vilar. El varón domado llegó a ser uno de los libros
de no ficción más vendidos en España en la década de los 70, razón por la que
calaron bien hondo en el discurso popular ibérico expresiones como «chantaje
emocional», practica manipulativa asociada por la socióloga al comportamiento
femenino.
La
tesis de la obra de Esther Vilar es que la mujer occidental no está oprimida
por el conjunto de la población masculina, sino que, al contrario, las mujeres
explotan económicamente a los hombres a través de la práctica del matrimonio.
Las “armas de mujer” que usan las congéneres de Vilar son el uso regulado de
las emociones y el condicionamiento a través del placer sexual. Las mujeres
utilizan su cuerpo para conseguir todo aquello que desean de los varones: sexo
a cambio de control[4].
El mito de la mujer como “sexo débil” ha sido creado, según Esther
Vilar, por las propias féminas para ser protegidas física, emocional y
económicamente por los hombres de su entorno afectivo; al mismo tiempo, las
pérfidas y calculadoras mujeres han presentado a sus hijos y maridos como seres
obsesionados con el sexo, reduciendo la masculinidad al deseo constante de
consumar relaciones sexuales. Vilar compara a los hombres con el perro de Pávlov;
las mujeres nos condicionan para que hagamos lo que ellas se proponen. Si las mascotas
de Iván Petróvich Pávlov babearon por la comida, los hombres domados por
Esther Vilar babeaban por el acceso a su vagina. Además del condicionamiento,
la invención del amor romántico sería la otra elucubración femenina por
excelencia. Atar con la alianza de boda a un buen partido proporciona a la
mujer estabilidad financiera para toda la vida. Vilar presenta a las mujeres
como expertas consumadas en regular sus emociones para despertar la empatía de
los varones.
¿Qué
solución propone Esther Vilar para acabar, de una vez por todas, con esta
“tiranía de las mujeres”? Ninguna. Para la doctora germano-argentina las
mujeres son así por naturaleza.
Las
controvertidas ideas que refleja El varón domado exasperaron a las
feministas de la época. Vilar fue amenazada de muerte y llegó a recibir una
paliza que le propinaron cuatro activistas del feminismo lesbiano en los
baños de una biblioteca de la ciudad de Múnich. En un debate televisado en
Estados Unidos en el programa The Tonight Show, la feminista Alice
Schwarzer calificó a Esther Vilar de «sexista» y «fascista». Pero, ¿tanta
diferencia existe entre el discurso feminista y las tesis de la obra de Vilar? La
trilogía antifeminista está tan olvidada hoy en día, como aceptadas sus
ideas en el imaginario colectivo europeo contemporáneo. Mientras que Beauvoir,
Millett y Dworkin alentaba a sus lectoras a odiarse a sí mismas con la misma
fuerza con la que debían odiar a los varones, Esther Vilar convoca a los
hombres a que odien a las mujeres. Si Kate Millett afirmó que «El amor es el
opio de las mujeres», Vilar aseguró que «El amor coarta la libertad de los
hombres». Gana el odio, muere el amor. Gana el enfrentamiento entre iguales (la
lucha de sexos) y pierden las clases populares. Ganan las elites
que nos enfrentan y confunden, las elites que nos anulan y nos explotan. Ambas
facciones, feministas y Vilar, beben de las ideas de Friedrich Nietzsche. El
amor que nos impulsa a cuidar, cooperar y ayudar a nuestros seres queridos,
queda relegado por la voluntad de poder y la guerra de todos contra
todos en pos del beneficio egoísta; el prójimo deja de ser visto como un
igual para convertirse en un objeto al que someter[5]. Igual que el feminismo de
la segunda ola considera que todos los varones son agresivos violadores,
y las mujeres unas pobres víctimas indefensas, El varón domado invierte
los mismos elementos cuando presenta a las féminas como pérfidas vividoras, y a
los hombres como idiotas obsesionados con el sexo. Las semejanzas entre las
obras de Esther Vilar y las de Simone de Beauvoir son tan evidentes que la
propia Vilar llegó a declararse una orgullosa «feminista», ya que en sus libros
«despreciaba a los hombres» y «ensalzaba a las mujeres»[6], con argumentos tan
“empoderadores” como llorar para conseguir todo aquello que se proponen o
mantener relaciones sexuales a cambio de dinero.
La feminista Alice Schwarzer y Esther Vilar, dos caras de
una misma moneda
UN FEMINISMO
PARA HOMBRES
Al
Estado español le preocupa mucho el bajísimo nivel de inglés que tienen sus
contribuyentes. Una de las razones que tienen los dirigentes para empujarnos a
dominar la lingua franca es que casi nadie consume la propaganda oficial
anglosajona que inunda internet, y que muy pocos se han molestado en traducir
al castellano o a otras lenguas ibéricas. Un buen ejemplo de este proselitismo
yanqui es el “movimiento” MGTOW que, por fortuna, apenas está teniendo
repercusión en nuestras tierras. Todo llegará, así que me propongo
desenmascarar el MGTOW antes de que comience a tener una incidencia
significativa entre los acomplejados hombres del siglo XXI.
MGTOW
son las siglas en inglés de «Men Going Their Own Way» («Hombres que
Siguen Su Propio Camino»), una nueva religión líquida creada ex profeso
para hombres resentidos y solitarios que se oponen al feminismo y han tenido
recientemente alguna mala experiencia relacional con una mujer. El Manifiesto
MGTOW se difundió en la red a principios de la década del 2000 y su autor
se desconoce. Al mismo tiempo que se iba popularizando el acrónimo, se fue
conformando una «comunidad virtual» de hombres del ámbito anglosajón que han
ido definiendo las características de este nuevo feminismo para hombres.
El
MGTOW se caracteriza por culpar de todos los males que aquejan a los varones a
un enemigo común: las mujeres en su conjunto. ¿Cuál es la solución? Alejarse de
ellas e iniciar una nueva vida sin tener relaciones de pareja o sentimentales
con ninguna mujer, aunque sin llegar a practicar la homosexualidad. Las
relaciones de pareja solamente pueden beneficiar a la mujer; el matrimonio es
poco más que el infierno en vida: «salva a un hombre y detén una boda»,
reza uno de sus lemas.
Otra
de las características del MGTOW vendría a imitar lo que algunas feministas han
denominado «sororidad»; al igual que las mujeres feministas, los hombres que
van a su bola son, todos ellos, “seres de luz”, perfectos y sin mácula. Los
varones MGTOW se agrupan en una comunidad masculina denominada «manosfera»
(de man, «hombre» en inglés) en la que se reúnen, se cuentan sus penitas
y rajan de lo malas que son las mujeres en esa especie de lavadero cibernético only
men constituido en la plataforma de internet Reddit.
Pero
la principal característica del MGTOW es la pasividad. Lejos de mejorarse a sí
mismo para resultar más atractivo al público femenino, el hombre masculinista
huye con su rabo entre las piernas, se aleja de las mujeres, se consagra al
onanismo y se contenta con pagar los servicios sexuales de las prostitutas, al
mismo tiempo que alaba las virtudes de la pornografía y las muñecas sexuales
japonesas. Incluso algunos se atreven a defender con ascetismo el celibato
masculino, llegando a presumir de no haber tenido jamás relaciones sexuales. ¿A
qué se debe tanto miedo al sexo opuesto? A que las mujeres son presentadas como
seres interesados que, lejos de convivir con un hombre por amor, lo hacen por
dinero o por cualquier otro tipo de bien tangible[7]. Solo los hombres ricos, los
muy guapos o los malotes podemos acceder con garantías al mercado sexual. Los
MGTOW odian, tanto a las esquivas mujeres que solo los quieren como amigos (la
famosa friend zone), como a los llamados «machos alfa», esa minoría de
hombres listillos que acaparan a la mayoría de las mujeres. Algunos hombres
MGTOW lamentan que se haya establecido en la actualidad una especie de «sociedad
polígama», con relaciones de pareja poco duraderas, con una aristocracia
masculina que no para de ligar con multitud de mujeres, y con cada vez más
personas de ambos sexos que se quedan compuestos y sin pareja (los llamados singles
en inglés), tanto mujeres que rechazan a la mayoría de los hombres por ser
pobres, feos o buenas personas, como varones condenados al celibato forzoso por
los requisitos de las cada vez más exigentes féminas. Según el club de los
hombres resentidos, vivimos en una maldita «sociedad ginocentrista».
Hay
que diferenciar entre la corriente MGTOW y el llamado movimiento por los
derechos de los hombres. Ambos surgen como una reacción a los cambios
sociales propiciados por el Estado y la gran empresa capitalista que se han
instaurado a través de la promoción del feminismo institucional[8]. La diferencia fundamental
entre ambas tendencias es que, mientras el segundo colectivo pretende acabar
con las leyes sexistas para que los jueces sean más compasivos con los padres
divorciados, los hombres que van a los suyo se rinden al Estado y
aceptan con fingido orgullo su condición de «machos omega». Tampoco sería
lícito comparar el MGTOW con los denominados «hombres herbívoros» del Japón, varones
que, lejos de rechazar a las mujeres, sencillamente son personas condenadas a la
soledad de las tecnologías por no haber conseguido encontrar pareja. Y es
que los esforzados nipones consuman sus horas trabajando por un salario, sin
tiempo ni energías para las relaciones sociales, el cultivo de la amistad, la
práctica del ligoteo, las relaciones sexuales o la crianza de los
vástagos.
Feminismo
y MGTOW comparten, entre otras muchas cosas, el haber creado una neolengua repleta
de neologismos en inglés. Muchos de ellos son tristes ejemplos de odio al
prójimo, y de odio a uno mismo, como las palabras «mangina» (contracción
de man, «hombre», y vagina; es decir, un hombre que no se comporta como
tal); «betafag» (literalmente, «maricón beta») o «cuck»
(diminutivo de cuckold, «cornudo»). Otros conceptos están relacionados
con la resignación, como «incel» (contracción de «involuntary celebs»,
«célibes involuntarios»). Buena parte del vocabulario MGTOW es tristemente
misógino: «sluthate» («odio a las zorras»); «bitch shield» («escudo
de putas», o la manera que tienen las mujeres de defender sus supuestos
privilegios); «pawning» (usar el atractivo para conseguir dinero o
poder); «negging» (dañar la autoestima de una mujer por rencor o para
que sea más accesible); el primario «going caveman» («ser un cavernícola»)
o el más elaborado «NAWALT» (acrónimo de Not All Women Are Like That, «No
Todas las Mujeres Son Como Esas», es decir, que hay unas pocas mujeres que sí
valen la pena, los llamados «unicornios», seres tan maravillosos como difíciles
de encontrar).
¡Encuentra al Unicornio!
POR
UNA SOCIEDAD CONVIVENCIAL
Divide
et impera. Mientras los dirigentes de
todos los Estados del planeta se ponen de acuerdo para desarrollar sus planes
estratégicos, en connivencia con los intereses de los accionistas de las
grandes corporaciones transnacionales, las personas del pueblo, nosotros, aceptamos
sus leyes, su fiscalidad opresiva y sus epidemias de bandera falsa, al
mismo tiempo que nos atomizamos. Odiamos a los niños porque dan trabajo,
odiamos a los ancianos porque el Estado ha decidido que no son productivos,
odiamos a los hombres porque lo ordenan las feministas, nos odiamos a nosotros
mismos porque no tenemos libertad y, desde hace unos años, los hombres del
ámbito anglosajón han empezado a odiar a las mujeres al seguir las consignas
MGTOW y similares. El resultado de toda esta arquitectura de ingeniería
social es una sociedad degradada, enferma, solitaria, depresiva, suicida, agresivo-pasiva,
adicta, improductiva y opresiva. El camino no puede ser otro que el de la
desaparición étnica de los pueblos europeos.
Admito
que, tal vez, hemos reaccionado tarde. Admito que, tal vez, estemos tan
degradados que sea ya imposible aprender a convivir con nuestros iguales,
amarlos y respetarlos, estar dispuestos a ayudar a nuestro vecino, y estar
dispuestos a dejar que éste nos ayude. Tal vez es una utopía, tal vez. Lo que
está claro es que seguimos siendo seres humanos, así que debemos recuperar las
formas naturales de convivencia social: la asamblea, la familia extensa y las
relaciones de pareja estables heterosexuales. Debemos recuperar la autoestima y
creer en nosotros mismos, cultivando la fuerza y la virtud personal; debemos
admirar y desear a las personas del sexo opuesto; debemos respetar y aprender
de nuestros mayores; y debemos volver a creer en el futuro a través de la
recuperación de la vida erótica, el sexo reproductivo y la crianza amorosa de
los hijos[9]. Todos estos son aspectos
tan humanos, como revolucionarios hoy día. La construcción de una sociedad
convivencial requiere pasar a la acción mediante la práctica de una revolución
integral que acabe con la tiranía ideológica de las instituciones del
Estado y la gran empresa capitalista. La edad del odio se está
consumiendo: o nos extinguimos, o nos
enfrentamos a los poderosos para dejar de odiar a nuestros iguales y dar inicio
a una nueva edad del amor.
ANTONIO HIDALGO DIEGO
[1] El libro
sagrado del Estado español es la Constitución de 1978. Pues bien, el mismo
Estado ha decidido profanar el texto fundacional del Régimen al legislar normas
que la ponen en entredicho. El artículo 14 de la Carta Magna reza: «Los
españoles son iguales ante la Ley, sin que pueda prevalecer discriminación
alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o
cualquier otra condición o circunstancia personal o social». ¿Por qué la LIVG
impone penas mayores a los hombres por la comisión de un mismo delito o permite
a las mujeres realizar denuncias falsas con impunidad?
[2] Libremercado (7/3/2019) aporta
una cifra de 150 millones de euros en subvenciones desde 2014 solo en España,
aunque la cifra real es muy superior.
[3] Menos de una
quinta parte de las mujeres jóvenes en Estados Unidos se considera feminista
(el porcentaje de feministas entre las mujeres de más edad es todavía menor). BBC
News, 17/2/2017.
[4] «La mujer
doma al hombre con trucos traidores para hacerle un esclavo sumiso, y luego lo
lanza a la vida hostil para que gane dinero. Como contraprestación pone la
vagina a su disposición a intervalos regulares» (Vilar, 1971).
[5] «A diferencia
de la mujer, el varón es hermoso, porque es un ser espiritual. Eso significa
que el hombre tiene curiosidad (…). Que piensa (…). Que es creador (…). Que
tiene sentimiento (…). Cuando una mujer lee un artículo político, es mucho más
probable que esté intentando capturar a un estudiante de Políticas que
interesándose por la suerte de los chinos, los israelitas o los sudafricanos.
Si consulta en un diccionario el artículo dedicado a un filósofo griego, eso no
quiere decir que se le haya despertado repentinamente el interés por la
filosofía griega, sino que necesita alguna palabra para resolver un crucigrama»
(Vilar, 1971).
[6] «Las mujeres
explotan a los hombres y, sin embargo, los varones son robustos, inteligentes e
imaginativos, mientras que las mujeres son débiles, tontas y carecen de
fantasía» (Vilar, 1971). ¿Esto es «ensalzar» a la mujer?
[7] Una de las
palabras que más citan en las redes los Hombres que Siguen Su Propio Camino es
«hipergamia», o la práctica del matrimonio por estatus o dinero; el braguetazo
de toda la vida, vaya. Una práctica materialista que ellos asocian al
comportamiento femenino, igual que hizo Esther Vilar.
[8] Los varones
occidentales somos hijos de superhombres a los que el conjunto de la
sociedad idolatraba y traían el sustento a casa; pero el perfil actual es muy
distinto, siendo el de un hombre con trabajo precario, divorciado, que solo
puede ver a sus hijos los fines de semana y al que gratuitamente se le acusa de
ser un agresor.
[9] Imprescindible
la lectura de Erótica creadora de vida. Propuesta ante la crisis demográfica
(Potlatch, 2019) de Félix Rodrigo Mora.