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jueves, 21 de diciembre de 2023

"Nazis vs Vírgenes: Cataluña (1940, 2023)". Texto publicado en "Virtud y Revolución", nº2, mayo de 2023

 


NAZIS vs VÍRGENES: CATALUÑA (1940, 2023)

Cuando se acercan las elecciones, los medios de comunicación cocinan una polémica artificial que crispa los nervios de los ciudadanos para enfrentarlos con sus iguales y que legitimen con su voto el poder de los mismos indeseables que han diseñado la polémica de laboratorio. El entretenimiento de las últimas semanas ha sido el gag humorístico del espacio televisivo Està passant en el que una actriz disfrazada de la virgen del Rocío hacía una parodia “hilarante” (según el director del propio programa), mediocre y previsible según mi parecer, en el que se mostraba a la virgen como mujer andaluza, zafia y sexualmente desesperada. Esta polémica, más prefabricada que la nieta de Ana Obregón, más artificial que los pechos de Ana Obregón y más premeditada que la propia polémica de la abuelidad de alquiler de Ana Obregón, ha conseguido enfadar al votante conservador, católico y nacionalista español para que acuda a las urnas, pero también al progre catalanista defensor del laicismo y el “buen humor”, otro iluso votante que también acudirá al colegio electoral, del mismo modo que un devoto acude a la procesión de la virgen del Rocío. Si todos ganan, nosotros perdemos. Gana el poder y pierde el pueblo. ¿A qué les suena esta historia?

 

Para historia, la que nos contó hace unos años el antes referido director del programa de marras, el empresario, humorista e historiador catalán Toni Soler, autor del panfleto Història de Catalunya (modèstia a part) en el que se atreve a abordar la totalidad de la historia de Cataluña sin citar una sola referencia bibliográfica. Para escribir semejante engendro, ya podían haberle dado el encargo a otro humorista, por poner un ejemplo, al andaluz Chiquito de la Calzada, mucho más hilarante, ingenioso, popular y con los mismos conocimientos sobre historia de Cataluña que Soler. Entre otros muchos desatinos, el relato fantástico sobre el pasado de Cataluña que imagina Antoni Soler Guasch olvida por completo al pueblo catalán como protagonista de su historia, culpa de todos los males de los catalanes a elementos externos y reivindica con ardor patriótico el imperialismo de la corona de Aragón en el Mediterráneo.

 

Pocos vividores llevan más años en TV3 medrando con el presupuesto del Estado (del Estado español) que el “independentista” Toni Soler, logro conseguido a base de decir lo que tiene que decir para que sus amos estén contentos con sus perrunos servicios y le den una golosina en forma de dinero, mucho dinero. Su productora, Minoria absoluta, se embolsó más de 45 millones de euros entre 2005 y 2017 por hacer dos programas de humor en la televisión estatal catalana[1] y casi 5 millones anuales en 2020[2], cifra que se ha mantenido desde entonces; otra de sus empresas, Mestres Films, también dependiente del presupuesto del Estado, recibió la minucia de un millón de euros el 10 de febrero del año pasado por parte del Ministerio de Cultura (español) para financiar una película sobre un tema original y que casi nunca ha sido abordado con imparcialidad por la industria del cine patrio, la Guerra Civil… Como curiosidad, señalamos que Minoria absoluta es propietaria del 3% del diario independentista Ara, cuyos accionistas mayoritarios son la familia Rodés y la Fundación Lluís Carulla; los Rodés son la familia más rica de España y están fuertemente vinculados a la familia real española; los Carulla dominan una de las principales multinacionales españolas, Gallina Blanca[3].

 

Tal vez sea yo muy mal pensado, pero tengo el convencimiento de que es propio de nazis reivindicar el expansionismo militar de la nación (Països catalans, en este caso), falsear la historia, hacer desde el poder del Estado español una crítica a ese mismo poder, denunciar el capitalismo al tiempo que se practica el capitalismo más codicioso, reírse de las clases populares desde la élite intelectual o elaborar teorías conspirativas que culpan de todos los problemas a un chivo expiatorio (los castellanoparlantes) al que denigran y ridiculizan por considerarlo un grupo étnico inferior. Que los programas de TV3 y RAC1 insulten a diario a los catalanes que hablamos en castellano solo sirve para fomentar el odio y que no pocos ilusos griten vivas a la Guardia Civil. Con estos argumentos, muchos pensarán que Toni Soler es un nazi y que la principal forma de fascismo en Cataluña es, hoy, el independentismo institucional, una religión política caracterizada por la adhesión y obediencia al poder, el estatismo, el racismo y la más absoluta ausencia de pensamiento crítico o voluntad transformadora. Sin olvidar que los que con más fervor aplaudieron a las autoridades (sanitarias) durante el confinamiento fueron ciudadanos progresistas de la pequeña burguesía urbana adepta al independentismo institucional que alientan ideólogos como Toni Soler. 

 

¿A qué viene semejante encono contra un presentador de televisión que no hace más que defender su legítima libertad de expresión? A que mientras él y sus secuaces se dedican a ofender los sentimientos de las clases populares desde las alturas del poder, este escritor y esta revista preferimos denunciar y combatir con fuerza el poder intelectual, lacayo, despilfarrador y adoctrinador que representan esbirros de la élite como el presentador y guionista de TV3. Toni Soler sirve al nacionalismo catalán, que se regodea en su miseria moral con una parodia que se ríe de la cultura del  pueblo andaluz, al tiempo que sirve los intereses del nacionalismo español que saca rédito de esta polémica; Toni Soler se sirve a sí mismo enriqueciéndose con los astronómicos ingresos de sus numerosos negocios capitalistas, al tiempo que sirve al Estado español, un Estado que sufraga sus empresas con el dinero de los impuestos que pagamos los catalanes, y que también pagan los andaluces que veneran a la virgen del Rocío. 

 

Virtud y Revolución no sirve a nadie, ni va a sacar beneficio alguno con la publicación de este artículo, así que somos tan libres como para enfrentarnos al poder del Estado que ha pergeñado la polémica de turno, nos alecciona, se ríe de nosotros, nos exprime a base de impuestos y se presenta a las elecciones esperando a que les votemos. ¡Pues que esperen sentados!

 

La tarde del 23 de octubre de 1940, el jerarca de la dictadura alemana y el Partido Nacionalsocialista Heinrich Himmler visitó la abadía de Montserrat, corazón espiritual de Cataluña y morada de la virgen más venerada de mi tierra, la Mare de Déu de Montserrat, conocida popularmente como “La Moreneta”. Toni Soler todavía no había nacido, así que perdió la oportunidad de saludar al Reichsführer-SS.

 

 

Antonio Hidalgo Diego


[1] Dircomfidencial, 20-11-2017.

[2] Crónica Política de El Español, 4-11-2020.

[3] El Debate, 12-4-2023.


martes, 28 de septiembre de 2021

CULPA, VENGANZA, PERDÓN

 



El cine se ha utilizado como herramienta del poder para adoctrinar a las masas. Esta ha sido, y no otra, su principal función y razón de ser. Productores, directores, guionistas y actores han formado parte del clero adoctrinador de la modernidad, una casta sacerdotal que usaba como reclamo para atrapar a los incautos la belleza de sus imágenes y el encanto de sus historias, burda manipulación de los sentimientos del pasivo espectador que acudía al tocólogo de emociones previo pago de una entrada que le aseguraba ser sermoneado para creerse más culto y mejor ciudadano.

Hoy es prácticamente imposible ver una buena película. El cine actual se ha desprendido de su bonito envoltorio de luces de neón y belleza de postín para mostrarse tal cual es, pura propaganda. Hace ya tres décadas era casi imposible ver películas de cierta calidad como Teniente Corrupto (1992), una oscura y controvertida película dirigida por Abel Ferrara y extraordinariamente protagonizada por Harvey Keitel. Tan bueno fue el resultado del filme que la industria del celuloide tuvo que lanzar una reposición en 2009 para enterrarlo en el olvido: la película Teniente Corrupto de Werner Herzog, protagonizada por un vergonzoso Nicolas Cage, es más mala que la quina.

El cine es cosa del pasado, y en su funeral admito que soy uno de esos incautos que ha malgastado a saber cuántas horas de su vida delante de una pantalla, reducido a triste receptor de la ingeniería social de Hollywood. Hace ya un tiempo que decidí, igual que el cura del Quijote, realizar un donoso escrutinio de todas esas obras que me han secado los sesos; y si el Licenciado Pedro Pérez salvó del fuego a la novela Tirant lo Blanc de Joanot Martorell, yo haré lo propio con el Teniente Corrupto de Abel Ferrara, una peli tan cruda y realista, como trascendente.

El teniente, corrupto hasta el paroxismo, no tiene nombre. Es un policía de Nueva York casado y con hijos, que se pasa el día y la noche fuera de casa, bebiendo y tomando todo tipo de drogas en compañía de prostitutas. En medio de una irreversible crisis personal, el teniente trabaja en la investigación del asalto a la iglesia católica del barrio, un acto vandálico en el que los agresores destrozaron el templo, se entregaron a todo tipo de sacrilegios y violaron y torturaron a una joven monja de origen irlandés. El policía solo necesita reunir las pruebas suficientes para incriminar a los culpables, pues todo el barrio conoce la identidad de los jóvenes autores de la brutal agresión, antiguos alumnos de la joven a la que violaron. Mientras avanza la investigación, se acelera también la caída al abismo del antihéroe, entregado en cuerpo y alma a su propia autodestrucción, un proceso aniquilador que no pasa por alto la ludopatía. En las series finales de béisbol se empaña en apostar su dinero, y el de sus colegas, a la improbable victoria de los Mets, y dobla la apuesta tras cada derrota sin disponer del capital suficiente para hacerse cargo de la enorme deuda contraída con la mafia.

La ‘culpa’, según la teología, es ‘el pecado o transgresión voluntaria de la ley de Dios’. El teniente se siente tan culpable por su vida disoluta como deberían sentirse los delincuentes a los que investiga, así que mientras se autodestruye por puro arrepentimiento poniendo en serio peligro su vida timando a la mafia y consumiendo estupefacientes, propone a la joven novicia “tomarse la justicia por su mano” y matar a los violadores, en vez de detenerlos. Pero la monja se opone a esta propuesta de venganza con gran entereza y paz de espíritu, asegurando haber perdonado ya a sus torturadores. El teniente pretendía redimirse a sí mismo cometiendo un asesinato que vengara el honor de otra persona, depositando su propia culpa en unos jóvenes camellos de poca monta que habían cometido un crimen mesurablemente más aberrante que los desmanes habituales del funcionario.

¿Cuántas ideologías líquidas y terapias modernas pretenden liberarnos de nuestra culpa encerrando nuestro ego en una burbuja solipsista y depositando la responsabilidad de nuestros actos en otras personas, desde nuestros padres a nuestra expareja, pasando por aquellos jefes y profesores que nos hicieron la vida imposible o por misteriosos traumas intergeneracionales acontecidos siglos ha? La culpa es el resultado de un yerro personal que implica una responsabilidad individual, un doloroso aviso que nos recuerda que no hemos actuado correctamente, que nos hemos equivocado, y que por nuestras decisiones hay otras personas que han salido malparadas. Así que la culpa no es buena ni es mala, convive con nosotros, y es tan humana como el dolor, la muerte, el miedo y la enfermedad. La culpa es un mecanismo necesario que ayuda a regular el comportamiento humano. Un mundo liberado de toda culpa sería muy guay y muy new age, pero también daría paso a una sociedad de psicópatas reincidentes.

Tan nocivo es renunciar a la responsabilidad de nuestros actos como asumir la culpa de los crímenes que han cometido otros. Igual que no debemos cargar con las consecuencias del comportamiento de las personas que nos rodean, tampoco debemos caer en la trampa del autoodio que tanto fomentan las instituciones de poder, sus intelectuales a sueldo, medios de comunicación y grupos de presión. Ser europeo no me convierte en imperialista; ser “blanco” no implica ser racista; vivir en el siglo XXI no me hace responsable del llamado cambio climático; y que sea hombre no significa que sea machista. La culpa no debe ser desviada a otras personas, ni diluirse en un colectivo. No soy rebelde porque el mundo me ha hecho así, como aseguraba la escuela sociológica de Chicago; no vivo en un país disfuncional porque Colón descubriera América; ni soy un solitario mamarracho con baja autoestima por vivir en una sociedad homófoba y heteropatriarcal. Como dijo Karl Jaspers, ‘solo es criminal el individuo’[1]. Que cada palo aguante su vela, y que cada hijo de vecina asuma la responsabilidad de sus malos actos tratando de no volver a cometerlos.

Pero somos humanos, imperfectos, así que cometemos errores y dañamos a otras personas. El teniente corrupto de Abel Ferrara es una exagerada caricatura de todos nosotros, el reflejo perverso que no queremos ver en el espejo. Porque no somos seres de luz, y el mal es una elección que muchas veces escogemos, por comodidad, por ignorancia, por codicia, por error, por imitación, por costumbre, por lujuria, porque obedecemos órdenes, por envidia, porque sí.  El dolor que infligimos a los demás no desaparece con una disculpa, sino que es un daño irreversible que solo fingimos camuflar, como el que pone un parche en una rueda pinchada. La culpa que arrastramos será más llevadera cuando asumamos la responsabilidad de redimir nuestras faltas. La ‘redención’, según la RAE, consiste en ‘rescatar, sacar de la esclavitud al cautivo mediante precio’ (primera acepción). La culpa nos esclaviza en cumplimiento de una condena cósmica que nos recuerda a todas horas que tenemos un cadáver enterrado en el jardín de nuestra azotea. Solo la consciencia de nuestros malos actos y el compromiso personal de no volver a cometerlos puede pagar el precio de nuestra culpa y liberarnos.

Una sociedad egocéntrica, maquiavélica y desespiritualizada como la que hemos consentido edificar no favorece, precisamente, la asunción de responsabilidades. Cada día soportamos todo tipo de injusticias por las que no obtenemos ningún tipo de reparación. Recibimos los golpes, nos sentimos impotentes, nos llenamos de rabia. Friedrich Nietzsche escribió en La genealogía de la moral (1887): ‘Todos los instintos que no se desahogan hacia fuera se vuelven hacia dentro (…) La enemistad, la crueldad, el placer en la persecución, en la agresividad, en el cambio, en la destrucción… Todo esto se vuelve contra el poseedor de tales instintos: ése es el origen de la mala conciencia’. Muchos se deprimen, algunos se suicidan, otros se evaden de una realidad cada vez más difícil de soportar; la mayoría se rinde. Nietzsche nos propone desahogar las frustraciones que nos ocasionan los abusos que recibimos descargando nuestra ira en aquellos que son más débiles que nosotros, en nuestros iguales o en las personas con que las que convivimos. Frente a la actitud católica de la monja de poner la otra mejilla mientras estaba siendo vejada, la no menos católica respuesta del teniente: iniciar una larga marcha hacia la autodestrucción agobiado por el peso de la culpa. Todas ellas son pésimas soluciones.

El teniente, desesperado por sus patéticas circunstancias, despierta de su martirio autoimpuesto y pretende descargar su culpa vengando a una chica que representa toda la pureza de la que el policía adolece; el protagonista cree que el individuo puede vencer a la injusticia mediante la práctica de la venganza. ¿Cuántas veces habré fantaseado con matar con mis propias manos a determinados psicópatas que salen en televisión? ¿El “placer” de practicar la violencia contra los malvados nos hace libres? ¿Cuántas películas de Hollywood han glorificado la sed de venganza, como Harry el sucio, Kill Bill o Django desencadenado?

Los filósofos estoicos estaban convencidos de que la venganza nos enferma, y el perdón nos cura. Séneca abogaba por el uso de la razón y no dejarse arrastrar por la servidumbre de la ira; Epicteto rechazaba el derecho de venganza, también el de las instituciones del Estado; Marco Aurelio apostaba por la comprensión de las faltas del prójimo. Así que el perdón (la clementia latina) no es un invento judeo-cristiano, sino que estaba muy presente en la Antigüedad, tal y como ha argumentado Charles L. Griswold[2]. Entregarse a la venganza es dejarse dominar por las pasiones: perdemos el control de nuestros actos, nos rebajamos a la altura de quien nos ha ofendido y demostramos que hemos sido incapaces de asumir un dolor que nos ha acabado destruyendo, en vez de hacernos más fuertes. La venganza no enmienda el daño que nos han infligido, ni puede resucitar a los muertos. La venganza no puede reparar lo irreparable. Saber perdonar no nos convierte en personas débiles, sino en individuos autoconstruidos y seguros de nosotros mismos.

Después de tocar fondo al masturbarse en la calle delante de dos adolescentes a las que coacciona enseñando su placa, el teniente visita la destrozada iglesia y recibe la aparición de Jesucristo, al que suplica perdón por sus pecados y acaba besando los pies. Tras esta revelación, tal vez provocada por el consumo de alucinógenos, el teniente corrupto decide redimirse a sí mismo con un sorprendente acto de generosidad: se dirige al antro en el que malviven los dos jóvenes violadores y, lejos de acabar con sus vidas tal y como el espectador espera, los secuestra, les entrega una buena suma de dinero y los mete en un autocar que les va a trasladar a la otra punta del país con la condición de que no vuelvan a pisar Nueva York y empiecen una nueva vida más edificante y mejor. En la siguiente escena, el redimido policía cae abatido por los disparos de la mafia.

Nunca sabremos si los dos jóvenes violadores consiguieron redimirse y dejar atrás su vida de odio y de violencia. Probablemente se gastarían el dinero en armas, en drogas o en regresar a la ciudad para seguir haciendo de las suyas. Nunca lo sabremos, porque es un relato de ficción. En todo caso, ¿quién era el teniente corrupto para redimir a nadie? Podría haber empleado sus energías en rehabilitarse a sí mismo, enderezar su vida desnortada y dar amor a su familia. Porque el verdadero acto de amor de esta historia lo protagonizó la joven monja que tuvo la entereza de perdonar a sus agresores demostrando más valentía en otorgar el perdón que en la defensa de su integridad.

‘Al que te hiera en la mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite la capa, no le niegues tampoco la túnica’ (Lucas, 6:29). Este versículo evangélico, probablemente falseado por la Iglesia romana, es una auténtica aberración. Saber perdonar las faltas de los que nos ofenden no significa abandonarse al masoquismo. Permanecer pasivo ante las ofensas es aceptar la moral del esclavo, justificar la injusticia, colaborar con el abusador y desprenderse de la dignidad humana. La religiosa irlandesa de la película de Ferrara debió luchar con todas sus fuerzas para evitar ser violentada por los dos adolescentes, pelear hasta la muerte o hasta causar la muerte a sus agresores. Tan legítimo es el derecho de defensa, como innecesario el de venganza. Las guerras son tan despreciables como convenientes cuando estamos siendo ultrajados. ‘Las armas son instrumentos de mal agüero y la guerra es un asunto peligroso (…) Las armas solo deben usarse cuando no existe otro remedio’, El arte de la guerra de Sun Tzu.

A todas, todos y todes aquellos que me habéis censurado este verano por argumentar la perversidad del feminismo de Estado; a todos los libreros que no queréis vender mi libro porque molesta al poder establecido; a todos los que me habéis impedido hacer actos públicos por no ser políticamente correcto; a los que habéis censurado mis contenidos en las redes sociales; a los que han hecho libelos difamatorios contra mi persona de forma anónima; a los que me habéis insultado por no compartir vuestras ideas (que son las del poder); a los que me habéis ordenado censurar mis textos; a todos vosotros, yo os perdono. Pero tened bien presente que no soy como la monja de Teniente corrupto: sé defenderme y os haré frente. Responderé a cada una de vuestras agresiones con la contundencia de mis textos y mis argumentos, y estoy dispuesto a entablar una lucha encarnizada cada vez que no respetéis mi libertad de conciencia y de expresión.

Os comprendo. Sé que tenéis vuestras razones. Unos lo hacéis por ignorancia, otros por dinero, otros por pura intransigencia. No quiero convenceros de nada, ¡pensad como os dé la gana!, podéis seguir siendo unos fascistas posmodernos, de esos que reprimen sin dar la cara. Cuando recapacitéis y dejéis de ser censores quedaréis redimidos, y juntos podremos aprender a convivir y a trabajar por el bien común.

 

                                                                 ANTONIO HIDALGO DIEGO

Colectivo AMOR Y FALCATA 


[1] La pregunta por la culpa. De la responsabilidad política de Alemania (1946).

[2] Ancient Forgiveness. Classical, Judaic and Christian (2012).


domingo, 20 de junio de 2021

V

 


El lejano 2 de febrero de 1985 se estrenó en TVE la serie de televisión ‘V Los Visitantes’, una distopía de ciencia ficción estadounidense cargada de efectos especiales y repleta de imágenes icónicas de gran impacto, como la de la gigantesca nave nodriza que levitaba sobre el cielo de Los Ángeles a pocos metros de los rascacielos, la de la bella y despiadada Diana aliviando el hambre de la tarde tragándose una cobaya viva, o la del momento en el que el protagonista desenmascara a uno de los visitantes que, bajo una falsa piel humana, ocultaba su repugnante rostro de reptil de color verde. Supongo que no seguí la serie con demasiada atención, pero sí recuerdo que causó un gran impacto en un niño de pocos años, pues uno de los pocos recuerdos que conservo de cuando tenía siete es el de patrullar por las calles de mi barrio, San Antonio de Llefiá de Badalona, en compañía de mi vecino Israel, con una gorra y un fusil de juguete en las manos. Los dos creíamos ser miembros de la Resistencia.

Tal vez ha sido ese recuerdo, y los aciagos tiempos que vivimos, lo que me ha empujado a revisitar ‘V’ unas cuantas décadas después, y tengo que reconocer que me ha sorprendido de manera muy positiva. La serie, escrita y producida por Kenneth Johnson, se inspira en las ocupaciones de la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial y en los movimientos de resistencia que surgieron para combatir a los soldados de Hitler, pero en el marco de una hipotética invasión alienígena global a finales del siglo XX, y lo hace con acierto y una actitud crítica con el poder. Al inicio de cada capítulo, una voz en off explica que la ficción está dedicada a los miembros de todas las resistencias, pasadas, presentes y futuras. Aquellos que se han atrevido a hablar del fin de la historia no se han enterado de nada.

Paso a relatar una serie de aspectos que hacen de ‘V’ un producto extrañamente recomendable y, pese a sus desfasados efectos especiales, de rabiosa actualidad:

Los visitantes son extraterrestres que invaden el planeta Tierra en busca de recursos naturales. Su emblema recuerda a la esvástica nazi. La superioridad tecnológica de los visitantes les permitiría derrotar con garantías a los ejércitos terrestres, pero prefieren presentarse como seres pacíficos, sin malas intenciones, que solo necesitan agua y otras materias primas y que, cuando las consigan, se marcharán. Su voluntad de integración les ha llevado a aprender los diferentes idiomas humanos, e incluso han cambiado su verdadero nombre porque resultaría impronunciable para nosotros. Ocultan su monstruoso aspecto y solo comen alimentos vegetales crudos delante de sus huéspedes humanos. A cambio de los recursos que necesitan, los visitantes compartirán sus conocimientos científicos y tecnológicos con los terrícolas; incluso prometen curar el cáncer con una vacuna. Los visitantes son lobos con piel de cordero dotados de avanzados conocimientos científicos y tecnológicos. ¿A que les suena mucho esta situación? No hace falta decir que la intención del Comandante Supremo extraterrestre era, desde el principio, esquilmar el agua dulce del planeta, exterminar a todos los seres humanos y, ya de paso, usarlos como comida.  

¿Cómo reaccionan los seres humanos ante la llegada de sus invasores? Solo unos pocos desconfían de las aparentes buenas intenciones de los visitantes y la mayoría sigue los acontecimientos a través de las noticias, expectantes, pero pasivos. Son unos cuantos los que aprovechan la coyuntura para sacar tajada; desde el joven nini que se enrola en el cuerpo paramilitar colaboracionista para trepar socialmente y ejercer su voluntad de poder, a la empresaria que ofrece la producción de su industria química al poder alienígena para enriquecerse con el contrato y obtener inmunidad. Incluso hay una chica que se enamora de un apuesto lagarto uniformado y se queda embarazada. ¿Qué papel juegan los medios de comunicación? Se dedican a difundir los comunicados de los invasores para ayudar a que la gente los vea como amigos y benefactores, un aspecto reforzado por la propaganda que llena las paredes de las calles con carteles de uniformados visitantes vestidos de rojo, siempre sonrientes y al servicio de los ancianos y los niños. Cuando el transcurso de los acontecimientos se hace evidente que las intenciones de los extraterrestres no son precisamente piadosas, y mientras miles de personas desaparecen misteriosamente después de ser detenidas por el ejército invasor, la inmensa mayoría de las personas acepta con resignación la nueva normalidad que les ha tocado vivir. Solo unos pocos se atreven a luchar con ‘la Resistencia’.

La serie no incurre en los típicos maniqueísmos que el sistema de propaganda difunde para esconder el único maniqueísmo posible y deseable: el poder es malo en todas sus formas, ergo los malos son aquellos que detentan o ansían el poder. En los productos de la industria del ocio, los “buenos” son casi siempre los policías, los negros, los judíos o las mujeres, independientemente de si toman decisiones que atentan contra la libertad y la dignidad de las personas, o no lo hacen. Hay varios visitantes que consideran una aberración el exterminio de la especie humana y se pasan a ‘la Resistencia’; no son pocos los humanos que colaboran con el enemigo.

Uno de los aspectos más asombrosos del argumento de la serie es que todos los visitantes, sin excepción, son militares, uniformados, armados y jerarquizados (el número de líneas negras del uniforme muestra el rango de cada uno). El poder se impone por la fuerza de las armas, algo que los analistas políticos y los guionistas de Hollywood suelen omitir para culpar a psicópatas, grandes empresarios y masones de todas las agresiones que recibe el pueblo. La burguesía capitalista queda retratada como colaboradora al servicio de los visitantes, pero quienes toman las decisiones, realizan el operativo de la ocupación y devoran a los terrícolas son los soldados del ejército alienígena, un cuerpo armado moderno que no distingue de razas ni de sexos. Muchas de las pieles humanas que han elegido los extraterrestres son de negros y asiáticos, y algunos de los integrantes de las fuerzas de ocupación más sanguinarios y ambiciosos son de sexo femenino, como Diana, el prototipo de mujer empoderada que pretende imponer el actual sistema de dominación.

Pero es sin duda ‘la Resistencia’ el elemento más atractivo de la serie ‘V’. Mientras el ejército estadounidense y los cuerpos de policía colaboran con los invasores poniéndose bajo sus órdenes, los políticos se mantienen al margen, los grandes empresarios hacen negocios estelares y los miembros del grupo armado de liberación son todos ellos civiles, mujeres y hombres del pueblo. Una científica dirige ‘la Resistencia’, movimiento que fue ideado por un anciano superviviente del Holocausto; el protagonista del filme es operador de cámara y entre sus compañeros de lucha se encuentran un obrero y un delincuente de poca monta. Y es que somos nosotros los que debemos dirigir cualquier Resistencia al poder establecido y no esperar a que las Fuerzas de Seguridad del Estado sean las encargadas de “defender al pueblo”. ‘La Resistencia’ consigue derrotar a los visitantes con audacia y con astucia, luchando en una guerra de guerrillas, tal y como hicieron los habitantes de la Península Ibérica para expulsar a las tropas de los ejércitos napoleónicos, la misma táctica que debieron usar los bagaudas para derrotar a los invasores romanos y visigodos.

Los nuevos “invasores” nazis que están llevando a cabo el golpe de estado global del coronavirus no son reptilianos venidos de otra galaxia, pero sí personas de gran poder, antropófagas y sin ningún escrúpulo moral. Estamos presenciando y permitiendo la pérdida de nuestras libertades civiles; estamos siendo fagocitados por unas instituciones de poder que adolecen de la misma ausencia de humanidad que los extraterrestres de ‘V’. La nave nodriza surca nuestros cielos, antaño azules.

Solo hay un camino: ¡Únete a la Resistencia!

 

viernes, 29 de enero de 2021

EL MILENARISMO... HA LLEGADO



La tendencia al totalitarismo ideológico de los medios de comunicación es de tal magnitud que recordar el programa televisivo Negro sobre blanco del escritor derechista Fernando Sánchez Dragó nos evoca un oasis de libertad intelectual. ¡Cómo estarán las cosas ahora! Tuvo que ser un plumífero en nómina del Partido Popular, narcisista y lenguaraz,quien me permitiera descubrir al mejor poeta ibérico, Jesús Lizano, al que Sánchez Dragó ofreció su espacio literario en TVE para que el bardo anarquista de larga barba cana recitara, entre otros, su Oda a la mierda, poema que fue coreado por el escaso público que presenciaba atónito el programa desde el plató. Pero es, sin duda, el debate sobre milenarismo que orquestó Dragó en su programa El mundo por montera, el momento más recordado del trabajo en televisión del novelista soriano.

Noche del 5 de octubre de 1989. La 2. Uno de los contertulios es el escritor y dramaturgo del absurdo Fernando Arrabal Terán. Arrabal comparece al debate ataviado con una estridente chaqueta de punto de color amarillo, extraño color para un hombre de teatro. Fernando Arrabal muestra síntomas más que evidentes de estar bebido como un piojo. Dragó lo sabe y sonríe, mientras espera que el viejo borrachín la líe en directo para que, al día siguiente, todo el mundo hable de su programa. Tiempo después, Arrabal trató de excusar su vergonzante actitud asegurando que había tomado unos sorbos de Chinchón, no sabemos si dulce o seco, porque «pensaba que era agua». ¡A quién no le ha pasado alguna vez confundir el anís con el agua!

El orientalista Sánchez Dragó, perverso moderador, abre el debate ilustrando a su audiencia acerca del kaliyuga, o última etapa del circular ciclo histórico hindú, período de decadencia moral y destrucción social que señala el fin de los tiempos para anunciar el comienzo de un esperanzador nuevo ciclo histórico. Uno de los invitados, el editor Isidoro Juan Palacios, nacionalsocialista de la CEDADE, afirma: «El número 666 está por todas partes, lo que puede significar que la Bestia anda suelta». ¡Y vaya si lo estaba! El beodo Fernando Arrabal, el mismo que presume de haber intentado asesinar a Franco, acusa al resto de contertulios de ser unos «borrachos». Pero incluso en plena escenificación del patético show por el que pasaría a la historia de la televisión, el dramaturgo dadaísta muestra un atisbo de lucidez cuando dice: «El Apocalipsis son las elucubraciones de los descontentos y los soñadores (…) Yo represento a la minoría silenciosa (…) Nosotros somos anarquistas divinos (…) La ideología apocalíptica es la ideología de los pobres contra los ricos (…) Yo quiero un Apocalipsis del amor». Mientras balbucea estas, y otras palabras no tan afortunadas, el escritor melillense imita a Charles Bukowski[1] y revienta el debate con una alta dosis de dipsomanía, egocentrismo, surrealismo y falta de respeto. Arrabal se descalza y se quita los calcetines, se sienta en una pequeña mesa de cristal que se tambalea, se sube a la silla practicando una torpe postura del loto, soba, besuquea e interrumpe continuamente a los desconcertados invitados e incluso se cae al suelo. Pueden mirar el vídeo en internet[2]. Como los cerdos, Fernando Arrabal no tiene desperdicio.

¡Hablemos del milenarismo!

Las palabras «milenarismo» y «quiliasmo» (del griego «quilioi», que significa «mil») derivan de los «mil años de reinado de Cristo» que anuncia el Nuevo Testamento en el Apocalipsis, un período que comenzará después de que el hijo de Dios arroje al Diablo y a la Bestia a un estanque de azufre; todos aquellos, vivos o muertos oportunamente resucitados, que hayan adorado a la Bestia, recibirán el mismo tratamiento. El Diablo es el mal, la Bestia se identifica con el poder del Estado romano en el texto atribuido a San Juan[3].

Pero a mí me explicaron que el milenarismo fue una tremenda crisis social que vivió Europa en los lustros previos al año mil. La Iglesia calentaba la cabeza a los “analfabetos campesinos del medievo” para decirles que,cuando llegara el año 1000, Cristo regresaría entre nosotros para poner a cada uno en su sitio. En realidad, el milenarismo fue una corriente mesiánica de origen oriental que han difundido unos pocos expertos de la Iglesia desde el lejano siglo II basada en un fragmento del Libro delas Revelaciones. Poco que ver con el año mil, y aún menos con el tan anunciado «Efecto 2000», por el que nuestro maravilloso mundo tecnológico contemporáneo se tendría que haber derrumbado a causa de un error de software en cadena que colapsaría los ordenadores de todo el planeta la nochevieja del año 1999, un apocalipsis de silicio que nunca se produjo. ¿Quiénes son los ingenuos borregos que se creen los delirios de los intelectuales sabelotodo? ¿Las personas de la denostada edad media o la masa de ciudadanos obedientes, titulados y televidentes del presente? No hay pruebas documentales de que se produjera ninguna crisis social en las fechas previas a los años 1000 o 2000 por creer que todo se iría al carajo[4].

La utópica idea de que llegará un período feliz, de nada menos que mil años de duración, en el que el mal se esfumará de la faz de la tierra y los injustos recibirán su merecido castigo no es más que un narcótico espiritual infantiloide que se basa en la comodidad de no querer responsabilizarse de los propios actos o de los problemas de la sociedad en su conjunto. Si hago el mal recibiré mi castigo (quién sabe cuándo), y si acepto resignadamente el mal que ejerce la Bestia(el que ejercen los poderosos), ya vendrá Cristo a solucionarme la papeleta. Así que no es de extrañar que el milenarismo sea la base doctrinal en la que se han inspirado decenas de intelectuales de corte socialista. ¿Qué es el socialismo, sino la esperanza de una sociedad perfecta y feliz, una Nueva Era de Acuario? El predicador italiano del siglo XIII Fray Dolcino de Novara, la secta de los taboritas de Bohemia en el siglo XV, el predicador reformista alemán Thomas Müntzer en el siglo XVI, el socialista utópico británico del XIX Robert Owen… Todos ellos predicaron un mundo posapocalíptico, mejor y más justo; un nuevo milenio que, lejos de haberse instaurado, está más alejado que nunca.

Para millones de estadounidenses la Bestia del Apocalipsis se reduce al Partido Demócrata de Hillary Clinton y Joe Biden, y no al Estado y al capitalismo en su conjunto. Para muchos norteamericanos, aturdidos por la crisis y confundidos por los medios de comunicación y las redes sociales,el Mesías que nos va a salvar del Demonio es el repugnante multimillonario neoyorkino Donald Trump, tan sobrado de bienes materiales, como carente de ética. La teoría «QAnon» es el quiliasmo del siglo XXI, el nuevo milenarismo. Mientras la mitad de la sociedad norteamericana tiene fe en que la “vacuna” les va a salvar de una terrible epidemia, la otra mitad confía su destino al ya expresidente de los Estados Unidos de América. El delirio milenarista ha cruzado el charco y ha calado hondo en una minoría de derechistas muy activos en las redes sociales que difunden el absurdo QAnon, incluso después de que este se haya desacreditado por completo. Entre creencia y evidencia, han optado por la primera. ¡Qué decir de la bochornosa performance que fue el asalto al Capitolio! ¿Cuántas veces han detenido al papa Francisco? ¡Más que al Lute! ¿Cuántas veces se ha desplegado el ejército norteamericano en el viejo continente para derrotar a las fuerzas del «Cabal»?Más veces que durante la Segunda Guerra Mundial…¿Qué pasa cuando reaparece Francisco en los medios de comunicación? Que es un holograma. O un robot. O un montaje de vídeo. Cualquier excusa es válida para seguir creyendo que el sistema vale la pena, que no todos los poderhabientes son malos, que los ejércitos salvan a los ciudadanos y que los individuos no tenemos que mover un dedo para luchar por nuestra libertad, que para eso ya está el nuevo Cristo redentor, gordo, rico, de color naranja y escaso cabello alborotado.

El mal es una elección que está en todos nosotros. La sociedad ideal solo existe en la imaginación de los comerciantes de sueños. Las personas tenemos que responsabilizarnos de nuestras vidas, tomar la iniciativa y combatir con determinación por la consecución de una sociedad más libre y más justa, luchar con insistencia para aplastar a las instituciones estatales y acabar con la concentración de riqueza que poseen oligarcas como Trump. Una lucha que no tiene fin y que no gozará del apoyo de ningún político, de ningún ejército, de ningún Cristo salvador. Solo contaremos con el apoyo de nuestros iguales a través del trabajo comunal y el servicio al prójimo.

Guerra al poderoso y, tomando prestadas las palabras de Fernando Arrabal, también me manifiesto por un «Apocalipsis del amor»[5], del amor por nuestros iguales.

Antonio Hidalgo Diego

Colectivo Amor y Falcata


[1] Extraordinario escritor norteamericano que se dio a conocer en Europa después de comparecer borracho en un debate de la televisión francesa del programa Apostrophesen 1978, espacio en el que profirió todo tipo de barbaridades al moderador y a los contertulios. https://vimeo.com/112695637

[2] Arrabal en El mundo por monterahttps://www.rtve.es/alacarta/videos/personajes-en-el-archivo-de-rtve/milenarismo-fernando-arrabal-mundo-montera-1989/2135585/

[3] Apocalipsis 20:2-7: «2 Y apresó al dragón, la serpiente de antaño que es el Diablo y Satanás, y lo ató por mil años. 3 Y lo echó al abismo y echó llave y selló la cerradura, para que dejase de engañar a las naciones hasta completar los mil años, al cabo de los cuales ha de ser soltado por un tiempo breve. 4 Entonces vi tronos y a los que estaban sentados en los mismos, y les fue concedido juzgar. Vi también las vidas de los que habían sido decapitados por testificar de Jesús y por la palabra de Dios, y de todos los que no se han postrado ante la Bestia ni ante su representación, ni han aceptado el sello en la frente y en la mano. Y estaban vivos y reinaban juntamente con Cristo durante mil años. 5 Los otros muertos no estaban vivos, no hasta que se cumplieron los mil años. Esta es la primera resurrección. 6 Bendito y santo es quien participa en la primera resurrección. Sobre estos la muerte segunda no tiene potestad. Al contrario, son sacerdotes de Dios y del Ungido y correinarán con él esos mil años. 7 Y cuando se cumpliesen los mil años, había de ser soltado Satanás de su prisión».

[4] El medievalista de la Universidad Complutense de Madrid José Ignacio Ortega Cervigón afirma en su artículo El mito milenarista en la Europa medieval: «Los ‘terrores del año 1000’ son una etiquetación posterior, introducida en el plano de lo excepcional y de lo intelectual (…) No hay, pues, rastro apocalíptico ni milenarista en los escritos oficiales; las bulas pontificias, los anales y las biografías guardan también silencio (…) La historiografía decimonónica afín al romanticismo difundió, durante la primera mitad del siglo XIX, una visión distorsionada sobre la llegada del año mil». www2.uned.es/temple/milenarismo.htm

[5] «Apocalipsis» significa «desvelar», «quitar el velo». Ya es hora de deshacernos dela venda que tapa nuestros ojos, que nos impide ver a nuestros iguales y que nos hace tener ojos solo para admirar a los poderosos.

martes, 10 de noviembre de 2020

LA REVOLUCIÓN DE LA GENTE DE LA CALLE

 

‘Reason to be’. Pintura mural sobre una puerta.

Obra de la artista rusa Anastasia Boorj (2019) 

Situada en las ruinas de la antigua discoteca ‘Pachá’ de Platja d’Aro (Cataluña)


La publicidad comercial es un termómetro político, que no social. Los anuncios de la tele no muestran la sociedad tal cual es, sino la sociedad como debería ser, o como quieren los poderes fácticos que sea. El discurso progresista denuncia el intolerable machismo y el repugnante racismo que todavía muestran los “consejos” comerciales, así que el discurso de izquierda, el discurso políticamente correcto desde hace décadas, admite que los anuncios no solo pretenden vender los productos y servicios que ofertan las empresas que los difunden, sino que intentan imponernos una manera de ser y de comportarnos. La publicidad comercial es un arma que agrede nuestra libertad de conciencia.

Durante dos días seguidos, dediqué varias horas a hacer zapping para analizar los anuncios que emite la televisión. Descubrí que la publicidad de la tarde es mucho menos agresiva que la de la noche; la mayoría de anuncios que se emiten entre las 18 y las 21 horas se centran en dar a conocer las marcas que se publicitan, sin más condimentos. Por la noche, en cambio, cuando aumenta el número de personas que ve la televisión, se emite el spot de lubricantes sexuales Durex. Hay dos parejas que simulan tener relaciones íntimas; la primera de ellas está formada por dos mujeres, una de ellas negra; la otra pareja está formada por un hombre negro y una mujer blanca rubia. Resulta difícil encontrar en la publicidad de las grandes marcas transnacionales una pareja heterosexual que no esté formada por una chica blanca en edad fértil y un hombre negro, generalmente de porte atlético y gran fortaleza física. Otro anuncio, pagado por la distribuidora textil C&A, nos muestra un hombre con su hijo; el padre es blanco, el niño es negro. ¿Adopción internacional? Uno de los muchos anuncios que emite el gigante de ventas por Internet Amazon muestra a un grupo de personas que viven en un barrio humilde de una ciudad occidental; todos los actores son negros. En otro anuncio de Amazon, los creativos publicitarios rizaron el rizo de la corrección política al mostrarnos una pareja heterosexual formada por un hombre negro y una mujer blanca rubia con acondroplasia. La publicidad de la distribuidora de comida para llevar a casa Just Eat muestra dos familias que están cenando comida basura; ambas son interraciales y en una de ellas hay un hombre gay y asiático. Un anuncio de cava Codorniu recrea una cena romántica en la que una conocida influencer lesbiana va a besar a otra chica.

La publicidad no se mete en cosas de religión, por supuesto, vaya a ser que algún colectivo musulmán o judío se sienta atacado por mostrar alguna tradición cristiana. Pero en el anuncio de Vive Soy de Pascual (un bebedizo hecho con semillas de soja) se transmite que si el consumidor quiere escapar del estrés y de la tensión emocional, aspectos tan característicos de nuestro mundo actual, las personas debemos practicar la meditación oriental. ¡Y qué mejor que oler las fragancias de Air Wick mientras practicamos esta especie de budismo de pacotilla occidentalizado! Hasta el anuncio de la escoba robótica Conga muestra a una actriz haciendo algo parecido al yoga. Las tradiciones culturales europeas pueden resultar ofensivas a las minorías; las modas elitistas importadas de Asia son presentadas como prácticas recomendables y del todo respetuosas con nuestro sistema de creencias. Si nuestra vida se hace insoportable por culpa del trabajo excesivo y alienador, por la soledad, la incomunicación, la ausencia de alegría, el alejamiento de la naturaleza, la sobreinformación y la omnipresencia de las tecnologías… ¿Qué nos propone la publicidad? El consumo de objetos y servicios superfluos y la puesta en práctica de ejercicios pseudoespirituales orientalistas basados en la aceptación de la injusticia, la evitación del dolor, la evasión personal de los problemas sociales y la estrategia del avestruz, tristes narcóticos espirituales de la nueva religión globalista  «New Age».

Pero son las medidas de atomización social y limitación de las libertades individuales puestas en práctica por las autoridades estatales con la excusa de la “pandemia” de Covid 19 las que monopolizan la publicidad comercial en estos aciagos tiempos. Los chicos que comen Donuts se saludan con los codos y un hombre le hace la cobra a otro para evitar recibir un abrazo después de haber cerrado un trato comercial en Milanuncios. El grupo de comunicación audiovisual Mediaset nos recuerda que no debemos salir de casa ni reunirnos con otras personas. ¿Qué gana Tele 5 con este “consejo”? Nada, más que apoyar al Estado en su campaña de represión de los derechos fundamentales. Uno de los anuncios más repetidos en estos días es el que nos recuerda que pronto se emitirá una nueva serie de ficción llamada The Hot Zone. La serie muestra a una mujer de oficio militar que “salvará el mundo” tras advertir del inminente peligro que supone la expansión descontrolada de un virus letal. ¿Les suena de algo esta “ficción”? Y es que los superiores del ejército no están dando suficiente importancia al descontrolado patógeno que amenaza a la humanidad en su conjunto, esta nueva peste del siglo XXI de la que nos previene la protagonista de la serie. Lo más repugnante de este anuncio es que muestra una imagen de la Estatua de la Libertad de Nueva York con una mascarilla en la cara. ¿La libertad amordazada? La televisión de pago Amazon Prime (de nuevo Amazon) ha estrenado recientemente la segunda entrega de la película Borat. Si la primera parte era una desternillante comedia que rompía con los tópicos contemporáneos de lo políticamente correcto, la segunda entrega es pura y simple propaganda electoral puesta en servicio de Joe Biden, candidato demócrata a la presidencia de los EE.UU. En el tráiler del film se emite una escena en la que Borat, el extravagante periodista kazajo que interpreta Sacha Baron Cohen, ridiculiza a los llamados «negacionistas», es decir, a las personas conscientes que rechazamos las liberticidas medidas que pretenden evitar la propagación del famoso coronavirus.

Pero el canal de televisión por Internet más popular en nuestro país es Netflix. La mayoría de series, documentales y películas que ofrece la plataforma vinculada al magnate financiero George Soros no hacen más que repetir el discurso de la izquierda actual: feminismo, ideología de género, multiculturalismo, migracionismo y homosexualismo. Pero Netflix ha ido más allá de los tópicos habituales al producir la serie Cuties (traducida al castellano como «Guapis»), una ficción que protagonizan niñas preadolescentes, de unos once años de edad, que visten atuendos ajustados y minimalistas, y muestran actitudes descarnadamente sexualizadas. Netflix impulsa la aceptación social de la pederastia, justo unas semanas antes de que Biden ganara las elecciones presidenciales norteamericanas[1]. Esta estrategia responde a lo que se denomina en teoría política «ventana de Overton», o cómo conseguir que una práctica que la sociedad califica de «impensable» y define como «tabú a evitar», se acabe normalizando y aceptando a través de una elaborada estrategia de ingeniería social. ¿Las violaciones de adultos a niños serán una práctica legal en los próximos años, una simple elección sexual más? ¿Seremos vistos como unos carcas retrógrados aquellos que nos atrevemos a condenar la pederastia?

 

 

Los medios de comunicación llevan años haciéndonos creer que las reivindicaciones del pueblo son las de acabar con el intolerable racismo que, supuestamente, practicamos los europeos, “liberarnos del yugo” de las tradiciones espirituales occidentales, optar por la práctica de la homosexualidad, dejar de reproducirnos, imponer el feminismo de Estado y anteponer la seguridad a la libertad, salvo la “libertad” de poder decidir cuál es nuestro género. Al mismo tiempo, esos mismos medios acusan a las personas del pueblo llano y clase trabajadora de ser unos ignorantes anacrónicos que se resisten a aceptar las ideas transformadoras y de progreso que impulsa una oligarquía anónima a través de los mass media que esa misma minoría controla. Ellos tienen la “verdad”, mientras que nosotros somos machistas, homófobos, conspiranoicos y negacionistas; los integrantes de los pueblos occidentales somos tachados de «basura blanca», individuos a eliminar que no hacemos más que poner palos a las ruedas en el proceso de imposición del llamado Nuevo Orden Mundial, una dictadura orwelliana caracterizada por la supresión de la libertad individual, la ausencia de valores éticos basados en la moral natural y la aculturación de las sociedades europeas.

Ha llegado el momento de la Verdad, el de desvelar las oscuras intenciones de la élite antihumanista que controla la información, la publicidad y la industria del entretenimiento. Ha llegado el momento de la transformación personal y de la revolución social, un proceso que debe tener como principios fundamentales la defensa de la libertad, el alejamiento de las ideologías en beneficio de la autoconstrucción personal basada en el saber experiencial, la crianza de los niños y el cultivo de las relaciones personales horizontales basadas en la ayuda mutua y el amor al prójimo. Esta, y no otra, es la auténtica revolución, la revolución de la gente de la calle.

 

Antonio Hidalgo Diego

Amor y Falcata

Cataluña, noviembre de 2020

 

[1] Hay decenas de fotografías y vídeos en los que aparece el político norteamericano Joe Biden sobando en público a mujeres y, sobre todo, niñas. Pueden buscarlas en Internet.




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