El lejano 2 de febrero de 1985 se
estrenó en TVE la serie de televisión ‘V Los Visitantes’, una distopía de
ciencia ficción estadounidense cargada de efectos especiales y repleta de
imágenes icónicas de gran impacto, como la de la gigantesca nave nodriza que
levitaba sobre el cielo de Los Ángeles a pocos metros de los rascacielos, la de
la bella y despiadada Diana aliviando el hambre de la tarde tragándose una
cobaya viva, o la del momento en el que el protagonista desenmascara a uno de
los visitantes que, bajo una falsa piel humana, ocultaba su repugnante rostro
de reptil de color verde. Supongo que no seguí la serie con demasiada atención,
pero sí recuerdo que causó un gran impacto en un niño de pocos años, pues uno
de los pocos recuerdos que conservo de cuando tenía siete es el de patrullar
por las calles de mi barrio, San Antonio de Llefiá de Badalona, en compañía de
mi vecino Israel, con una gorra y un fusil de juguete en las manos. Los dos creíamos
ser miembros de la Resistencia.
Tal vez ha sido ese recuerdo, y
los aciagos tiempos que vivimos, lo que me ha empujado a revisitar ‘V’ unas
cuantas décadas después, y tengo que reconocer que me ha sorprendido de manera
muy positiva. La serie, escrita y producida por Kenneth Johnson, se inspira en
las ocupaciones de la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial y en los
movimientos de resistencia que surgieron para combatir a los soldados de
Hitler, pero en el marco de una hipotética invasión alienígena global a finales
del siglo XX, y lo hace con acierto y una actitud crítica con el poder. Al
inicio de cada capítulo, una voz en off
explica que la ficción está dedicada a los miembros de todas las resistencias,
pasadas, presentes y futuras. Aquellos que se han atrevido a hablar del fin de la historia no se han enterado de
nada.
Paso a relatar una serie de
aspectos que hacen de ‘V’ un producto extrañamente recomendable y, pese a sus
desfasados efectos especiales, de rabiosa actualidad:
Los visitantes son
extraterrestres que invaden el planeta Tierra en busca de recursos naturales.
Su emblema recuerda a la esvástica nazi. La superioridad tecnológica de los visitantes
les permitiría derrotar con garantías a los ejércitos terrestres, pero
prefieren presentarse como seres pacíficos, sin malas intenciones, que solo
necesitan agua y otras materias primas y que, cuando las consigan, se marcharán.
Su voluntad de integración les ha llevado a aprender los diferentes idiomas
humanos, e incluso han cambiado su verdadero nombre porque resultaría
impronunciable para nosotros. Ocultan su monstruoso aspecto y solo comen
alimentos vegetales crudos delante de sus huéspedes humanos. A cambio de los
recursos que necesitan, los visitantes compartirán sus conocimientos
científicos y tecnológicos con los terrícolas; incluso prometen curar el cáncer
con una vacuna. Los visitantes son lobos
con piel de cordero dotados de avanzados conocimientos científicos y
tecnológicos. ¿A que les suena mucho esta situación? No hace falta decir que la
intención del Comandante Supremo extraterrestre era, desde el principio,
esquilmar el agua dulce del planeta, exterminar a todos los seres humanos y, ya
de paso, usarlos como comida.
¿Cómo reaccionan los seres
humanos ante la llegada de sus invasores? Solo unos pocos desconfían de las
aparentes buenas intenciones de los visitantes y la mayoría sigue los
acontecimientos a través de las noticias, expectantes, pero pasivos. Son unos
cuantos los que aprovechan la coyuntura para sacar tajada; desde el joven nini que se enrola en el cuerpo
paramilitar colaboracionista para trepar socialmente y ejercer su voluntad de
poder, a la empresaria que ofrece la producción de su industria química al
poder alienígena para enriquecerse con el contrato y obtener inmunidad. Incluso
hay una chica que se enamora de un apuesto lagarto uniformado y se queda
embarazada. ¿Qué papel juegan los medios de comunicación? Se dedican a difundir
los comunicados de los invasores para ayudar a que la gente los vea como amigos
y benefactores, un aspecto reforzado por la propaganda que llena las paredes de
las calles con carteles de uniformados visitantes vestidos de rojo, siempre
sonrientes y al servicio de los ancianos y los niños. Cuando el transcurso de
los acontecimientos se hace evidente que las intenciones de los extraterrestres
no son precisamente piadosas, y mientras miles de personas desaparecen
misteriosamente después de ser detenidas por el ejército invasor, la inmensa
mayoría de las personas acepta con resignación la nueva normalidad que les ha tocado vivir. Solo unos pocos se
atreven a luchar con ‘la Resistencia’.
La serie no incurre en los
típicos maniqueísmos que el sistema de propaganda difunde para esconder el
único maniqueísmo posible y deseable: el poder es malo en todas sus formas,
ergo los malos son aquellos que detentan o ansían el poder. En los productos de
la industria del ocio, los “buenos” son casi siempre los policías, los negros,
los judíos o las mujeres, independientemente de si toman decisiones que atentan
contra la libertad y la dignidad de las personas, o no lo hacen. Hay varios
visitantes que consideran una aberración el exterminio de la especie humana y
se pasan a ‘la Resistencia’; no son pocos los humanos que colaboran con el
enemigo.
Uno de los aspectos más
asombrosos del argumento de la serie es que todos los visitantes, sin
excepción, son militares, uniformados, armados y jerarquizados (el número de
líneas negras del uniforme muestra el rango de cada uno). El poder se impone
por la fuerza de las armas, algo que los analistas políticos y los guionistas
de Hollywood suelen omitir para culpar a psicópatas, grandes empresarios y
masones de todas las agresiones que recibe el pueblo. La burguesía capitalista
queda retratada como colaboradora al servicio de los visitantes, pero quienes
toman las decisiones, realizan el operativo de la ocupación y devoran a los
terrícolas son los soldados del ejército alienígena, un cuerpo armado moderno
que no distingue de razas ni de sexos. Muchas de las pieles humanas que han
elegido los extraterrestres son de negros y asiáticos, y algunos de los
integrantes de las fuerzas de ocupación más sanguinarios y ambiciosos son de
sexo femenino, como Diana, el prototipo de mujer
empoderada que pretende imponer el actual sistema de dominación.
Pero es sin duda ‘la Resistencia’
el elemento más atractivo de la serie ‘V’. Mientras el ejército estadounidense
y los cuerpos de policía colaboran con los invasores poniéndose bajo sus
órdenes, los políticos se mantienen al margen, los grandes empresarios hacen
negocios estelares y los miembros del grupo armado de liberación son todos ellos
civiles, mujeres y hombres del pueblo. Una científica dirige ‘la Resistencia’, movimiento
que fue ideado por un anciano superviviente del Holocausto; el protagonista del
filme es operador de cámara y entre sus compañeros de lucha se encuentran un
obrero y un delincuente de poca monta. Y es que somos nosotros los que debemos
dirigir cualquier Resistencia al
poder establecido y no esperar a que las Fuerzas de Seguridad del Estado sean
las encargadas de “defender al pueblo”. ‘La Resistencia’ consigue derrotar a
los visitantes con audacia y con astucia, luchando en una guerra de guerrillas, tal y como hicieron los habitantes de la
Península Ibérica para expulsar a las tropas de los ejércitos napoleónicos, la
misma táctica que debieron usar los bagaudas para derrotar a los invasores
romanos y visigodos.
Los nuevos “invasores” nazis que
están llevando a cabo el golpe de estado
global del coronavirus no son reptilianos
venidos de otra galaxia, pero sí personas de gran poder, antropófagas y sin ningún
escrúpulo moral. Estamos presenciando y permitiendo la pérdida de nuestras
libertades civiles; estamos siendo fagocitados por unas instituciones de poder
que adolecen de la misma ausencia de humanidad que los extraterrestres de ‘V’.
La nave nodriza surca nuestros cielos, antaño azules.
Solo hay un camino: ¡Únete a la
Resistencia!
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