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jueves, 21 de diciembre de 2023

"Nazis vs Vírgenes: Cataluña (1940, 2023)". Texto publicado en "Virtud y Revolución", nº2, mayo de 2023

 


NAZIS vs VÍRGENES: CATALUÑA (1940, 2023)

Cuando se acercan las elecciones, los medios de comunicación cocinan una polémica artificial que crispa los nervios de los ciudadanos para enfrentarlos con sus iguales y que legitimen con su voto el poder de los mismos indeseables que han diseñado la polémica de laboratorio. El entretenimiento de las últimas semanas ha sido el gag humorístico del espacio televisivo Està passant en el que una actriz disfrazada de la virgen del Rocío hacía una parodia “hilarante” (según el director del propio programa), mediocre y previsible según mi parecer, en el que se mostraba a la virgen como mujer andaluza, zafia y sexualmente desesperada. Esta polémica, más prefabricada que la nieta de Ana Obregón, más artificial que los pechos de Ana Obregón y más premeditada que la propia polémica de la abuelidad de alquiler de Ana Obregón, ha conseguido enfadar al votante conservador, católico y nacionalista español para que acuda a las urnas, pero también al progre catalanista defensor del laicismo y el “buen humor”, otro iluso votante que también acudirá al colegio electoral, del mismo modo que un devoto acude a la procesión de la virgen del Rocío. Si todos ganan, nosotros perdemos. Gana el poder y pierde el pueblo. ¿A qué les suena esta historia?

 

Para historia, la que nos contó hace unos años el antes referido director del programa de marras, el empresario, humorista e historiador catalán Toni Soler, autor del panfleto Història de Catalunya (modèstia a part) en el que se atreve a abordar la totalidad de la historia de Cataluña sin citar una sola referencia bibliográfica. Para escribir semejante engendro, ya podían haberle dado el encargo a otro humorista, por poner un ejemplo, al andaluz Chiquito de la Calzada, mucho más hilarante, ingenioso, popular y con los mismos conocimientos sobre historia de Cataluña que Soler. Entre otros muchos desatinos, el relato fantástico sobre el pasado de Cataluña que imagina Antoni Soler Guasch olvida por completo al pueblo catalán como protagonista de su historia, culpa de todos los males de los catalanes a elementos externos y reivindica con ardor patriótico el imperialismo de la corona de Aragón en el Mediterráneo.

 

Pocos vividores llevan más años en TV3 medrando con el presupuesto del Estado (del Estado español) que el “independentista” Toni Soler, logro conseguido a base de decir lo que tiene que decir para que sus amos estén contentos con sus perrunos servicios y le den una golosina en forma de dinero, mucho dinero. Su productora, Minoria absoluta, se embolsó más de 45 millones de euros entre 2005 y 2017 por hacer dos programas de humor en la televisión estatal catalana[1] y casi 5 millones anuales en 2020[2], cifra que se ha mantenido desde entonces; otra de sus empresas, Mestres Films, también dependiente del presupuesto del Estado, recibió la minucia de un millón de euros el 10 de febrero del año pasado por parte del Ministerio de Cultura (español) para financiar una película sobre un tema original y que casi nunca ha sido abordado con imparcialidad por la industria del cine patrio, la Guerra Civil… Como curiosidad, señalamos que Minoria absoluta es propietaria del 3% del diario independentista Ara, cuyos accionistas mayoritarios son la familia Rodés y la Fundación Lluís Carulla; los Rodés son la familia más rica de España y están fuertemente vinculados a la familia real española; los Carulla dominan una de las principales multinacionales españolas, Gallina Blanca[3].

 

Tal vez sea yo muy mal pensado, pero tengo el convencimiento de que es propio de nazis reivindicar el expansionismo militar de la nación (Països catalans, en este caso), falsear la historia, hacer desde el poder del Estado español una crítica a ese mismo poder, denunciar el capitalismo al tiempo que se practica el capitalismo más codicioso, reírse de las clases populares desde la élite intelectual o elaborar teorías conspirativas que culpan de todos los problemas a un chivo expiatorio (los castellanoparlantes) al que denigran y ridiculizan por considerarlo un grupo étnico inferior. Que los programas de TV3 y RAC1 insulten a diario a los catalanes que hablamos en castellano solo sirve para fomentar el odio y que no pocos ilusos griten vivas a la Guardia Civil. Con estos argumentos, muchos pensarán que Toni Soler es un nazi y que la principal forma de fascismo en Cataluña es, hoy, el independentismo institucional, una religión política caracterizada por la adhesión y obediencia al poder, el estatismo, el racismo y la más absoluta ausencia de pensamiento crítico o voluntad transformadora. Sin olvidar que los que con más fervor aplaudieron a las autoridades (sanitarias) durante el confinamiento fueron ciudadanos progresistas de la pequeña burguesía urbana adepta al independentismo institucional que alientan ideólogos como Toni Soler. 

 

¿A qué viene semejante encono contra un presentador de televisión que no hace más que defender su legítima libertad de expresión? A que mientras él y sus secuaces se dedican a ofender los sentimientos de las clases populares desde las alturas del poder, este escritor y esta revista preferimos denunciar y combatir con fuerza el poder intelectual, lacayo, despilfarrador y adoctrinador que representan esbirros de la élite como el presentador y guionista de TV3. Toni Soler sirve al nacionalismo catalán, que se regodea en su miseria moral con una parodia que se ríe de la cultura del  pueblo andaluz, al tiempo que sirve los intereses del nacionalismo español que saca rédito de esta polémica; Toni Soler se sirve a sí mismo enriqueciéndose con los astronómicos ingresos de sus numerosos negocios capitalistas, al tiempo que sirve al Estado español, un Estado que sufraga sus empresas con el dinero de los impuestos que pagamos los catalanes, y que también pagan los andaluces que veneran a la virgen del Rocío. 

 

Virtud y Revolución no sirve a nadie, ni va a sacar beneficio alguno con la publicación de este artículo, así que somos tan libres como para enfrentarnos al poder del Estado que ha pergeñado la polémica de turno, nos alecciona, se ríe de nosotros, nos exprime a base de impuestos y se presenta a las elecciones esperando a que les votemos. ¡Pues que esperen sentados!

 

La tarde del 23 de octubre de 1940, el jerarca de la dictadura alemana y el Partido Nacionalsocialista Heinrich Himmler visitó la abadía de Montserrat, corazón espiritual de Cataluña y morada de la virgen más venerada de mi tierra, la Mare de Déu de Montserrat, conocida popularmente como “La Moreneta”. Toni Soler todavía no había nacido, así que perdió la oportunidad de saludar al Reichsführer-SS.

 

 

Antonio Hidalgo Diego


[1] Dircomfidencial, 20-11-2017.

[2] Crónica Política de El Español, 4-11-2020.

[3] El Debate, 12-4-2023.


Charla sobre cristianismo, con Félix Rodrigo Mora y Javier Calvo Tolosa


 

viernes, 24 de diciembre de 2021

¡FELIZ NAVIDAD! Editorial de "Amor y Falcata" de diciembre de 2021

 


‘La verdadera patria del hombre es la infancia’, afirmó el poeta austríaco Rainer María Rilke con ese tufillo machista tan de moda hace 100 años. El escritor Franz Kafka justificó su carácter mohíno y pusilánime culpando a un padre excesivamente riguroso y autoritario que llegó a dejarle encerrado en el balcón unas cuantas horas durante una dura noche de invierno en Praga. Otro escritor, el norteamericano Charles Bukowski, poema tras poema, relato tras relato, no hacía más que responsabilizar a su padre por haber elegido el alcoholismo como modus vivendi, dando por hecho que se trataba de una respuesta provocada por las palizas que recibió a diario cuando era un niño. Tal vez por esta razón el dramaturgo Osvaldo Quiroga afirmó que ‘la mayoría de nuestras desdichas provienen de esa época (la infancia) que para nadie fue un sueño dorado, pero que para cada uno fue el ensayo general de lo que sería la propia existencia del adulto que todavía somos’.

Saturno, como el padre de Bukowski o el progenitor de Kafka, devoraba a sus hijos, tal y como supo plasmar Francisco de Goya en su conmovedora pintura. Y en honor de este dios, los romanos, que no daban puntada sin hilo, celebraban en estas fechas que vivimos las saturnales, unas fiestas que los cristianos supieron despreciar para sustituirlas por la Navidad. En las saturnales se oficiaba un sacrificio en el Templo de Saturno, se intercambiaban regalos, se organizaban banquetes, se festejaba con desenfreno y la moralidad de los ciudadanos se relajaba notablemente durante las fechas en las que los romanos se entregaban a esta especie de carnaval grotesco. Unas fiestas que nacieron tarde, ya en el siglo III a.C., y por iniciativa del Senado de la República: el Estado quería que la plebe olvidase la dura derrota que les habían infligido los cartagineses. Con el transcurso de los años las saturnales se desprendieron de cualquier resquicio popular, espiritual y astrológico, a la par que iba aumentando el número de días de duración de unas celebraciones orgiásticas convertidas, ya en época imperial, en un auténtico esperpento.

Saturno, hijo del Cielo y de la Tierra, obtuvo el supuesto privilegio de ostentar el poder pese a ser menor que su hermano Titán, a cambio, eso sí, de renunciar a la descendencia. Solo una sociedad sin futuro puede entregarse al culto de una divinidad que devora a sus hijos y renuncia a la vida a cambio del poder temporal. Solo una sociedad sin futuro puede odiar a los niños, al tiempo que se entrega a las diversiones vanas, la glotonería y la embriaguez, como triste evasión de un grupo de personas que admiten que la vida se les escapa y que las riendas de la civilización se les han escurrido de las manos. Una “saturnal” especialmente bochornosa se produjo cuando los habitantes de Berlín, los mismos que habían apoyado la locura nazi hasta el final, celebraron con desesperación suicida la inminente derrota militar del Tercer Reich; mientras los berlineses se emborrachaban como piojos, los tanques del Ejército Rojo entraban en la ciudad con la única oposición de un grupo de niños con fusil y uniforme.

En los estertores de la putrefacta Roma nació la Navidad, igual que nacen algunas flores primaverales abriéndose paso bajo las últimas nieves. ‘Navidad’, no se nos olvide, es un término que significa ‘nacimiento’. ¿Qué celebramos en estas fechas? El nacimiento. No de Dios, ni siquiera de Jesús de Nazaret; ¡por supuesto que no celebramos el nacimiento del hijo de una mujer virgen!, un aditivo surgido de la imaginación de la Iglesia. El pesebre representa el nacimiento de un ser humano, hijo de su madre y de su padre. Algo tan simple, tan común, tan vulgar como el alumbramiento de un nuevo ser humano. Aunque, ¿puede haber algo más mágico y maravilloso? Y, como no podía ser de otra manera, la Navidad coincide con el solsticio de invierno, con el triunfo de la luz frente a la oscuridad, pues es justo en este punto del viaje cósmico cuando los días serán cada vez más largos, y las noches, más cortas.

Los poderes del Estado y del dinero, los señores de las tinieblas, llevan años haciéndonos creer que la Navidad se limita al consumo de objetos superfluos comprados en internet o mientras paseamos por las zonas comerciales iluminadas por las cruces invertidas que adornan las calles de ciudades como Granada o Zaragoza. La Navidad ha sido despojada de su carácter popular, familiar y amoroso para ser entregada a los mercaderes que venden juguetes transgénero, vaya a ser que éstos se declaren en huelga. ¡Ningún niñe sin juguete! Ningún niño con amor. Ningún niño en nuestras vidas. Este parece ser el lema de una sociedad que venera el aborto y considera que la maternidad esclaviza a las mujeres. Una sociedad, la nuestra, que compra niños en el tercer mundo para satisfacer el “derecho a la maternidad” de sus compradores, al tiempo que consume pornografía infantil. Una sociedad destinada a la extinción por tener un índice de fecundidad de 1,18 hijos por mujer según las cifras oficiales (las reales deben ser mucho peores).

Una sociedad, la nuestra, que ha dado luz verde a la vacunación infantil contra el Covid-19 para que todas las familias puedan comer en el McDonald’s, ir al cine para ver el último bodrio sobre Santa Claus y su reno volador o poder viajar a Disneyland París para hacerse fotos con un desgraciado disfrazado de ratón Mickey en medio de un marco arquitectónico de cartón piedra. Mientras los adultos se entregan a una saturnal autodestructiva de bebida, comida y viajes, previo escaneo del ‘Pasaporte Covid’, los pocos niños que quedan se asfixian en el colegio por llevar puesto el bozal obligatorio y están padeciendo o padecerán miocarditis, arritmias y parálisis de Bell a causa del tratamiento génico experimental al que están siendo sometidos por culpa del miedo y el egoísmo de sus progenitores, por culpa de la maldad del Estado. ¿Qué futuros adultos serán los niños de hoy si sus padres los convierten en moneda de cambio para poder seguir disfrutando de unos pequeños placeres hedonistas que jamás llenarán de plenitud sus desorientadas vidas?

Ahora, mejor que nunca, celebremos la Navidad. Celebremos la vida y la grandeza del ser humano. Celebremos el futuro, el porvenir de nuestra familia y de nuestro pueblo. Celebremos que estamos vivos, celebremos el amor a nuestros iguales. Es hora de compartir, de reír, de cantar, de abrazarse, de juntarse y de rejuntarse. ¡Incumplamos las normas y directrices que atentan contra la vida y contra el amor! DESOBEDECE. ¡Juntémonos todos! Unos cuantos, unos muchos; vacunados y sin vacunar, para dar abrazos sin mascarilla y besos sin mascarilla; para brindar por un futuro sin miedo y sin restricciones dictatoriales. Porque cuando recuperemos la alegría volverán la salud, las ganas de vivir, el anhelo de libertad y las ganas de amarnos y reproducirnos.

-¡Escucha esto, Melchor! ¡Y vosotros también, Baltasar, Papa Noel, Olentzero y toda la pandilla!- ¡A los niños no hay que regalarles juguetes, ni vacunas! A los niños hay que brindarles un futuro de valores y de libertad. En estas fiestas regalaremos a los niños y a los jóvenes conocimientos, habilidades, valores, seguridad en sí mismos, coraje, un buen ejemplo y mucho cariño, pues solo de esta manera llegarán a ser adultos funcionales y de provecho.

Ahora, mejor que nunca, celebremos la Navidad.


martes, 28 de septiembre de 2021

CULPA, VENGANZA, PERDÓN

 



El cine se ha utilizado como herramienta del poder para adoctrinar a las masas. Esta ha sido, y no otra, su principal función y razón de ser. Productores, directores, guionistas y actores han formado parte del clero adoctrinador de la modernidad, una casta sacerdotal que usaba como reclamo para atrapar a los incautos la belleza de sus imágenes y el encanto de sus historias, burda manipulación de los sentimientos del pasivo espectador que acudía al tocólogo de emociones previo pago de una entrada que le aseguraba ser sermoneado para creerse más culto y mejor ciudadano.

Hoy es prácticamente imposible ver una buena película. El cine actual se ha desprendido de su bonito envoltorio de luces de neón y belleza de postín para mostrarse tal cual es, pura propaganda. Hace ya tres décadas era casi imposible ver películas de cierta calidad como Teniente Corrupto (1992), una oscura y controvertida película dirigida por Abel Ferrara y extraordinariamente protagonizada por Harvey Keitel. Tan bueno fue el resultado del filme que la industria del celuloide tuvo que lanzar una reposición en 2009 para enterrarlo en el olvido: la película Teniente Corrupto de Werner Herzog, protagonizada por un vergonzoso Nicolas Cage, es más mala que la quina.

El cine es cosa del pasado, y en su funeral admito que soy uno de esos incautos que ha malgastado a saber cuántas horas de su vida delante de una pantalla, reducido a triste receptor de la ingeniería social de Hollywood. Hace ya un tiempo que decidí, igual que el cura del Quijote, realizar un donoso escrutinio de todas esas obras que me han secado los sesos; y si el Licenciado Pedro Pérez salvó del fuego a la novela Tirant lo Blanc de Joanot Martorell, yo haré lo propio con el Teniente Corrupto de Abel Ferrara, una peli tan cruda y realista, como trascendente.

El teniente, corrupto hasta el paroxismo, no tiene nombre. Es un policía de Nueva York casado y con hijos, que se pasa el día y la noche fuera de casa, bebiendo y tomando todo tipo de drogas en compañía de prostitutas. En medio de una irreversible crisis personal, el teniente trabaja en la investigación del asalto a la iglesia católica del barrio, un acto vandálico en el que los agresores destrozaron el templo, se entregaron a todo tipo de sacrilegios y violaron y torturaron a una joven monja de origen irlandés. El policía solo necesita reunir las pruebas suficientes para incriminar a los culpables, pues todo el barrio conoce la identidad de los jóvenes autores de la brutal agresión, antiguos alumnos de la joven a la que violaron. Mientras avanza la investigación, se acelera también la caída al abismo del antihéroe, entregado en cuerpo y alma a su propia autodestrucción, un proceso aniquilador que no pasa por alto la ludopatía. En las series finales de béisbol se empaña en apostar su dinero, y el de sus colegas, a la improbable victoria de los Mets, y dobla la apuesta tras cada derrota sin disponer del capital suficiente para hacerse cargo de la enorme deuda contraída con la mafia.

La ‘culpa’, según la teología, es ‘el pecado o transgresión voluntaria de la ley de Dios’. El teniente se siente tan culpable por su vida disoluta como deberían sentirse los delincuentes a los que investiga, así que mientras se autodestruye por puro arrepentimiento poniendo en serio peligro su vida timando a la mafia y consumiendo estupefacientes, propone a la joven novicia “tomarse la justicia por su mano” y matar a los violadores, en vez de detenerlos. Pero la monja se opone a esta propuesta de venganza con gran entereza y paz de espíritu, asegurando haber perdonado ya a sus torturadores. El teniente pretendía redimirse a sí mismo cometiendo un asesinato que vengara el honor de otra persona, depositando su propia culpa en unos jóvenes camellos de poca monta que habían cometido un crimen mesurablemente más aberrante que los desmanes habituales del funcionario.

¿Cuántas ideologías líquidas y terapias modernas pretenden liberarnos de nuestra culpa encerrando nuestro ego en una burbuja solipsista y depositando la responsabilidad de nuestros actos en otras personas, desde nuestros padres a nuestra expareja, pasando por aquellos jefes y profesores que nos hicieron la vida imposible o por misteriosos traumas intergeneracionales acontecidos siglos ha? La culpa es el resultado de un yerro personal que implica una responsabilidad individual, un doloroso aviso que nos recuerda que no hemos actuado correctamente, que nos hemos equivocado, y que por nuestras decisiones hay otras personas que han salido malparadas. Así que la culpa no es buena ni es mala, convive con nosotros, y es tan humana como el dolor, la muerte, el miedo y la enfermedad. La culpa es un mecanismo necesario que ayuda a regular el comportamiento humano. Un mundo liberado de toda culpa sería muy guay y muy new age, pero también daría paso a una sociedad de psicópatas reincidentes.

Tan nocivo es renunciar a la responsabilidad de nuestros actos como asumir la culpa de los crímenes que han cometido otros. Igual que no debemos cargar con las consecuencias del comportamiento de las personas que nos rodean, tampoco debemos caer en la trampa del autoodio que tanto fomentan las instituciones de poder, sus intelectuales a sueldo, medios de comunicación y grupos de presión. Ser europeo no me convierte en imperialista; ser “blanco” no implica ser racista; vivir en el siglo XXI no me hace responsable del llamado cambio climático; y que sea hombre no significa que sea machista. La culpa no debe ser desviada a otras personas, ni diluirse en un colectivo. No soy rebelde porque el mundo me ha hecho así, como aseguraba la escuela sociológica de Chicago; no vivo en un país disfuncional porque Colón descubriera América; ni soy un solitario mamarracho con baja autoestima por vivir en una sociedad homófoba y heteropatriarcal. Como dijo Karl Jaspers, ‘solo es criminal el individuo’[1]. Que cada palo aguante su vela, y que cada hijo de vecina asuma la responsabilidad de sus malos actos tratando de no volver a cometerlos.

Pero somos humanos, imperfectos, así que cometemos errores y dañamos a otras personas. El teniente corrupto de Abel Ferrara es una exagerada caricatura de todos nosotros, el reflejo perverso que no queremos ver en el espejo. Porque no somos seres de luz, y el mal es una elección que muchas veces escogemos, por comodidad, por ignorancia, por codicia, por error, por imitación, por costumbre, por lujuria, porque obedecemos órdenes, por envidia, porque sí.  El dolor que infligimos a los demás no desaparece con una disculpa, sino que es un daño irreversible que solo fingimos camuflar, como el que pone un parche en una rueda pinchada. La culpa que arrastramos será más llevadera cuando asumamos la responsabilidad de redimir nuestras faltas. La ‘redención’, según la RAE, consiste en ‘rescatar, sacar de la esclavitud al cautivo mediante precio’ (primera acepción). La culpa nos esclaviza en cumplimiento de una condena cósmica que nos recuerda a todas horas que tenemos un cadáver enterrado en el jardín de nuestra azotea. Solo la consciencia de nuestros malos actos y el compromiso personal de no volver a cometerlos puede pagar el precio de nuestra culpa y liberarnos.

Una sociedad egocéntrica, maquiavélica y desespiritualizada como la que hemos consentido edificar no favorece, precisamente, la asunción de responsabilidades. Cada día soportamos todo tipo de injusticias por las que no obtenemos ningún tipo de reparación. Recibimos los golpes, nos sentimos impotentes, nos llenamos de rabia. Friedrich Nietzsche escribió en La genealogía de la moral (1887): ‘Todos los instintos que no se desahogan hacia fuera se vuelven hacia dentro (…) La enemistad, la crueldad, el placer en la persecución, en la agresividad, en el cambio, en la destrucción… Todo esto se vuelve contra el poseedor de tales instintos: ése es el origen de la mala conciencia’. Muchos se deprimen, algunos se suicidan, otros se evaden de una realidad cada vez más difícil de soportar; la mayoría se rinde. Nietzsche nos propone desahogar las frustraciones que nos ocasionan los abusos que recibimos descargando nuestra ira en aquellos que son más débiles que nosotros, en nuestros iguales o en las personas con que las que convivimos. Frente a la actitud católica de la monja de poner la otra mejilla mientras estaba siendo vejada, la no menos católica respuesta del teniente: iniciar una larga marcha hacia la autodestrucción agobiado por el peso de la culpa. Todas ellas son pésimas soluciones.

El teniente, desesperado por sus patéticas circunstancias, despierta de su martirio autoimpuesto y pretende descargar su culpa vengando a una chica que representa toda la pureza de la que el policía adolece; el protagonista cree que el individuo puede vencer a la injusticia mediante la práctica de la venganza. ¿Cuántas veces habré fantaseado con matar con mis propias manos a determinados psicópatas que salen en televisión? ¿El “placer” de practicar la violencia contra los malvados nos hace libres? ¿Cuántas películas de Hollywood han glorificado la sed de venganza, como Harry el sucio, Kill Bill o Django desencadenado?

Los filósofos estoicos estaban convencidos de que la venganza nos enferma, y el perdón nos cura. Séneca abogaba por el uso de la razón y no dejarse arrastrar por la servidumbre de la ira; Epicteto rechazaba el derecho de venganza, también el de las instituciones del Estado; Marco Aurelio apostaba por la comprensión de las faltas del prójimo. Así que el perdón (la clementia latina) no es un invento judeo-cristiano, sino que estaba muy presente en la Antigüedad, tal y como ha argumentado Charles L. Griswold[2]. Entregarse a la venganza es dejarse dominar por las pasiones: perdemos el control de nuestros actos, nos rebajamos a la altura de quien nos ha ofendido y demostramos que hemos sido incapaces de asumir un dolor que nos ha acabado destruyendo, en vez de hacernos más fuertes. La venganza no enmienda el daño que nos han infligido, ni puede resucitar a los muertos. La venganza no puede reparar lo irreparable. Saber perdonar no nos convierte en personas débiles, sino en individuos autoconstruidos y seguros de nosotros mismos.

Después de tocar fondo al masturbarse en la calle delante de dos adolescentes a las que coacciona enseñando su placa, el teniente visita la destrozada iglesia y recibe la aparición de Jesucristo, al que suplica perdón por sus pecados y acaba besando los pies. Tras esta revelación, tal vez provocada por el consumo de alucinógenos, el teniente corrupto decide redimirse a sí mismo con un sorprendente acto de generosidad: se dirige al antro en el que malviven los dos jóvenes violadores y, lejos de acabar con sus vidas tal y como el espectador espera, los secuestra, les entrega una buena suma de dinero y los mete en un autocar que les va a trasladar a la otra punta del país con la condición de que no vuelvan a pisar Nueva York y empiecen una nueva vida más edificante y mejor. En la siguiente escena, el redimido policía cae abatido por los disparos de la mafia.

Nunca sabremos si los dos jóvenes violadores consiguieron redimirse y dejar atrás su vida de odio y de violencia. Probablemente se gastarían el dinero en armas, en drogas o en regresar a la ciudad para seguir haciendo de las suyas. Nunca lo sabremos, porque es un relato de ficción. En todo caso, ¿quién era el teniente corrupto para redimir a nadie? Podría haber empleado sus energías en rehabilitarse a sí mismo, enderezar su vida desnortada y dar amor a su familia. Porque el verdadero acto de amor de esta historia lo protagonizó la joven monja que tuvo la entereza de perdonar a sus agresores demostrando más valentía en otorgar el perdón que en la defensa de su integridad.

‘Al que te hiera en la mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite la capa, no le niegues tampoco la túnica’ (Lucas, 6:29). Este versículo evangélico, probablemente falseado por la Iglesia romana, es una auténtica aberración. Saber perdonar las faltas de los que nos ofenden no significa abandonarse al masoquismo. Permanecer pasivo ante las ofensas es aceptar la moral del esclavo, justificar la injusticia, colaborar con el abusador y desprenderse de la dignidad humana. La religiosa irlandesa de la película de Ferrara debió luchar con todas sus fuerzas para evitar ser violentada por los dos adolescentes, pelear hasta la muerte o hasta causar la muerte a sus agresores. Tan legítimo es el derecho de defensa, como innecesario el de venganza. Las guerras son tan despreciables como convenientes cuando estamos siendo ultrajados. ‘Las armas son instrumentos de mal agüero y la guerra es un asunto peligroso (…) Las armas solo deben usarse cuando no existe otro remedio’, El arte de la guerra de Sun Tzu.

A todas, todos y todes aquellos que me habéis censurado este verano por argumentar la perversidad del feminismo de Estado; a todos los libreros que no queréis vender mi libro porque molesta al poder establecido; a todos los que me habéis impedido hacer actos públicos por no ser políticamente correcto; a los que habéis censurado mis contenidos en las redes sociales; a los que han hecho libelos difamatorios contra mi persona de forma anónima; a los que me habéis insultado por no compartir vuestras ideas (que son las del poder); a los que me habéis ordenado censurar mis textos; a todos vosotros, yo os perdono. Pero tened bien presente que no soy como la monja de Teniente corrupto: sé defenderme y os haré frente. Responderé a cada una de vuestras agresiones con la contundencia de mis textos y mis argumentos, y estoy dispuesto a entablar una lucha encarnizada cada vez que no respetéis mi libertad de conciencia y de expresión.

Os comprendo. Sé que tenéis vuestras razones. Unos lo hacéis por ignorancia, otros por dinero, otros por pura intransigencia. No quiero convenceros de nada, ¡pensad como os dé la gana!, podéis seguir siendo unos fascistas posmodernos, de esos que reprimen sin dar la cara. Cuando recapacitéis y dejéis de ser censores quedaréis redimidos, y juntos podremos aprender a convivir y a trabajar por el bien común.

 

                                                                 ANTONIO HIDALGO DIEGO

Colectivo AMOR Y FALCATA 


[1] La pregunta por la culpa. De la responsabilidad política de Alemania (1946).

[2] Ancient Forgiveness. Classical, Judaic and Christian (2012).


sábado, 15 de mayo de 2021

DIOS AL SERVICIO DEL PODER. La religión como instrumento de dominación

 

                DIOS AL SERVICIO DEL PODER              

          LA RELIGIÓN COMO INSTRUMENTODE DOMINACIÓN

 

 

I.               Hebreos, jázaros y religión judía

 

Los hermanos judeo-franceses Roger y Messod Sabbah aseguran que el origen del pueblo hebreo se encuentra en el antiguo Egipto. Después de un largo estudio en los campos de la filología y la arqueología, los dos investigadores han llegado a la conclusión de que Abraham, el patriarca del pueblo hebreo, no era natural de Ur, en la Baja Mesopotamia, sino que se trataba en realidad del faraón egipcio Akenatón, esposo de Nefertiti y adorador de un solo dios, así que introductor del monoteísmo religioso. Tras el breve reinado del joven Tutankamón, Ay, nuevo faraón y furibundo politeísta, ordenó la expulsión de Egipto de los adoradores de un solo dios afincados en la ciudad de Aket-Aton, la tierra natal de Akenatón y Nefertiti. Este fue, según los hermanos Sabbah, el ‘Éxodo’ que relata la Biblia y en el que Moisés condujo a su pueblo a la tierra de Canaán, entonces una remota provincia del imperio egipcio. Esta emigración dataría del siglo XIV a.C. y concluyó con la fundación del reino de Judea o Yahuda; ‘yahud’ significaría ‘adoradores del faraón’[1]. El psiquiatra judeo-austríaco Sigmund Freud llegó a la misma conclusión con un siglo de anticipación, cuando aseguró: ‘Si Moisés fue egipcio, si transmitió su propia religión a los judíos, fue la de Akenatón’[2].

Tras la diáspora del pueblo hebreo en los siglos I y II d.C. ordenada en primer término por el emperador romano Tito tras la destrucción del Segundo Templo de Jerusalén, los judíos se expandieron por ciudades de todo el mundo, fundando sinagogas y juderías. Sorprende que en la actualidad más del 80% de los judíos del planeta son del grupo ‘asquenazí’, es decir, descendientes de los judíos que durante la edad media poblaron Europa oriental y central y desarrollaron el idioma yidis, una lengua que aglutina elementos germánicos, pero también eslavos y de la lengua hebrea. Sorprende, porque los asquenazíes no son descendientes de los hebreos del reino de Israel, sino de los habitantes del reino de Jazaria que decidieron convertirse al judaísmo en el siglo IX d.C. La conversión al judaísmo de la mayor parte del pueblo jázaro se mitificó con la creación de un ancestro legendario común, Kozar, supuesto hijo de Togarmés, así que bisnieto de Jafet, uno de los tres hijos del patriarca bíblico Noé[3]. Los jázaros fueron un pueblo túrquico originario de Asia central que se asentó en la zona situada entre el Mar Negro, el Mar Caspio y el Cáucaso en el siglo VII d.C. El judaizado reino jázaro consiguió derrotar y frenar la expansión del Islam hacia el este de Europa, aliándose con el Imperio Bizantino. El reino de Jazaria acabó siendo absorbido por Rusia.

 

II.            Los orígenes del cristianismo y la persecución de los cristianos

 

El cristianismo fue un movimiento revolucionario que combatió al poder en la época de Jesús de Nazaret, enfrentándose a las instituciones estatales asentadas en Judea que dirigían los colonizadores de los ejércitos romanos en connivencia con el clero judío local. Tal y como muestran los Evangelios, y han analizado autores como el beato de Liébana, Friedrich Engels o Karl Kautsky[4], el cristianismo, además de una secta religiosa, fue un movimiento social-revolucionario que se opuso a la violencia de los legionarios romanos, a la avidez de los recaudadores de impuestos, a la codicia de los ricos mercaderes, al trabajo esclavo y al patriarcado impuesto por el derecho romano. Los cristianos propusieron una nueva sociedad basada en el amor al prójimo, la dignificación del trabajo manual, la comunidad de bienes y la toma de decisiones democrática a través de la ‘asamblea’ (palabra que en griego se denomina ‘ekklesía’, de la que ha derivado ‘iglesia’). Una base doctrinal que estaba presente entre los judíos esenios, pero también entre los vascones, celtíberos e íberos, razón por la que el cristianismo encajó a la perfección en la cosmovisión de los pueblos de la Península Ibérica que sufrían el yugo de un Imperio Romano en descomposición. El cristianismo fue uno de los fundamentos doctrinales de la Revolución bagauda de los siglos III al V d.C., que a su vez fue la punta de lanza de la Revolución altomedieval[5].

Como respuesta a la militancia cristiana, los romanos se emplearon a fondo en la persecución de los cristianos. Tras las primeras persecuciones protagonizadas por el clero judío, los emperadores de Roma Nerón y Domiciano (siglo I) comenzaron la temprana persecución de los cristianos, aunque ésta se agudizó con la crisis del Imperio en el siglo III y tuvo su máxima expresión un siglo después durante el mandato de Diocleciano, perpetrador de la llamada ‘Gran Persecución’ (303-313) durante la cual ciudades enteras fueron arrasadas y miles de personas fueron martirizadas por sus creencias religiosas en un intento desesperado del orden estatal por evitar el colapso de un Imperio agonizante. 

Hoy día los cristianos son un colectivo ridiculizado, perseguido y exterminado. Las películas y series de la televisión, los “intelectuales” de Twitter, los políticos de la izquierda y hasta los libros de texto identifican ‘cristianismo’ con fundamentalismo religioso, pensamiento anticientífico y curas pederastas[6]. Mientras los cristianos de Sri Lanka son masacrados, las actrices del colectivo Femen se desnudan como “protesta” frente a iglesias y catedrales, pero nunca en delegaciones del gobierno, comisarías de policía, edificios de la banca, mezquitas, sinagogas o pagodas. Solo en 2018 fueron asesinadas 4.305 personas en el mundo por el hecho de ser cristianos; uno de cada cinco cristianos del planeta (dos de cada cinco en Asia) está legalmente discriminado o su vida corre peligro a causa de sus creencias religiosas. Después de muchos años pasando por alto el genocidio, hasta el papa Francisco ha tenido que denunciar una persecución que es ‘mayor y tiene la misma crueldad que la que se vivió en los primeros siglos de la cristiandad’, una denuncia que han pasado por alto la mayoría de los medios de comunicación de masas[7]. Los Estados que están persiguiendo de manera más activa a los cristianos son: Corea del Norte, Afganistán, Somalia, Libia, Pakistán, Eritrea, Yemen, Irán, Nigeria, India, Irak, Siria, Sudán, Arabia Saudí, Maldivas, Egipto, China, Myanmar, Vietnam y Mauritania[8]. Solo en Francia ardieron 878 iglesias en 2017 y otros 1.062 templos cristianos fueron atacados en 2018[9].

 

III.          La creación de la Iglesia romana para neutralizar el cristianismo

 

En el año 325 se celebró el Primer Concilio de Nicea, un congreso que reunió en la provincia romana de Bitinia (actualmente Turquía) a un buen número de obispos que acudieron a la convocatoria del emperador Constantino I el grande. El primer concilio ecuménico de la historia fue presidido por el obispo Osio de Córdoba, muy próximo al poder imperial romano, y tuvo como “logros” la creación del primer derecho canónico (leyes de la Iglesia, contrarias a los usos y costumbres populares), la estructuración jerárquica de la Iglesia en patriarcados y diócesis (presididos por arzobispos y obispos respectivamente), la unificación de la doctrina cristiana (con el celibato obligatorio para los sacerdotes) y la condena de la herejía arriana que negaba la divinidad de Jesús.

En resumen, el Concilio de Nicea supuso la creación de la Iglesia y la traición del clero “cristiano” al cristianismo original. La Iglesia romana permitió la supervivencia de un Imperio que tenía los días contados. Más que la obra de Jesucristo y sus seguidores, la Iglesia de Roma es una estructura de poder, rica y jerarquizada, así que esencialmente anticristiana. El arquitecto del Concilio de Nicea fue Constantino, el mismo emperador romano que había tolerado el cristianismo tan solo doce años antes en el llamado Edicto de Milán (313). En el año 380 el emperador Teodosio I el grande decretó el Edicto de Tesalónica, llamado A todos los pueblos, una ley imperial por la que el “cristianismo niceno” se convirtió en la religión oficial del Imperio, prohibiéndose incluso la celebración de sacrificios animales a los dioses paganos.

 

IV.          El verdadero origen del Islam

 

Según la historiografía académica, Mahoma nació en la ciudad árabe de La Meca a finales del siglo VI d.C. y fue el profeta del Islam. Según los historiadores estadounidenses Jay Smith y Robert Spencer, en el siglo VII La Meca no existía, y Mahoma, tampoco. Así pues, la creación de un Estado islámico no respondió a un fenómeno religioso, sino estrictamente político y militar; la religión llegó después, así como el relato legendario de la vida del profeta. Los primeros textos que hablan de Mahoma datan de la última década del siglo VII; los documentos escritos por los pueblos que sufrieron la invasión árabe nunca hacen referencia a una religión, ni a su libro sagrado (el Corán), ni tampoco al profeta Mahoma, y no denominan a sus enemigos ‘islámicos’ o ‘musulmanes’, sino ‘ismaelitas’ (la expresión ‘ismaelita’ es equivalente a ‘agareno’ y en ambos casos se refiere a los descendientes de los personajes bíblicos ‘Ismael’, ancestro de los árabes, y ‘Agar’, su madre), ‘sarracenos’ (antigua tribu del norte de Arabia) o muhayirun(que significa ‘emigrantes’); incluso en las inscripciones y monedas islámicas no se menciona ningún aspecto religioso hasta el siglo VIII, llegando a inscribirse cruces en el relieve de algunas de sus monedas[10].

Mientras los ejércitos árabes conquistaban nuevas tierras y derrotaban a sus enemigos, el Estado islámico sometía a sus habitantes mediante la imposición de una nueva religión monoteísta que copiaba la mayoría de sus elementos del judaísmo y de los dogmas de la Iglesia cristiana. ‘Islam’ significa ‘sumisión’; ‘musulmán’ significa ‘obediente’. La religión musulmana no es más que una exitosa ingeniería social puesta en marcha por el califato omeya de Damasco y desarrollada por la dinastía abasí de Bagdad. Los mayores enemigos del califato eran dos imperios que tenían religiones bien asentadas: los bizantinos se apoyaban en la Iglesia cristiana y los persas en la religión zoroástrica. El Islam dotaba a un imperio tan grande y culturalmente diverso de cohesión social, al tiempo que garantizaba la identificación del pueblo (la ‘umma’ o ‘comunidad de creyentes’) con el Estado, un Estado militarista, totalitario, fiscalmente depredador, esclavista, liberticida y patriarcal. El papel de la religión islámica es similar al de los fascismos del siglo XX: conseguir que los individuos victimizados por el Estado estimen sus cadenas y apoyen la injusticia a la que están siendo sometidos[11]. Mientras que en Occidente el poder estatal quedó parcelado entre Imperio e Iglesia a través de la doctrina cesaropapista (‘al César lo que es del César…’), el Islam se establece como un credo político que no distingue entre los asuntos de fe y aquellos que tienen que ver con la guerra o el gobierno. La religión inventa un Dios y lo pone al servicio de la tiranía del Estado.

   

V.             El papel del Islam en la actualidad

 

El Islam se nos presenta como ‘la religión de la paz’ cuando es, justamente, lo contrario. Al-Andalus es presentado como un lugar idílico en el que convivían armoniosamente tres religiones: la musulmana, la judía y la cristiana; pero en verdad, la Hispania musulmana era una terrible dictadura esclavista[12]. Abderramán III era un psicópata, un tirano, un pederasta, un torturador, un asesino, un déspota que tenía hasta 2019 una estatua erigida en su honor en la localidad zaragozana de Cadrete, hasta que ésta fue retirada por orden del Ayuntamiento de derechas, ante la indignación de Unidas Podemos y la Chunta Aragonesista que calificaron la retirada de la estatua del califa de ‘intolerable’, ‘racista’ y motivada por el ‘odio’[13]. ¿Tan ‘racista’ como el propio Abderramán cuando acudía a la guerra con un ejército de esclavos negros que, para que no huyeran, defendían el campamento del califa de Córdoba encadenados con grilletes en los pies? ¿Tan llenos de ‘odio’ como Abderramán III cuando ordenó pasar a cuchillo a 500 prisioneros navarros durante el asalto a la fortaleza de Muez? ¿Tan ‘intolerante’ como demostró ser el monarca andalusí mientras se entretenía en su palacio de Córdoba torturando hasta la muerte a niños esclavos del África subsahariana o como cuando decidió besar y morder la cara de una niña de su harén antes de desfigurar su rostro con una antorcha porque la chica torció el gesto ante la repugnante acción del soberano adorado por la izquierda?[14] Otro que tuvo una estatua dedicada en su honor hasta el año 2013, en este caso en Algeciras (Cádiz), fue el caudillo militar Almanzor. Abu Amir Muhammad ben Abi Amir al-Maafirí, llamado Al-Manür (‘el victorioso’), se dedicaba a saquear ciudades y pueblos libres del norte de la Península Ibérica para debilitar al enemigo y, de paso, obtener un valioso botín de guerra del que destacaba especialmente la captura de niñas y jóvenes cristianas que luego eran vendidas como esclavas sexuales en los serrallos del mundo islámico. Sobra decir que han sido Unidas Podemos y el PSOE los partidos (feministas) que más se han indignado por la retirada de la estatua de Almanzor[15].

Mientras que el cristianismo es carca y contrario a las libertades, el Islam es guay, culturalmente enriquecedor y fascinante, o al menos eso piensa el progresismo europeo. Somos los habitantes de Europa los que tenemos que abrir la mente para aceptar las costumbres de los inmigrantes musulmanes, al mismo tiempo que los gobiernos de sus países de origen persiguen a los cristianos e impiden a los turistas europeos vestir a la manera occidental. Francisco Franco no pudo ganar la llamada Guerra Civil (1936-1939) sin el apoyo de los soldados marroquíes reclutados por el clero islámico[16]; el Tercer Reich se planteó islamizar Europa[17], proyecto que la Unión Europea de Angela Merkel está consiguiendo hacer realidad en el siglo XXI. Mientras escribo estas líneas, el archipiélago de las Islas Canarias está siendo invadido desde Marruecos por miles de hombres jóvenes musulmanes con la total connivencia de las “fuerzas de seguridad” del Estado español[18].

 

VI.          Las nuevas religiones

 

El feminismo es una ideología que, al estar apoyada y promovida por los Estados, adquiere el carácter de ‘religión’. Como en una teocracia, el feminismo es una creencia obligatoria que tiene un clero poderoso formado por mujeres del mundo de la política, las oenegés y las administraciones estatales que renuncian al sexo reproductivo y ordenan a sus congéneres cómo deben actuar, guiando el rumbo de toda la sociedad. Aquel o aquella que no comulgue con la ortodoxia feminista, resultará marginado y se convertirá en un elemento peligroso para todes, en un hereje. El feminismo se nutre intelectualmente de los doctores de la fe de su particular santoral de ilustres feministas, y hasta posee un libro sagrado que todas citan y casi nadie ha leído, El segundo sexo[19]. El credo feminista se asienta en un dogma difícil de demostrar: el heteropatriarcado o histórica conspiración de todos los varones para someter a todas las mujeres a lo largo de la historia. La religión política feminista tiene diosas (las mujeres idealizadas como seres de luz), demonios a los que combatir (el machismo de los hombres heterosexuales) y mártires (las víctimas de la violencia de género), pero jamás se enfrenta al poder establecido, ni cuestiona las instituciones estatales o la propiedad privada concentrada, quizá porque las feministas son unas fariseas que dicen desvivirse por los derechos de la mujer, pero que jamás apoyan a las mujeres necesitadas[20].

La teoría del cambio climático provocado por el calentamiento global del planeta a causa de la emisión de gases de efecto invernadero es otra religión política y, como el feminismo, está promovida por los poderes estatales y supraestatales, recogida en el corpus legislativo y es predicada constantemente a través de los medios de comunicación de masas y el sistema educativo. El dogma de base es alucinado, estrictamente anticientífico y más increíble que la virginidad de María[21]. Los “científicos” mercenarios, los que reciben premios y fondos monetarios de las universidades siempre que alimenten el fuego de la mentira, son el clero fundamentalista de la religión del cambio climático[22]. Si unas pastorcillas de Fátima acudieron a un bucólico paraje para recibir la palabra de la Madre de Dios, una repelente niña sueca acudió a las televisiones para transmitir un mensaje al conjunto de la humanidad y convertirnos a todos, siguiendo su divino ejemplo, en creyentes y devotos calentólogos. El cambio climático ha establecido su particular pecado original: todos los seres humanos somos culpables de la destrucción del planeta en el que vivimos por tener el nivel de consumo que los mismos poderes que difunden la teoría del cambio climático nos han condicionado a mantener.

La última religión política que los poderes han inventado es el Covid-19 [C-19], una plaga bíblica que azota la humanidad como castigo divino por haber ofendido a los dioses. De nuevo los “científicos”, esta vez los médicos y sanitarios, se postulan como clérigos que dictan las medidas supersticiosas a las que debemos someternos para que los dioses nos dejen en paz y vuelvan a congraciarse con nosotros. El hiyab sanitario, el tapabocas, ese trapo sucio que cultiva hongos y bacterias y nos obliga a respirar nuestro propio detritus, se convierte en un preciado amuleto que “nos protege” de un virus que traspasa sin problemas la mascarilla más eficaz sin conseguir infectar las vías respiratorias[23]. El demonio está en todos nosotros, así que debemos alejarnos de él evitando relacionarnos con otras personas que podrían infectarnos, especialmente por la noche, cuando el influjo del Diablo debilita nuestra voluntad pecaminosa. ¡Ay de quien no crea en la religión covidiana! Ese pecador será tachado de hereje y condenado al purificador fuego de la censura y el oprobio por ser un peligroso negacionista. Gracias a Dios, los sacerdotes del siglo XXI ya han bendecido el nuevo cuerpo de Cristo, el ARN mensajero del Homo Deus, y todos comulgaremos de rodillas cuando seamos inyectados por la tan esperada “vacuna”, maná de los dioses que recibiremos después de haber expiado todos nuestros pecados y de haber pasado por una larga penitencia de ERTES que no siempre se cobran, asfixiantes barbijos [velo], solitarios confinamientos [encarcelamientos domésticos] perimetrales, paternalistas toques de queda y dolorosas pruebas PCR [palito por la nariz][24].      

 

VII.        Conclusiones

 

‘La religión es el opio del pueblo’, es la instrumentalización de los miedos y de las necesidades espirituales humanas por parte de los poderes estatales con el objetivo de cohesionar, adoctrinar, someter y debilitar la conciencia revolucionaria[25]. La moral religiosa se centra en la obediencia al poder establecido, en la obediencia a la ley. La capacidad de adoctrinamiento de las instituciones de poder se ha incrementado notablemente gracias a la universalización del sistema educativo y a la influencia de los medios de comunicación. Estas herramientas permiten el abandono de las antiguas religiones, divinas y milagreras, y la implantación de las nuevas religiones líquidas que evitan los discursos metafísicos extraños a la mentalidad materialista de nuestra época y se adaptan a la perfección a las necesidades estratégicas concretas de los Estados que las apoyan.  

La religión judía pudo nacer por iniciativa de un sector del aparato estatal egipcio que acabó por formalizar el Estado de Israel; la cohesión social que ha otorgado el judaísmo al pueblo hebreo les ha permitido renacer como potencia política y militar treintaicuatro siglos después. Los jázaros conformaron uno de los Estados más poderosos de su época gracias a la adopción de una religión extranjera que les diferenciaba de los imperios vecinos, el islámico y el “cristiano” (es decir, el Imperio Romano de Oriente). Los árabes dieron un paso más cuando decidieron crear la religión más estatista, belicosa y contraria a la libertad que se conoce. El feminismo ha permitido la incorporación en masa de las mujeres al trabajo asalariado, la atomización de la sociedad a través de la ruptura de la institución familiar y la reducción drástica de la tasa de natalidad. El dogma del cambio climático permitirá que los obedientes ciudadanos acepten de buen grado la llamada ‘Agenda 2030’. El Covid-19 ha dinamitado nuestras libertades fundamentales y anticipa una reducción drástica de la población europea.  

El cristianismo no fue una religión[26] hasta el siglo IV, cuando el poder estatal romano lo adoptó y adulteró para usarlo como herramienta de control social a través de la Iglesia. Hasta entonces, el cristianismo se había construido desde abajo, siendo un movimiento esencialmente popular y contrario a los intereses de la oligarquía de la época.

La crisis de las sociedades contemporáneas y la debilidad estructural de las instituciones estatales[27] anticipan el nacimiento de un nuevo movimiento social, popular y revolucionario, que debe recuperar los valores axiológicos y apoyar la creación de una sociedad más libre, más justa, más amorosa, más eficiente, más armoniosa y más humana. Ha llegado el momento de escoger entre ser un ‘muslim’, un obediente seguidor de las religiones del poder, sean éstas las que sean, o un librepensador autoconstruido comprometido en la edificación de una sociedad nueva  y mejor.

 

Antonio Hidalgo Diego                                                                                                                                       Colectivo Amor y Falcata



[1] Los secretos del Éxodo. El origen egipcio de los hebreos (2000) de Messod y Roger Sabbah.

[2] Lo que dicen que oculta la Biblia (24/12/2000) en el suplemento ‘Crónica’ de El Mundo.

[3] La decimotercera tribu (1976) del británico de origen judeo-húngaro Arthur Koestler.

[4] Consultar: Evangelios y Apocalipsis de San Juan (siglos I-II d.C.); Comentarios al Apocalipsis de San Juan (776) del Beato de Liébana; Contribuciones a la historia del cristianismo primitivo de Friedrich Engels (1882-1895), con prólogo de Félix Rodrigo Mora, Potlatch, 2021; Orígenes y fundamentos del cristianismo (1908) de Karl Kautsky e Ideología e historia. La formación del cristianismo como fenómeno ideológico (1974) de Gonzalo Puente Ojea.         

[5] Consultar: Sobre el gobierno de Dios de Salviano de Marsella (439-451), traducido por José Francisco Escribano Maenza; Los bagaudas: rebeldes, demonios, mártires (1996) de J.C. Sánchez León y  los artículos de Félix Rodrigo Mora: El golpe final al orden romano en Europa: la revolución bagauda en Vasconia en el siglo V, publicado por Biltzarre eta Historiazaleok y Revolución bagauda y arte medieval, ponencia presentada en el encuentro Iruña-Veleia y el cristianismo (19/11/2016).

[6] Entre los azotes del cristianismo en la actualidad cabe destacar la gran labor de miembros de la nueva Inquisición anticristiana y bien remunerada como son el “gran” actor y tuitero Willy Toledo o de “prestigiosas” revistas de “humor” como El Jueves o Mongolia. ¿Cuándo se atreverán estos progres a publicar una portada satírica contra el Islam?

[7] La persecución de los cristianos hoy es mayor que en los primeros siglos de la cristiandad, actualizado el 22/4/2019 y publicado por ABC.  

[8] ‘Lista Mundial de la Persecución’ (2021), dentro de Puertas Abiertas. Sirviendo a los cristianos perseguidos.

[9] Hispanidad (28/4/2019).

[10] Consultar los textos The truth about Muhammed: Founder of the World’s Most Intolerant Religion (2006) y Did Muhammad Exist? An Inquiry Into Islam’s Obscure Origins (2012) de Robert Spencer; la conferencia Mahoma: una crítica histórica de Jay Smith y el documental The Sacred City: Is Mecca Really the Birthplace of Islam? de Dan Gibson, ambos documentos disponibles en You Tube.

[11] ¿Se inventaron a Mahoma? Artículo de Robert Spencer publicado en Libertad Digital, 9/5/2012.

[12] Consultar El mito del paraíso andalusí: musulmanes, judíos y cristianos bajo el dominio islámico en la España medieval (2018) de Darío Fernández Morera.

[13] El Economista.es, 18/6/2019.

[14] Testimonios del historiador cordobés Ibn Hayyan (987-1075) presentes en la Crónica del califa Abderramán III An-Nasir entre los años 912 y 942 y recogidos por Félix Rodrigo Mora en su artículo Abderramán III: el déspota que quemaba la cara y mataba a niñas (30/12/2016) publicado en Esfuerzo, Servicio y Combate.

[15] Mediterráneo Digital, 9/1/2017.

[16] Investigación sobre la Segunda República Española, 1931-1936 (2016) de Félix Rodrigo Mora, Potlatch.

[17] Heinrich Himmler, el jefe de las Waffen SS, dijo: ‘Tuvimos dos oportunidades de evitar las guerras religiosas entre católicos y protestantes pero las dejamos escapar. La primera surgió cuando los árabes invadieron desde el oeste, desde Andalucía, y la segunda cuando los otomanos invadieron desde el este. Lamentablemente, los alemanes jugamos un papel importante en la derrota de estas dos invasiones y privamos a Europa de la floreciente luz espiritual de la civilización del Islam’. Adolf Hitler opinó: ‘Ya ven que nuestra desgracia ha sido tener la religión equivocada. La mahometana habría sido mucho más compatible con nosotros que la cristiana, mansa y débil’. Citas extraídas de la obra: Los musulmanes en la guerra de la Alemania nazi (2021) de David Motadel.

[18] Consultar el artículo Canarias en la encrucijada. La situación geoestratégica en el N.O. de África (17/2/2021) de Karlos Luckas, publicado en revolucionintegral.org.

[19] El segundo sexo (1949) de Simone de Beauvoir. Para comprender mejor el análisis de esta obra se puede consultar El Minotauro en Alcàsser. Crimen sádico, voluntad de poder y feminismo de Estado (2020) de Antonio Hidalgo Diego, Potlatch.

[20] Mientras el feminismo se indigna por la llamada ‘brecha salarial’, nunca participa de las cada vez más escasas luchas laborales de las trabajadoras explotadas o despedidas por la empresa capitalista; mientras el feminismo clama por los derechos de las mujeres, las niñas explotadas por los servicios sociales de las Islas Baleares (por poner un ejemplo entre miles) ven como las políticas feministas les dan la espalda para apoyar a sus explotadores, trabajadores y funcionarios del Estado. 

[21] Consultar el documental La gran farsa del calentamiento global (2007), producido por Martin Durkin.

[22] No seré yo quien niegue la destrucción del medio ambiente, un hecho tan evidente como preocupante que debe empujarnos a cambiar nuestro estilo de vida: reducir el nivel de consumo y gasto energético, y promover una economía no derrochadora, rural, local y autosuficiente, es decir, una economía comunal contraria a la de mercado. El cambio climático es una constante natural a lo largo de la historia, pero resulta evidente que la deforestación y la agricultura agroquímica, intensiva y de regadío han conseguido alterar el régimen de lluvias y acelerar la desertización de buena parte de la Península Ibérica. Consultar Naturaleza, ruralidad y civilización (2008) de Félix Rodrigo Mora. El calentamiento global causado por los gases de efecto invernadero no es solo la excusa de los poderes estatales para disponer del territorio a su antojo al margen de la opinión y los intereses de sus pobladores, sino que también se utiliza para ocultar las verdaderas causas del cambio climático.

[23] Consultar el Informe de Revisión Científica Covid-19 disponible en biologosporlaverdad.es.

[24] Recomiendo el excelente artículo Feminismo y Covid (11/3/2021) de Alexei Leitzie, publicado en revolucionintegral.org.

[25] Recomiendo escuchar la versión interpretada por Víctor Jara de la canción Preguntitas sobre Dios del cantautor argentino Atahualpa Yupanqui.

[26] La palabra ‘religión’ procede del verbo latino ‘religare’, ‘religar’, ‘volver a atar’. 

[27] Consultar Autoaniquilación. El hundimiento de las sociedades de la última modernidad (2020) de Félix Rodrigo Mora, Potlatch.

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