jueves, 23 de septiembre de 2021

ENTREVISTA sobre el CRIMEN SÁDICO en uVe Disidente


Empecemos por el principio. ¿Quién es Antonio Hidalgo Diego?

Vivo en Cataluña y me gano la vida como profesor de historia en un centro de enseñanza secundaria. También me dedico a escribir; además de la autoría del libro El Minotauro en Alcàsser. Crimen sádico, voluntad de poder y feminismo de Estado (Potlatch, 2020) colaboro como articulista en el colectivo Amor y Falcata y este otoño publicaré la obra Trabajo libre. ¡No al salariado! que he escrito junto al filósofo Félix Rodrigo Mora.

¿Qué leeremos en ‘El Minotauro en Alcàsser’?

No es un libro centrado en el triple crimen de Alcàsser, sino una reflexión acerca de la naturaleza del crimen sádico en el presente, y a lo largo de la historia. Alcàsser es el paradigma de este tipo de sucesos, por la inocencia de las víctimas, el ensañamiento de sus victimarios y la gran relevancia que tuvo el suceso en los medios de comunicación españoles.

El texto indaga en las justificaciones ideológicas de este tipo de crímenes tomando como ejemplo a tres intelectuales de la modernidad: el egocentrismo y el clasismo que generan comportamientos sádicos, a través de la vida y la obra del escritor Donatien de Sade; el relativismo moral y el todo vale para hacer realidad la voluntad de poder, expresado por el filósofo Friedrich Nietzsche; y la justificación del sadismo y la pederastia que realizó la feminista francesa Simone de Beauvoir. A pesar de la dureza de las historias que relata y de lo aburrido que resulta leer a escritores como Sade, Nietzsche o Beauvoir, considero que El Minotauro es un libro accesible a todo tipo de lectores y respetuoso con las víctimas, a las que dedico la obra.

Si tuviera que escribir una descripción muy concisa del libro diría qué nos hablas de la relación del crimen de Alcàsser con multitud de crímenes sádicos, satánicos y despiadados a niños, a manos de las élites, gobiernos, poderes fácticos, etc. ¿El caso Alcàsser es un crimen sádico y satánico?

Sin lugar a dudas, Alcàsser fue un crimen sádico, en tanto que el móvil del triple asesinato, dijera lo que dijera la sentencia del juicio contra Miguel Ricart, no fue sexual, sino sádico, tal y como detalló en su informe pericial el forense Luis Frontela. Las tres niñas sufrieron durante días todo tipo de torturas y vejaciones, sexuales y no sexuales, unas agresiones especialmente perversas y refinadas.

El crimen de Alcàsser fue, efectivamente, un crimen satánico. No solo porque hay elementos compatibles con algún tipo de ritual esotérico, sino porque se ajusta a la perfección con las bases ideológicas del satanismo que definieron autores como Aleister Crowley o Anton LaVey. El satanismo no es más que la práctica absoluta de la libertad individual sin empatía ni responsabilidad, la satisfacción de cualquier capricho o deseo egoísta sin reparar en el daño causado a los demás, resumido en el lema ‘Haz tu voluntad: será toda la ley’, justo lo que hicieron los verdaderos autores del crimen de Alcàsser. ¡No hay que imaginar a un conjunto de friquis vestidos con hábitos negros que invocan a Belcebú en una especie de misa negra! El único “dios” al que adora esta gentuza es el dinero, y su única motivación es la de ejercer el poder sobre los demás.  

Hablas del sadismo del Marqués de Sade, del satanismo de los crímenes de Ciudad Juárez y del poder de Nietzsche. ¿Qué simbolismos o similitudes existen en el caso Alcàsser con crímenes sádicos, satánicos y de poder, del poder someter en otros países o de la historia?

No seré yo quien niegue los crímenes que cometen las personas de a pie, las personas humildes, nuestros vecinos; existen y son igualmente despreciables. El problema radica en que un obrero de una fábrica automovilística no suele tener ni tiempo, ni energía, ni los recursos que se precisan para organizar el secuestro de tres adolescentes, trasladarlas y mantenerlas encerradas durante días en un lugar que no levante sospechas y deshacerse de los cadáveres en helicóptero en un paraje de difícil acceso. Cuando una persona sin poder comete un crimen, lo más probable es que acabe con sus huesos en la cárcel. Este tipo de crímenes sádicos cometidos contra niños y adolescentes requieren de una gran impunidad de la que solo se benefician las personas de gran poder económico y político. Tapar la verdad del crimen de Alcàsser y construir una versión oficial falsa requiere de muchos contactos en las instituciones del Estado y en los medios de comunicación.

Por otro lado, hay que señalar la naturaleza misma del ejercicio de poder. Una persona cuyo trabajo consiste en ordenar asesinatos masivos, envenenar a los consumidores o engañar a los espectadores carece de escrúpulos morales y puede cometer esos mismos abusos en su vida privada. En el libro cito a numerosos personajes históricos que gozaron de gran poder y se consagraron al crimen sádico: el político soviético Lavrenti Beria, violador, asesino y torturador; el aristócrata Gilles de Rais, conocido como ‘Barba Azul’, sádico pederasta y asesino en serie; el emperador Tiberio; el príncipe de Condé; Isabel Báthory, la condesa sangrienta; y un largo etcétera.

Las élites de poder nos imponen unos tabúes que ellos mismos tienen el privilegio de transgredir. Que los miembros de estas minorías puedan viajar a la isla de las orgías de Jeffrey Epstein para violar a una niña les otorga un elevado estatus de privilegio, pues una cajera del supermercado iría a prisión si hiciera lo mismo, contando con que pudiera pagarse el billete o que fuera aceptada en el jet privado.   

¿El crimen de Macastre es un ensayo del crimen de Alcàsser?

Desconozco quiénes fueron los autores de ambos crímenes, así que no puedo asegurar que los responsables de ambos sucesos sean los mismos; aunque, si tuviera que apostar, diría que sí. Hay muchas coincidencias: pocos años de diferencia entre ambos casos; las víctimas vivían en la provincia de València y eran adolescentes de 14 y 15 años de edad; una de las niñas de Macastre sufrió torturas y amputaciones similares a las que padecieron las niñas de Alcàsser… ¡Que el día 27 de enero de 1989 apareciera en la calle Alcàsser de València el pie amputado de una de las víctimas de Macastre resulta de lo más sorprendente, teniendo en cuenta que un 27 de enero de 1993 aparecieron los cadáveres de Desiré, Miriam y Toñi!   

¿Crees en Juan Ignacio Blanco y las cintas?

No soy un hombre de fe. Más que creer, admiro la valentía y el rigor de la investigación que realizó el periodista y criminólogo Juan Ignacio Blanco. En una sociedad repleta de cobardes que son capaces de arrastrarse hasta los infiernos para mantener un puesto de trabajo, resulta encomiable el sacrificio personal que realizó JIB en pro de la dignidad de las víctimas.

El tema de las cintas ha hecho mucho daño a la causa que mantenemos viva las miles de personas que conocemos la falsedad de la versión oficial de Alcàsser. Juan Ignacio ha sido un héroe, pero no era infalible. Era un hombre coaccionado, que vivió durante décadas amenazado y sin poder trabajar porque estaba vetado por todos los medios de comunicación. Descanse en paz.

¿Qué fin tuvo el crimen de Alcàsser?

Cualquier operación de la élite se realiza a muchos niveles. Un ejemplo. Los atentados del 11-S sobre las torres gemelas de Nueva York permitieron justificar la invasión de Afganistán e Irak, pero también modificaron las leyes de los Estados Unidos y el transporte aéreo internacional para limitar los derechos y las libertades de los ciudadanos. Las personas pierden y engrosan las cifras de fallecidos, mientras que las élites incrementan su poder y se llevan el dinero de las compañías aseguradoras. Alcàsser se puede explicar de la misma manera. Fue un ritual, y también fue un crimen que satisfizo el sadismo enfermizo de unos cuantos malnacidos.

Aunque, por encima de todo, Alcàsser fue un crimen por poder, un crimen de Estado. Alcàsser fue un golpe de Estado en el que una minoría se hizo con todo el pastel financiero del Estado español, un pacto de sangre que aseguró la complicidad de los asistentes (que no tuvieron porqué participar en las torturas y violaciones, solo hacer acto de presencia), ya que los organizadores del evento reunieron las pruebas suficientes para chantajear a los beneficiados del nuevo reparto y asegurar su obediencia.

Alcàsser fue también un trauma colectivo representado a través de los medios de comunicación. El poder nos inculcó miedo, miedo de la gente del pueblo, miedo a nuestros iguales, inmolando a dos chivos expiatorios que eran un par de delincuentes de poca monta. Poco después “se atrevieron” a sacar en televisión a Fernando García, el padre de Miriam, para que dijera la verdad y nos sintiéramos impotentes, magnificando de esta manera el poder de la élite frente a su gran impunidad. 

En el libro hablas del feminismo de estado. Hay que matizar el feminismo como ideología o progreso femenino, para aclarar este dato, tenemos que hablar sobre el verdadero feminismo en la historia y el progreso de la mujer en la sociedad a lo largo de los años hasta la fecha. Sin dejar de lado el movimiento MeToo que ha ayudado recientemente a exponer toda clase de abusos a mujeres, incluidos poderosos como Harvey Weinstein. Pero nos hablas sobre el feminismo más poderoso, el feminismo con subvenciones del estado o el feminismo del gobierno, háblanos un poco de esto.

Mi libro acusa al Estado de cometer el crimen de Alcàsser; pongo en su sitio a altas personalidades de la política y las finanzas, con nombres y apellidos; denuncio otros crímenes similares. Así que podía imaginar, antes de publicar El Minotauro, que iba a tener problemas con la censura. ¡Lo que nunca hubiera imaginado es que todos los contratiempos provengan de mi crítica al feminismo institucional o feminismo de Estado! ¿Cuánta verdad puede haber en una ideología defendida hasta la saciedad por los medios de comunicación y las instituciones de poder que tiene que imponerse mediante la práctica de la censura? ¿Este feminismo defiende a las mujeres de las clases populares, cuando Ana Patricia Botín o la reina Leticia se han declarado “feministas”? Mi libro solo se puede encontrar en internet porque las librerías (salvo una) no se atreven a venderlo. Me han impedido hacer presentaciones públicas, me han censurado vídeos en las redes, incluso han impedido mi presencia en algunos lugares solo por criticar una ideología.

Evidentemente estoy a favor de la dignidad de las mujeres y en contra del patriarcado, por eso considero que es de vital importancia que haya un feminismo activo y combativo en las sociedades dominadas por el Islam. Pero, mientras las feministas subvencionadas alaban el patriarcado islámico y disculpan las violaciones grupales que una minoría de musulmanes comete contra mujeres y niñas europeas, me llaman “machista” única y exclusivamente por criticar su ideología y denunciar la misoginia de personajes tan siniestros como la escritora francesa Simone de Beauvoir.

El feminismo de Estado es satánico y es diabólico. Es diabólico porque el significado de esta palabra quiere decir ‘aquello que separa’, y ésta es una ideología perpetrada desde las alturas del poder para enfrentarnos con nuestros iguales, contra el amor y la convivencia. El feminismo de Estado es también satánico porque, partiendo de una idea noble, la igualdad de sexos, propone justo lo contrario, un paquete de leyes sexistas que consideran a las mujeres seres inferiores a las que las instituciones deben “proteger” de sus semejantes de sexo masculino. El feminismo de Estado es una ideología que elimina el amor y lo sustituye por la voluntad de poder, por el deseo de “empoderamiento”, de ver al otro como un objeto del que sacar algún tipo de beneficio.  

¿Qué te parece el documental del caso Alcàsser de Netflix?

Como documental, como producto comercial para la televisión, me parece correcto, no está mal. Como ser humano, considero que el documental de Netflix es una bazofia. Como un metrónomo, el documental va dando bandazos de lado a lado; primero alienta la versión oficial y luego da alas a los conspiracionistas, ¡como si pudiera haber dos verdades sobre un mismo suceso! Los “hechos probados” que ratificó la Audiencia Provincial de Valencia en 1997 no se ajustan a la realidad porque hay cientos de evidencias que los contradicen. Así que el documental despista al espectador poco informado y no aporta ningún dato relevante.

Y el final… El final del documental es un chiste de mal gusto, una broma pesada que ofende la inteligencia del espectador. ¡Alcàsser no fue un crimen machista! Fue un crimen misógino en el que participaron hombres, ricos y poderosos, pero también mujeres de la misma clase. Criminalizar a todos los hombres, a los hombres del pueblo, de un crimen tan aberrante es clasista y maquiavélico, además de falsario. Las élites fueron las que hicieron las leyes que discriminaban a las mujeres, no los hombres; los verdaderos autores del triple crimen de Alcàsser quisieron profanar lo más sagrado que existe: la vida humana, la infancia y el cuerpo femenino, que es creador de vida. No fue un crimen machista, sino un crimen de Estado contra la humanidad.

Te he visto en entrevistas por Youtube hablando del caso Lucía Vivar y no apoyas la versión oficial, la verdad es que muchas cosas no encajan y además la niña no tenia sangre en el cuerpo, y no había ni gota en las vías donde encontraron el cuerpo. ¿Crees qué se trata de otro crimen sádico? 

A los lectores que desconozcan los pormenores de la muerte de la niña Lucía Vivar les recomiendo que se informen y escuchen las denuncias que han vertido los padres de la víctima. La versión oficial asegura que la niña fue arrollada por un tren, cuando esto no se sostiene de ninguna de las maneras. La insistencia de los medios y las autoridades en sostener una hipótesis a todas luces incongruente nos lleva a pensar que pueden estar protegiendo al verdadero responsable/s de la muerte de la chiquilla.

La escena décima del libro dice: “De Macastre a Baleares pasando por Alcàsser”, “Zorros que cuidan el gallinero”. Existen casos de abuso y negocio sexual en centros tutelados por el gobierno; los conocemos como el caso Baleares y el caso Bar España, entre otros casos. Que por cierto, los medios ya se han ocupado de este último llamándolo bulo. ¿En los centros tutelados qué pasa?

En los centros sociales no hay amor. Son trabajadores los que se ocupan de estos menores tutelados y, en el mejor de los casos, hacen bien su trabajo, pero a cambio de dinero. En el peor de los casos, los centros de menores son una manera fácil para que los más indeseables tengan un acceso fácil a niñas y niños a los que poder violar o maltratar.

Vivimos en una sociedad cada día más materialista y sin valores. Las autoridades piensan que si un menor tiene cama, comida, colegio y videojuegos ya es feliz. Es curioso que los jueces y los servicios sociales sean tan estrictos con la moralidad de las familias a las que retiran la custodia de sus hijos, y no tengan ningún escrúpulo en investigar los abusos que se cometen a diario en los cientos de centros de acogida de menores tutelados por las instituciones. ¿Por qué el gobierno autonómico balear no ha dimitido en pleno por haber permitido que prostituyeran a la mayoría de las niñas que tenían a su cargo? ¿Por qué la política Mónica Oltra sigue dando a diario lecciones de moralidad después de haber protegido a su exmarido, un asqueroso agresor sexual condenado que agredió a una niña de un centro de menores de la Comunidad Valenciana? Si esto sigue así, acabaremos sufriendo un régimen similar al de China, en el que se condena a muerte a los presos en función de su grupo sanguíneo para poder vender sus órganos.

¿Qué pasó con el niño Jesús Ander?

La muerte de Jesús Ander ha tenido muy poca trascendencia en los medios de comunicación, así que voy a explicar someramente el caso. Jesús Ander era un niño navarro que vivía con su abuela y con su tío, ambos colombianos. Tuvo un accidente doméstico, se fracturó un hueso de la pierna y servicios sociales decidieron quitarle la custodia del niño a su familia e internarlo en un centro de menores. Al ser trasladado a Tudela, Jesús Ander fue asesinado, dos veces, aunque resulte macabro decirlo. El menor llamaba a su familia pidiendo que le rescataran y… No sabemos qué ocurrió, pero el niño “fue encontrado” ahorcado en su habitación, algo sencillamente imposible para un niño de su edad; las autoridades aseguraron sin pudor que se había suicidado. Pero Jesús Ander no murió, y al final lo hizo en un hospital, donde decidieron donar sus órganos sin el permiso de sus familiares.   

¿La ley es igual para todos?

Cuando delegamos a otros, personas que no conocemos, las decisiones que nos afectan, y cuando esas personas tienen el poder de las leyes y de las armas, se producen abusos. No podemos ser tan inocentes como para confiar en la buena fe de aquellos que nos expolian y nos explotan.

Estoy convencido de que la mayoría de los agentes de la Guardia Civil son unas personas magníficas y cargadas de buenas intenciones. El problema es que obedecen órdenes, en última instancia, del Ministerio del Interior. Muchos confían en que el poder judicial o las fuerzas policiales detengan y castiguen a los verdaderos responsables del triple crimen de Alcàsser. ¿Los mismos que construyeron la mentira van a sacar a la luz la verdad? Nunca se va a hacer justicia con las niñas de Alcàsser; ni con las víctimas de Macastre; ni con Jesús Ander o Lucía Vivar. Nunca. Pero sí podemos construir una sociedad más justa, más amorosa y mejor, donde este tipo de crímenes apenas se produzcan.

¡No era el aceite, eran los tomates!  Así es el título del anexo 4 de tu libro. ¿El aceite de colza fue el causante de 3.000 muertes en los años 80?

El aceite de colza no es muy bueno para la salud, como le pasa al resto de aceites vegetales. Pero no es ningún veneno. La colza no mató a nadie. El llamado ‘Síndrome del Aceite Tóxico’ fue, como tantos otros, un crimen de Estado. Algunos científicos demostraron que el veneno que mató a miles de personas era un compuesto organofosforado. Tengo el placer de conocer personalmente a un médico que formó parte de la comisión que el gobierno creó para que investigara la intoxicación colectiva. Las autoridades “no quisieron” escuchar la verdad y optaron por aferrarse a la mentira del aceite de colza. ¿Qué nos ha ocultado el Estado?

Bueno Antonio, un placer realizarte la entrevista, y por nuestra parte, hemos terminado. Siempre dejamos que acaben los invitados y no vas a ser la excepción. Para despedir ¿algo qué quieras añadir o contarnos?

En primero lugar quiero agradecer el espacio que me habéis ofrecido para dar a conocer mi obra. Agradezco vuestra generosidad y la valentía de los contenidos de uVe Disidente.

Y me gustaría acabar con la imagen de portada de El Minotauro en Alcàsser. En ella se puede ver a Teseo a punto de matar al Minotauro, ese monstruo que demandaba el sacrificio de jóvenes como tributo impuesto a las personas del pueblo. El Minotauro parece un monstruo temible, y ciertamente lo es, pero si Teseo tuvo la valentía de acabar con él, ¿por qué no acabamos nosotros de una vez por todas con el poder sádico?



https://entrevistasescritas.com/2021/09/20/entrevista-a-antonio-hidalgo-diego-escritor-de-el-minotauro-en-alcasser-crimenes-de-poder-sadico-y-satanico/


sábado, 21 de agosto de 2021

¡DISPAREN! ¡ES UNA ORDEN!


Unos ganaderos cántabros andan a la greña porque las instituciones del Estado han decidido cargarse un puente que para ellos es imprescindible para poder llevar a cabo su labor y mantener su sustento. El Estado evalúa una situación y dicta una orden en función de su propio interés estratégico, que siempre resulta ser inhumano, insensible y tan contrario al interés general, como al particular. Al obediente contribuyente no le queda otra que emplear la máxima del ‘ajo y agua’: a joderse y aguantarse. O no, pero pasa muy pocas veces que los damnificados se atrevan a plantar cara, como han hecho unas pocas mujeres y hombres del rural del norte de la Península, ancianos en su mayoría, que han tenido la osadía de salir al encuentro de la Benemérita armados con varas y provistos de un volquete con el que han conseguido impedir la demolición de su necesario puente. No podemos pasar por alto que el Estado da las órdenes, pero que quienes las ejecutan con frialdad y obediencia son los miembros de las fuerzas de seguridad. ¡A mandar!

Tanto me inspiró el ejemplo de dignidad y valentía de los ganaderos de Serdio por emprender una acción de resistencia tan poco común, como me indignó el comentario que escuché en televisión proferido por una psicóloga peliteñida que prestaba sus servicios como opinóloga en una de las docenas de tertulias que la televisión nos ofrece. ¿Puede haber en el siglo XXI un oficio más indigno, más grosero, más dañino, más servil, lisonjero y cobarde que el de los secuaces contertulios de la caja tonta? Ingenieros de la opinión, expertos de la nada, voceros del poder, estos inútiles bien pagados repiten como loros los dictados de sus benefactores, mientras engañan e insultan a los incautos con sus clericales sermones para el adoctrinamiento de las masas. La misión de la psicóloga oxigenada era la de dar un estirón de orejas a los vaqueros cántabros: ¿qué culpa tienen los pobres agentes de la Guardia Civil para tener que sufrir en sus carnes, uniformes y coches patrulla la furia de los iracundos montañeses?, ladraba la estúpida opinadora.

Lavrenti Beria fue jefe de la NKVD, la sanguinaria policía secreta de Stalin. Además de ordenar miles de detenciones arbitrarias, trabajos forzados en gulags, torturas y ejecuciones, Beria mató con sus propias manos a no sabemos cuántas personas, participaba activamente en las torturas de los prisioneros sospechosos de oponerse al régimen soviético y tenía como principal afición la de ordenar el secuestro “legal” de mujeres y niñas con las que el político abjasio se encaprichaba y a las que acababa violando y golpeando en su palacio de Moscú. Beria es tristemente conocido por ordenar la Masacre de Katyn, en la que 22.ooo polacos fueron ejecutados por el Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos de la URSS en la oscuridad y el silencio de los bosques de la Rusia occidental durante la primavera de 1940. Las víctimas eran prisioneros de guerra, funcionarios del Estado polaco y civiles.

No se sabe demasiado de la vida de ‘Blojin’, solo que era el jefe de verdugos de la Lubianka, la prisión moscovita cercana al Kremlin en la que la NKVD torturaba a los prisioneros políticos. Blojin tiene el despreciable récord de haber sido la persona que ha matado a más seres humanos, uno a uno, en un menor lapso de tiempo, a lo largo de la historia. Fue enviado a Katyn para que se encargara de la ejecución de miles de prisioneros polacos. En solo 28 días, consiguió matar a 7.000 personas con una pistola Walther alemana, un arma cuya procedencia pretendía evitar que la historia responsabilizara a los soviéticos de semejante crimen contra la humanidad. Blojin ejecutó con un tiro en la nuca a unos 250 prisioneros polacos en cada una de las noches que pasó en el bosque de Katyn.

¿A santo de qué viene semejante cambio de tema? En relación a lo siguiente: ¿quién es más responsable de sus criminales actos, el que da la orden o el que la ejecuta? ¿Beria o Blojin? ¿El Ministerio de Transportes que ha ordenado el derribo del puente de Serdio sin que haya previsto su sustitución o los agentes de la Guardia Civil que cobran unos 1.500 euros al mes a cambio de hacer realidad la voluntad de poder del Estado? ¿Está justificado emprender una lucha contra la policía si los que toman las decisiones trabajan en un despacho de la capital?

La psicóloga de la tele lo tiene claro: los policías son seres de luz, inocentes y sin mácula; funcionarios profesionales que se limitan a hacer su trabajo; son solo herramientas que no piensan, no toman decisiones ni cuestionan las órdenes que deben acatar. ¿Cómo vamos a criminalizar del asesinato de Julio César a las dagas que acabaron con su vida? ¿No serían más responsables de la muerte del dictador romano los senadores que conspiraron contra César y le asestaron las 23 puñaladas? Tal vez el Ministerio se haya equivocado, admite la contertulia, pero, según ella, en ningún caso el ganadero Carlos tenía derecho a envestir con su vehículo la barricada de la Guardia Civil. Este asunto me recuerda al de todos estos criminólogos y aficionados que se lamentan de que el triple crimen de Alcàsser se cerrara en falso con la detención y condena de un chivo expiatorio, al mismo tiempo que exculpan de toda responsabilidad a la Guardia Civil, la institución que hizo posible tan abominable mentira de Estado.

Yo siempre pensé que los malos, los grandes criminales de la historia, son, efectivamente, aquellos que dan las órdenes, los que planean los crímenes, los que detentan el poder sobre los pueblos y los individuos, los Stalin, Hitler, Franco, González, Bush, Obama y compañía. Que los que las ejecutan son malos también, pero que su nivel de responsabilidad es, a la fuerza, menor. Y eso pensaba hasta que escuché en un vídeo al norteamericano Mark Passio, el de la ley natural, asegurando que no es así, que los principales responsables de cualquier crimen político son aquellos que lo cometen, los brazos ejecutores, los que terminan el día con las manos manchadas de sangre. ¿Quiénes son más responsables de lo que está ocurriendo? ¿Gobernantes, jueces y legisladores? ¿Alto Estado Mayor del Ejército? ¿Responsables de la OMS? ¿Ejecutivos de las multinacionales farmacéuticas? ¿Sus accionistas? ¿Bill Gates? Según la teoría de Passio, deberíamos culpar de lo que está ocurriendo a científicos fabuladores, médicos y sanitarios que aconsejan y colaboran, practicantes que pinchan, periodistas que mienten, policías que multan, madres, padres y profesores que consentimos que los niños consuman sus horas respirando sus propios desechos.

Militares y guardiaciviles se rigen en base al concepto de ‘obediencia debida’, así que sus acciones nunca pueden ser objeto de responsabilidad legal si han sido ordenadas por una instancia superior. Este concepto legal se basa en el ‘principio de autoridad’, propio de regímenes e instituciones jerarquizados y antidemocráticos, así que se contradice con el llamado ‘principio de juricidad’ propio del estado de derecho o imperio de la ley que debería regir los Estados pomposamente autodenominados “democráticos”: los actos tienen que ser legales en todo caso; la ‘obediencia debida’ no exime al ejecutor de sus actos criminales. Ciertamente, bloquear un puente con un coche patrulla no es un delito, pero sí asesinar a 7.000 personas en un mes o poner en práctica políticas sanitarias ordenadas por el Ministerio, aun a sabiendas de que éstas, lejos de protegernos, afectan y afectarán gravemente la salud de los pacientes. ¿El médico de cabecera debe seguir el protocolo que le dicta el Ministerio de Sanidad o debe proteger la salud de sus pacientes en base a su dignidad personal y en obediencia al juramento hipocrático que ha realizado?

La televisión apela a la ‘obediencia debida’ para eximir de toda responsabilidad a los trabajadores del Estado, todo lo contrario que hicieron en 1945 los magistrados de los juicios de Núremberg cuando decidieron anular esta argucia legal y condenar con severas penas a unos cuantos criminales de guerra nazis. Mientras que los agentes de la Guardia Civil quedan excluidos de la categoría ‘seres humanos’, en tanto que se les niega la capacidad de tomar decisiones morales por sí mismos, anulando su libre albedrío y cosificándoles como meros instrumentos, los oficiales nazis fueron elevados a la categoría de sujetos libres por los tribunales de Núremberg alegando que pudieron desobedecer las órdenes de personajes como Adolf Hitler o Reinhard Heydrich, pero no lo hicieron. El sistema de poder altera a su antojo sus propios principios jurídicos en función de sus necesidades temporales, sean éstas proteger a sus matones o escarmentar a sus enemigos.

La filósofa Hannah Arendt escribió su excelente obra Eichmann en Jerusalén. Un estudio acerca de la banalidad del mal en 1963. Arendt nos demostró que Adolf Eichmann, el oficial de las SS que dirigió la logística del transporte de cientos de miles de judíos a los campos de concentración y exterminio alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, era responsable de este genocidio, al margen de que aludiera al ‘principio de obediencia debida’ en el tribunal de Jerusalén que le acabó condenando a la horca después de un secuestro ilegal llevado a cabo por agentes del Mossad. Eichmann afirmó en el juicio que no era racista, que no era antisemita, que no era un ferviente nacionalsocialista, que nunca había matado a una mosca, que desaprobaba la decisión final, que se limitaba a hacer su trabajo obedeciendo las órdenes de sus superiores y que si él no lo hubiera hecho, se lo hubieran encargado a otro. Y, probablemente, el miembro de las Waffen SS decía la verdad. Eichmann suplicaba por su vida alegando que no era un sujeto, sino un instrumento de la maquinaria criminal nazi, una sola pieza del siniestro engranaje. De poco le sirvió, pues si el Estado de Israel ordenó la captura en Argentina del criminal de guerra alemán, fue con la intención de acabar con su vida y vengar a sus víctimas; el veredicto del juez estaba decidido antes de que comenzara el juicio. Seguramente, Adolf Eichmann no hubiera podido detener el genocidio negándose a participar en el mismo, pero si el obersturmbannführer consiguió mantenerse sereno en el cadalso mientras le ceñían la soga al cuello fue porque, en su fuero interno, sabía a la perfección que era responsable directo de la matanza de cientos de miles de inocentes.

En un estado de derecho, la ‘culpa’ se impone solamente a aquellos individuos que incumplen la legislación vigente, así que la culpabilidad de un sujeto se reduce a un simple elemento jurídico vinculado a los requerimientos de los Estados. Mientras el asesino que mata a cien enemigos en la guerra será considerado un héroe, un humilde trabajador que no pueda hacer frente al pago de impuestos podrá ser multado o acabará con sus huesos en la cárcel. La ley establece la culpabilidad de los actos al margen de la moral, de lo que está bien o lo que está mal. ¿Es ‘moral’ vackunnar a decenas, cientos o miles de personas con un brebaje experimental que genera graves efectos adversos a corto plazo, e imprevisibles a medio y largo plazo? No, pero es legal, está remunerado y socialmente bien visto.

Antaño, la ‘moral’ estaba regida en base a criterios religiosos, distinguiéndose así de la legalidad. Actuar conforme a los principios morales impuestos por la Iglesia era hacer lo correcto, desde ‘no matar’, a no tener pensamientos impuros, pese a que los pensamientos erótico-festivos no podían ser sancionados por las leyes. La religión es el aparato ideológico que permite prevenir la transgresión de los tabúes, es un mecanismo tradicional de los poderhabientes para que las personas se comporten conforme a sus propios intereses. Al igual que ocurre con la ‘ley positiva’, los preceptos religiosos establecen la diferencia entre lo que está permitido y lo que está prohibido. Más que ser buena persona, el beato meapilas se caracterizaba por ser un individuo sumiso y obediente con el poder establecido.

John Adams ya nos advirtió que la falta de fe propia de los individuos de la modernidad occidental desencadenaría en una sociedad inmoral, como la que ha permitido y fomentado los crímenes de las dictaduras del siglo XX, como la que ha justificado el lanzamiento de las bombas atómicas sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, como la sociedad que ha olvidado ya el genocidio de miles de ancianos en las residencias dependientes del Estado español en marzo de 2020. Dos antiguos, Aristóteles y Cicerón, desvincularon el bien de los preceptos religiosos al referirse a la virtud cívica como objetivo de toda ética individual: nuestros actos siempre tienen que responder al deseo de que prevalezca el bien común, lo que es mejor para toda la comunidad. Unos siglos más tarde, el renacentista Maquiavelo separó la ‘ética’ de la ‘ciencia política’ cuando aconsejó a los príncipes de Europa que todas sus decisiones de gobierno debían responder a la satisfacción del interés individual del gobernante, centrado en la conquista y mantenimiento del poder. El fin justifica los medios.

Mucho más interesante resulta el concepto de ‘imperativo categórico’ formulado por Immanuel Kant. El ser humano solo es un sujeto libre cuando tiene la suficiente libertad de conciencia y de acción como para poder ejercer su ‘autonomía de voluntad’, es decir, el libre albedrío de toda la vida. Solo nosotros somos responsables de nuestros actos, y éstos pueden ser buenos o malos. Nosotros decidimos. Yo añadiría que son buenos cuando se hacen por amor, y no por voluntad de poder; cuando no le imponemos nada a nadie; cuando nuestro interés particular no ocasiona un perjuicio a los demás. Para Kant, la práctica del mal es una opción, pero la práctica del bien es una obligación, un ‘imperativo categórico’ decidido por uno mismo en cada una de nuestras acciones diarias. Lejos del motivante lema new age ‘puedes conseguirlo si te lo propones’ que cantaba el músico de ska jamaicano Desmond Dekker, Kant apuesta por la frase ‘Debo porque puedo’. Es el deber moral el que debe guiar todos nuestros actos.

La práctica del mal está asociada inextricablemente al ejercicio del poder. El mal tiene como fundamento obtener ventajas personales a costa del perjuicio ajeno, así que el mal es una práctica cotidiana, necesaria y fácil para aquellos que “disfrutan” de un puesto de gran capacidad en la toma de decisiones. Mis inclinaciones pueden ser perversas, pero mi capacidad para llevarlas a cabo está seriamente limitada. En cambio, el directivo de una empresa que explota a sus asalariados, el gobernante que restringe las libertades de sus súbditos o el oficial del ejército que ordena las matanzas puede, con una simple orden, imponer su voluntad a costa del esfuerzo o de la integridad física y moral de sus víctimas; sus subordinados se encargarán de ejecutar sus deseos para que el poderoso no tenga que ensuciarse las manos; el rango en la escala jerárquica otorgará al maléfico poderhabiente la impunidad necesaria para que los damnificados desistan de ejercer su derecho de revuelta o de venganza.

Si el poder es el mal, ¿cómo es posible que obedecer sus leyes y preceptos religiosos (si los hubiere) nos convierta en bienhechores? No podemos obrar con bondad si obedecemos las órdenes o satisfacemos la voluntad de las minorías con poder. El que da la orden es tan detestable como aquél que la ejecuta.

En una sociedad vertical, estatista y capitalista como la nuestra, donde las relaciones entre los individuos son en mayor medida relaciones de poder, el mal se ha convertido en una especie de obligación cotidiana. El bien, en contra, ha pasado a ser una rareza excéntrica y contraproducente, un acto revolucionario y antisistema; la práctica del bien, igual que el lince ibérico, está en inminente peligro de extinción. ¿Qué te puede ocurrir si, a pesar de nadar contracorriente, decides haces el bien? Puedes perder tu trabajo. Puede que te pongan una multa o no puedas coger un avión. Puede que tus amigos, familiares y vecinos te den la espalda. Puedes acabar en la cárcel, en un campo de concentración o bajo tierra.

Lo más probable es que te vaya mejor si haces lo incorrecto. Hace ya muchos siglos que Sócrates nos advirtió de que el bien es el camino correcto, pero no es precisamente el camino más fácil: ‘es preferible padecer la injusticia que cometerla’, afirmó el sabio ateniense. Hay cosas que son mucho más importantes que nosotros mismos. Para los ganaderos cántabros hubiera sido más fácil resignarse y lamentar la decisión de los altos funcionarios del Ministerio de Transportes; hubieran podido implorar al Estado y a sus medios de comunicación para que les construyan un nuevo puente, a saber cuándo. Pero optaron por el combate, por asumir riesgos en defensa de su dignidad, la misma dignidad de la que adolecen las herramientas del poder que hacen realidad las consignas de los altos funcionarios del Estado, tanto los guardiaciviles que bloquearon el puente, como la colaboradora televisiva que cuestiona la acción de los valientes vaqueros de Serdio. Los guardiaciviles optaron por obedecer, la contertulia por decir lo que se esperaba que dijera. Hacer el mal es tan fácil como no querer meterse en problemas.

El poder es una ficción que se representa a través de la mentira y de la coerción. ¿Unas pocas personas nos pueden dominar, a todos y cada uno de nosotros? Solo a través del engaño y, cuando éste ya no funciona porque ha sido desvelado, nos dominan por la fuerza de las armas, unas armas que empuñan seres humanos que obedecen órdenes. Si Eichmann y todos los demás se hubieran negado a colaborar en la deportación de cientos de miles de civiles hacia los campos de exterminio, la decisión final que ordenaron Hitler y sus compinches se hubiera visto reducida a una mera anécdota de la historia. Si los soldados soviéticos hubieran dejado escapar a los polacos en los bosques de Katyn, 22.000 inocentes hubieran salvado la vida. La lucha contra el mal no puede consistir en empoderarse, en tomar el poder mediante el engaño o las armas. Sustituir un poder por otro es aceptar el mal, como cuando los soldados de Espartaco se entregaban a los lujos patricios, a la rapiña, al asesinato y a la violación, ante la desesperación del comandante tracio que perseguía el noble fin de liberarse de la esclavitud, dejando de ser un esclavo al no esclavizar a los demás.

¡Ya está bien de excusas! Votar a cualquier partido político nos convierte en cómplices. Obedecer una orden criminal o un protocolo sanitario criminal nos convierte en criminales. Ningún ejército salvador nos va a liberar del poder enloquecido. Ningún político, ningún nuevo partido va a construir una sociedad más libre. Ningún sistema que ingeniemos, por muy justo y democrático que sea, hará realidad una sociedad mejor. Solo nuestros actos dan forma al mundo, un mundo que, poco a poco, piedra a piedra, a través de nuestras decisiones, vamos construyendo. Solo a través del cultivo de la virtud personal podemos alcanzar el estado de entereza y dignidad necesario que nos permitirá enfrentarnos con valentía a las pruebas que nos depare el destino, por difíciles que éstas sean. Es nuestra decisión negarnos a apretar el gatillo. De nosotros depende plantar cara, sacar pecho, asir la vara e impedir la demolición de nuestro puente.

 

ANTONIO HIDALGO DIEGO

Colectivo AMOR y FALCATA

 

lunes, 5 de julio de 2021

ELIJO VIDA



Mi abuelo se suicidó.

Nunca llegué a conocer al hombre que nos dejó en herencia un puñado de preguntas sin resolver, algún que otro trauma intergeneracional y, en mi caso, un notable parecido físico, o al menos eso muestra la única fotografía que nos ha llegado del hombre que nos abandonó dos veces.

Mi abuelo acabó con su desnortada vida ahorcándose en una encina. Descanse en paz.

El suicidio esconde la muerte debajo de la alfombra. Es la muerte de la que no se habla. Ni ‘le ha llegado su hora’, ni ‘se van los mejores’; tampoco se le puede echar la culpa al tabaco o al médico que lo mató. Porque el suicidio esconde el fracaso de una vida, y la vida, es el único “derecho” que nos ha sido concedido en el momento de nacer. La vida es un regalo que solo debería dejar de usarse hasta que nos sea arrebatado.

Una sociedad en la que sus individuos no defienden sus derechos es una sociedad suicida. Para muchos, la vida se ha convertido en un regalo que se deja guardado en el fondo de un cajón por miedo a que se rompa, delegando en otros todas las decisiones que le atañen; para muchos, la vida es un juguete más, pues la reducen a la vacua diversión que proporciona un juguete maltratado y prematuramente roto.

Muchos son los que no soportan el peso de la vida ni su constante requerimiento de una agotadora lucha por mantenerla con dignidad, encauzarla con libertad y dotarla de sentido.

En las cajetillas de cigarrillos hay advertencias que podrían emplearse en las partidas de nacimiento. Mensajes como ‘la soledad provoca suicidios’; ‘el trabajo asalariado provoca suicidios’; ‘la ausencia de erotismo provoca suicidios’; ‘la tecnología provoca suicidios’; ‘el consumo de alcohol y drogas provoca suicidios’; ‘el consumo de antisicóticos para prevenir el suicidio provoca suicidios’… Pero no lo hacen.

Igual que las familias prefieren ocultar el suicidio de un familiar, la sociedad esconde que cada vez son más los que deciden acabar con su vida. El suicidio es el fracaso del individuo, del matrimonio, de la familia; la tasa de suicidios en aumento muestra el fracaso de una sociedad que se desangra lentamente porque se ha cortado las venas, una sociedad que ha ingerido una sobredosis de fármacos, una sociedad que ha decidido saltar al vacío al aferrarse a un sistema que, por odioso e inhumano, está colapsando.

Mientras muchos de sus miembros acaban con su vida, nuestra civilización se está suicidando. La búsqueda de la felicidad nos ha puesto tan tristes que hemos dejado de tener hijos; la negación de la muerte nos ha empujado a despreocuparnos del mantenimiento de nuestra propia salud; nuestra falta de autoestima como pueblo ha dejado abiertas las puertas de Europa para que los integrantes de esos otros pueblos que valoran más sus vidas recojan nuestros despojos y nos incineren en la pira funeraria de los olvidados de la historia, porque absolutamente nadie quiere hablar del vecino que se ha suicidado.

Podría ofrecer datos estadísticos del número de suicidios, pero no sería fácil distinguir entre suicidio y muerte por “accidente”[1]. ¿No es un suicida el que se estrella con su moto hasta arriba de cocaína? ¿No es un suicida el que deja morir a su madre en un hospital? ¿No es un suicida aquél que no educa a sus hijos? ¿No es una suicida la adolescente que vomita después de cada comida o se autolesiona el antebrazo? ¿No es un suicida el que se pone la bah cuna, sabiendo lo que ya sabemos a estas alturas de la película? ¿No es un suicida el que renuncia a la realidad para sumergirse en los videojuegos? ¿No se suicida un emigrante? ¿No es un suicida el que decide no tener hijos? Son tantas las formas de suicidio en nuestro decadente mundo que las autoridades no se esfuerzan siquiera en poner redes antisuicidio como las que decoran los grises edificios de los obreros industriales chinos.

Sustituiré las estadísticas por un caso concreto. Hace unos días, un exdeportista de élite decidió acabar con su vida lanzándose a las vías del tren para ser arrollado por el convoy. Tenía 46 años. Muchos periodistas deportivos se indignaron cuando un medio de comunicación se saltó la autocensura habitual mostrando la palabra ‘suicidio’ en el titular de la noticia. ¡Un guapo exfutbolista con un sueldo muy elevado por ser directivo de un club no debería suicidarse! Pero si este hombre, preferido de los dioses, ha acabado con su vida, ¿por qué no lo hará también la cajera del supermercado o el joven que ha dejado de cobrar el ERTE?

Solo la vida puede prevenir la muerte. Solo el eros, el erotismo, puede arruinar el reinado del thánatos, de la pulsión de muerte que acecha nuestra sociedad moribunda. La recuperación urgente y animosa de las ganas de vivir conseguirá hacer frente a la destrucción planificada del sujeto que han emprendido con éxito los poderes establecidos.

Espantaremos la muerte como el que espanta las moscas (con fuerza y despreocupados), porque la muerte destruye todo lo que hemos hecho en la vida, y todo lo que estaba por hacer. Construyamos, ya, un nuevo individuo y una nueva sociedad exultante de vida, futuro, belleza y alegría.

¿O prefieres la muerte?

 

ANTONIO HIDALGO DIEGO

Colectivo AMOR Y FALCATA



[1] La cifra de suicidios en España en 2019 fue de 7,6 por cada 100.000 habitantes, unos 10 suicidios al día, más del doble que el de muertes por accidente de tráfico. Fue la segunda causa de muerte entre las personas de 15 a 29 años, aunque casi la mitad de los que se quitaron la vida tenían entre 40 y 59 años de edad. Tres de cada cuatro suicidas fueron hombres, tal vez porque tienen más éxito en sus tentativas; los intentos de suicidio de las mujeres triplican al de los varones. El Confidencial, 9/9/2019. Un total de 1.343 personas se suicidaron en España en el primer semestre de 2020. El suicidio es la primera causa de ‘muerte externa’. Infocop Online, 7/1/2021, basado en datos del INE.   

lunes, 28 de junio de 2021

MUJERES, HOMBRES Y VICEVERSA

 



LA ORTODOXIA FEMINISTA

 

El feminismo es una de las peores plagas que nos ha enviado Dios nuestro señor para castigarnos, y ese “Dios”, omnipotente y nada misericordioso, no es otro que el Estado.

El feminismo institucional es la religión política que con más insistencia está agrediendo nuestra maltrecha libertad de conciencia; un sistema de creencias fabricado en un laboratorio, como el coronavirus de Wuhan, y promocionado hasta la saciedad por el sistema de poder a través de los medios de comunicación, la publicidad comercial, el sistema educativo y la industria cultural. Ser feminista, hoy, es una obligación, igual que pagar impuestos.

El feminismo se hace realidad a través de leyes sexistas como la LIVG[1] o mediante la discriminación judicial que sufren los padres divorciados. El feminismo de Estado se riega cada año con millones de euros en subvenciones, sueldos públicos y prebendas de todo tipo[2] que enriquecen a todas aquellas tipas que comulgan con una ideología que fomenta el odio entre iguales, atenta contra la convivencia, impide el libre ejercicio de la maternidad y condena a las mujeres al infierno del salariado y el aborto.

El feminismo de Estado, esta religión líquida hecha a la medida de pijas que se odian a sí mismas, discrimina a los varones, pero anula a las mujeres, en tanto que se las obliga a dejar de serlo. Mujeres con gato y sin niño, mujeres con un mal trabajo y sin familia, mujeres solas, enfermas, recetadas con antidepresivos, sin vida erótica o lesbianas por la fuerza; mujeres que no quieren niños, odian a su padre y aman a los policías. El feminismo institucional ha construido un nuevo patriarcado en el que el Estado ejerce de pater familias, pues tutela y “protege” a la mitad de la población, mujeres a las que “empodera”, pues las considera débiles, apocadas e incapaces de defenderse por sí mismas de esos terribles monstruos con testículos, pene y testosterona que las acechan a todas horas.

Pero hay dioses en los que resulta muy difícil creer, razón por la que la mayoría de las mujeres de Occidente no se consideran feministas[3]. Cada vez menos incautos creen en los cantos de sirena del invento de la Rockefeller Foundation. Obras como Feminicidio o autoconstrucción de la mujer. Volumen 1. Recuperando la historia de María del Prado Esteban Diezma y Félix Rodrigo Mora (2012) o El Minotauro en Alcàsser. Crimen sádico, voluntad de poder y feminismo de Estado de Antonio Hidalgo Diego (2020) han derribado para siempre los templos ideológicos del feminismo, desenmascarando las verdaderas intenciones de aquellas que aseguran “defender a las mujeres”, las representan sin su permiso y se atreven a hablar en su nombre. El feminismo misógino de Simone de Beauvoir, santa patrona de la religión del odio, ha entrado ya en fase de putrefacción.     

 

En primer plano, Simone de Beauvoir, santa patrona del feminismo. En segundo plano, a la izquierda, una persona de la Fundación Rockefeller dándole instrucciones.


LA GUERRA DE SEXOS

 

La alemana de origen argentino Esther Margareta Katzen, conocida como Esther Vilar, médica, socióloga y psicóloga, publicó en 1971 la obra El varón domado (Grijalbo). El éxito de ventas de este ensayo enriqueció a Vilar, que aprovechó el tirón para completar su trilogía antifeminista con los títulos El varón polígamo (Plaza & Janés, 1975) y Modelo para un nuevo machismo (Mundo actual de ediciones, 1977). Las obras de Esther Vilar tuvieron una gran repercusión en una década en la que las ideas de Simone de Beauvoir, Bettie Friedan, Shulamith Firestone, Kate Millett y del resto de feministas de la segunda ola ya habían penetrado en los ambientes académicos e intelectuales del desnortado Occidente. Los mismos Estados que subvencionaban las obras de las feministas, difundían en sus medios de comunicación el discurso “antifeminista” de Vilar. El varón domado llegó a ser uno de los libros de no ficción más vendidos en España en la década de los 70, razón por la que calaron bien hondo en el discurso popular ibérico expresiones como «chantaje emocional», practica manipulativa asociada por la socióloga al comportamiento femenino.

La tesis de la obra de Esther Vilar es que la mujer occidental no está oprimida por el conjunto de la población masculina, sino que, al contrario, las mujeres explotan económicamente a los hombres a través de la práctica del matrimonio. Las “armas de mujer” que usan las congéneres de Vilar son el uso regulado de las emociones y el condicionamiento a través del placer sexual. Las mujeres utilizan su cuerpo para conseguir todo aquello que desean de los varones: sexo a cambio de control[4]. El mito de la mujer como “sexo débil” ha sido creado, según Esther Vilar, por las propias féminas para ser protegidas física, emocional y económicamente por los hombres de su entorno afectivo; al mismo tiempo, las pérfidas y calculadoras mujeres han presentado a sus hijos y maridos como seres obsesionados con el sexo, reduciendo la masculinidad al deseo constante de consumar relaciones sexuales. Vilar compara a los hombres con el perro de Pávlov; las mujeres nos condicionan para que hagamos lo que ellas se proponen. Si las mascotas de Iván Petróvich Pávlov babearon por la comida, los hombres domados por Esther Vilar babeaban por el acceso a su vagina. Además del condicionamiento, la invención del amor romántico sería la otra elucubración femenina por excelencia. Atar con la alianza de boda a un buen partido proporciona a la mujer estabilidad financiera para toda la vida. Vilar presenta a las mujeres como expertas consumadas en regular sus emociones para despertar la empatía de los varones.

¿Qué solución propone Esther Vilar para acabar, de una vez por todas, con esta “tiranía de las mujeres”? Ninguna. Para la doctora germano-argentina las mujeres son así por naturaleza. 

Las controvertidas ideas que refleja El varón domado exasperaron a las feministas de la época. Vilar fue amenazada de muerte y llegó a recibir una paliza que le propinaron cuatro activistas del feminismo lesbiano en los baños de una biblioteca de la ciudad de Múnich. En un debate televisado en Estados Unidos en el programa The Tonight Show, la feminista Alice Schwarzer calificó a Esther Vilar de «sexista» y «fascista». Pero, ¿tanta diferencia existe entre el discurso feminista y las tesis de la obra de Vilar? La trilogía antifeminista está tan olvidada hoy en día, como aceptadas sus ideas en el imaginario colectivo europeo contemporáneo. Mientras que Beauvoir, Millett y Dworkin alentaba a sus lectoras a odiarse a sí mismas con la misma fuerza con la que debían odiar a los varones, Esther Vilar convoca a los hombres a que odien a las mujeres. Si Kate Millett afirmó que «El amor es el opio de las mujeres», Vilar aseguró que «El amor coarta la libertad de los hombres». Gana el odio, muere el amor. Gana el enfrentamiento entre iguales (la lucha de sexos) y pierden las clases populares. Ganan las elites que nos enfrentan y confunden, las elites que nos anulan y nos explotan. Ambas facciones, feministas y Vilar, beben de las ideas de Friedrich Nietzsche. El amor que nos impulsa a cuidar, cooperar y ayudar a nuestros seres queridos, queda relegado por la voluntad de poder y la guerra de todos contra todos en pos del beneficio egoísta; el prójimo deja de ser visto como un igual para convertirse en un objeto al que someter[5]. Igual que el feminismo de la segunda ola considera que todos los varones son agresivos violadores, y las mujeres unas pobres víctimas indefensas, El varón domado invierte los mismos elementos cuando presenta a las féminas como pérfidas vividoras, y a los hombres como idiotas obsesionados con el sexo. Las semejanzas entre las obras de Esther Vilar y las de Simone de Beauvoir son tan evidentes que la propia Vilar llegó a declararse una orgullosa «feminista», ya que en sus libros «despreciaba a los hombres» y «ensalzaba a las mujeres»[6], con argumentos tan “empoderadores” como llorar para conseguir todo aquello que se proponen o mantener relaciones sexuales a cambio de dinero.

 

La feminista Alice Schwarzer y Esther Vilar, dos caras de una misma moneda



UN FEMINISMO PARA HOMBRES

 

Al Estado español le preocupa mucho el bajísimo nivel de inglés que tienen sus contribuyentes. Una de las razones que tienen los dirigentes para empujarnos a dominar la lingua franca es que casi nadie consume la propaganda oficial anglosajona que inunda internet, y que muy pocos se han molestado en traducir al castellano o a otras lenguas ibéricas. Un buen ejemplo de este proselitismo yanqui es el “movimiento” MGTOW que, por fortuna, apenas está teniendo repercusión en nuestras tierras. Todo llegará, así que me propongo desenmascarar el MGTOW antes de que comience a tener una incidencia significativa entre los acomplejados hombres del siglo XXI.

MGTOW son las siglas en inglés de «Men Going Their Own Way» («Hombres que Siguen Su Propio Camino»), una nueva religión líquida creada ex profeso para hombres resentidos y solitarios que se oponen al feminismo y han tenido recientemente alguna mala experiencia relacional con una mujer. El Manifiesto MGTOW se difundió en la red a principios de la década del 2000 y su autor se desconoce. Al mismo tiempo que se iba popularizando el acrónimo, se fue conformando una «comunidad virtual» de hombres del ámbito anglosajón que han ido definiendo las características de este nuevo feminismo para hombres.

El MGTOW se caracteriza por culpar de todos los males que aquejan a los varones a un enemigo común: las mujeres en su conjunto. ¿Cuál es la solución? Alejarse de ellas e iniciar una nueva vida sin tener relaciones de pareja o sentimentales con ninguna mujer, aunque sin llegar a practicar la homosexualidad. Las relaciones de pareja solamente pueden beneficiar a la mujer; el matrimonio es poco más que el infierno en vida: «salva a un hombre y detén una boda», reza uno de sus lemas.

Otra de las características del MGTOW vendría a imitar lo que algunas feministas han denominado «sororidad»; al igual que las mujeres feministas, los hombres que van a su bola son, todos ellos, “seres de luz”, perfectos y sin mácula. Los varones MGTOW se agrupan en una comunidad masculina denominada «manosfera» (de man, «hombre» en inglés) en la que se reúnen, se cuentan sus penitas y rajan de lo malas que son las mujeres en esa especie de lavadero cibernético only men constituido en la plataforma de internet Reddit.

Pero la principal característica del MGTOW es la pasividad. Lejos de mejorarse a sí mismo para resultar más atractivo al público femenino, el hombre masculinista huye con su rabo entre las piernas, se aleja de las mujeres, se consagra al onanismo y se contenta con pagar los servicios sexuales de las prostitutas, al mismo tiempo que alaba las virtudes de la pornografía y las muñecas sexuales japonesas. Incluso algunos se atreven a defender con ascetismo el celibato masculino, llegando a presumir de no haber tenido jamás relaciones sexuales. ¿A qué se debe tanto miedo al sexo opuesto? A que las mujeres son presentadas como seres interesados que, lejos de convivir con un hombre por amor, lo hacen por dinero o por cualquier otro tipo de bien tangible[7]. Solo los hombres ricos, los muy guapos o los malotes podemos acceder con garantías al mercado sexual. Los MGTOW odian, tanto a las esquivas mujeres que solo los quieren como amigos (la famosa friend zone), como a los llamados «machos alfa», esa minoría de hombres listillos que acaparan a la mayoría de las mujeres. Algunos hombres MGTOW lamentan que se haya establecido en la actualidad una especie de «sociedad polígama», con relaciones de pareja poco duraderas, con una aristocracia masculina que no para de ligar con multitud de mujeres, y con cada vez más personas de ambos sexos que se quedan compuestos y sin pareja (los llamados singles en inglés), tanto mujeres que rechazan a la mayoría de los hombres por ser pobres, feos o buenas personas, como varones condenados al celibato forzoso por los requisitos de las cada vez más exigentes féminas. Según el club de los hombres resentidos, vivimos en una maldita «sociedad ginocentrista».

Hay que diferenciar entre la corriente MGTOW y el llamado movimiento por los derechos de los hombres. Ambos surgen como una reacción a los cambios sociales propiciados por el Estado y la gran empresa capitalista que se han instaurado a través de la promoción del feminismo institucional[8]. La diferencia fundamental entre ambas tendencias es que, mientras el segundo colectivo pretende acabar con las leyes sexistas para que los jueces sean más compasivos con los padres divorciados, los hombres que van a los suyo se rinden al Estado y aceptan con fingido orgullo su condición de «machos omega». Tampoco sería lícito comparar el MGTOW con los denominados «hombres herbívoros» del Japón, varones que, lejos de rechazar a las mujeres, sencillamente son personas condenadas a la soledad de las tecnologías por no haber conseguido encontrar pareja. Y es que los esforzados nipones consuman sus horas trabajando por un salario, sin tiempo ni energías para las relaciones sociales, el cultivo de la amistad, la práctica del ligoteo, las relaciones sexuales o la crianza de los vástagos.

Feminismo y MGTOW comparten, entre otras muchas cosas, el haber creado una neolengua repleta de neologismos en inglés. Muchos de ellos son tristes ejemplos de odio al prójimo, y de odio a uno mismo, como las palabras «mangina» (contracción de man, «hombre», y vagina; es decir, un hombre que no se comporta como tal); «betafag» (literalmente, «maricón beta») o «cuck» (diminutivo de cuckold, «cornudo»). Otros conceptos están relacionados con la resignación, como «incel» (contracción de «involuntary celebs», «célibes involuntarios»). Buena parte del vocabulario MGTOW es tristemente misógino: «sluthate» («odio a las zorras»); «bitch shield» («escudo de putas», o la manera que tienen las mujeres de defender sus supuestos privilegios); «pawning» (usar el atractivo para conseguir dinero o poder); «negging» (dañar la autoestima de una mujer por rencor o para que sea más accesible); el primario «going caveman» («ser un cavernícola») o el más elaborado «NAWALT» (acrónimo de Not All Women Are Like That, «No Todas las Mujeres Son Como Esas», es decir, que hay unas pocas mujeres que sí valen la pena, los llamados «unicornios», seres tan maravillosos como difíciles de encontrar). 

 

¡Encuentra al Unicornio!

 

 

POR UNA SOCIEDAD CONVIVENCIAL

 

Divide et impera. Mientras los dirigentes de todos los Estados del planeta se ponen de acuerdo para desarrollar sus planes estratégicos, en connivencia con los intereses de los accionistas de las grandes corporaciones transnacionales, las personas del pueblo, nosotros, aceptamos sus leyes, su fiscalidad opresiva y sus epidemias de bandera falsa, al mismo tiempo que nos atomizamos. Odiamos a los niños porque dan trabajo, odiamos a los ancianos porque el Estado ha decidido que no son productivos, odiamos a los hombres porque lo ordenan las feministas, nos odiamos a nosotros mismos porque no tenemos libertad y, desde hace unos años, los hombres del ámbito anglosajón han empezado a odiar a las mujeres al seguir las consignas MGTOW y similares. El resultado de toda esta arquitectura de ingeniería social es una sociedad degradada, enferma, solitaria, depresiva, suicida, agresivo-pasiva, adicta, improductiva y opresiva. El camino no puede ser otro que el de la desaparición étnica de los pueblos europeos. 

Admito que, tal vez, hemos reaccionado tarde. Admito que, tal vez, estemos tan degradados que sea ya imposible aprender a convivir con nuestros iguales, amarlos y respetarlos, estar dispuestos a ayudar a nuestro vecino, y estar dispuestos a dejar que éste nos ayude. Tal vez es una utopía, tal vez. Lo que está claro es que seguimos siendo seres humanos, así que debemos recuperar las formas naturales de convivencia social: la asamblea, la familia extensa y las relaciones de pareja estables heterosexuales. Debemos recuperar la autoestima y creer en nosotros mismos, cultivando la fuerza y la virtud personal; debemos admirar y desear a las personas del sexo opuesto; debemos respetar y aprender de nuestros mayores; y debemos volver a creer en el futuro a través de la recuperación de la vida erótica, el sexo reproductivo y la crianza amorosa de los hijos[9]. Todos estos son aspectos tan humanos, como revolucionarios hoy día. La construcción de una sociedad convivencial requiere pasar a la acción mediante la práctica de una revolución integral que acabe con la tiranía ideológica de las instituciones del Estado y la gran empresa capitalista. La edad del odio se está consumiendo: o nos extinguimos,  o nos enfrentamos a los poderosos para dejar de odiar a nuestros iguales y dar inicio a una nueva edad del amor.



ANTONIO HIDALGO DIEGO

Colectivo AMOR Y FALCATA



[1] El libro sagrado del Estado español es la Constitución de 1978. Pues bien, el mismo Estado ha decidido profanar el texto fundacional del Régimen al legislar normas que la ponen en entredicho. El artículo 14 de la Carta Magna reza: «Los españoles son iguales ante la Ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social». ¿Por qué la LIVG impone penas mayores a los hombres por la comisión de un mismo delito o permite a las mujeres realizar denuncias falsas con impunidad?

[2] Libremercado (7/3/2019) aporta una cifra de 150 millones de euros en subvenciones desde 2014 solo en España, aunque la cifra real es muy superior.

[3] Menos de una quinta parte de las mujeres jóvenes en Estados Unidos se considera feminista (el porcentaje de feministas entre las mujeres de más edad es todavía menor). BBC News, 17/2/2017.

[4] «La mujer doma al hombre con trucos traidores para hacerle un esclavo sumiso, y luego lo lanza a la vida hostil para que gane dinero. Como contraprestación pone la vagina a su disposición a intervalos regulares» (Vilar, 1971).

[5] «A diferencia de la mujer, el varón es hermoso, porque es un ser espiritual. Eso significa que el hombre tiene curiosidad (…). Que piensa (…). Que es creador (…). Que tiene sentimiento (…). Cuando una mujer lee un artículo político, es mucho más probable que esté intentando capturar a un estudiante de Políticas que interesándose por la suerte de los chinos, los israelitas o los sudafricanos. Si consulta en un diccionario el artículo dedicado a un filósofo griego, eso no quiere decir que se le haya despertado repentinamente el interés por la filosofía griega, sino que necesita alguna palabra para resolver un crucigrama» (Vilar, 1971).

[6] «Las mujeres explotan a los hombres y, sin embargo, los varones son robustos, inteligentes e imaginativos, mientras que las mujeres son débiles, tontas y carecen de fantasía» (Vilar, 1971). ¿Esto es «ensalzar» a la mujer?

[7] Una de las palabras que más citan en las redes los Hombres que Siguen Su Propio Camino es «hipergamia», o la práctica del matrimonio por estatus o dinero; el braguetazo de toda la vida, vaya. Una práctica materialista que ellos asocian al comportamiento femenino, igual que hizo Esther Vilar.

[8] Los varones occidentales somos hijos de superhombres a los que el conjunto de la sociedad idolatraba y traían el sustento a casa; pero el perfil actual es muy distinto, siendo el de un hombre con trabajo precario, divorciado, que solo puede ver a sus hijos los fines de semana y al que gratuitamente se le acusa de ser un agresor.

[9] Imprescindible la lectura de Erótica creadora de vida. Propuesta ante la crisis demográfica (Potlatch, 2019) de Félix Rodrigo Mora.


MUJERES, HOMBRES Y VICEVERSA. Una crítica al feminismo desde su reflejo en el espejo.

 


domingo, 20 de junio de 2021

V

 


El lejano 2 de febrero de 1985 se estrenó en TVE la serie de televisión ‘V Los Visitantes’, una distopía de ciencia ficción estadounidense cargada de efectos especiales y repleta de imágenes icónicas de gran impacto, como la de la gigantesca nave nodriza que levitaba sobre el cielo de Los Ángeles a pocos metros de los rascacielos, la de la bella y despiadada Diana aliviando el hambre de la tarde tragándose una cobaya viva, o la del momento en el que el protagonista desenmascara a uno de los visitantes que, bajo una falsa piel humana, ocultaba su repugnante rostro de reptil de color verde. Supongo que no seguí la serie con demasiada atención, pero sí recuerdo que causó un gran impacto en un niño de pocos años, pues uno de los pocos recuerdos que conservo de cuando tenía siete es el de patrullar por las calles de mi barrio, San Antonio de Llefiá de Badalona, en compañía de mi vecino Israel, con una gorra y un fusil de juguete en las manos. Los dos creíamos ser miembros de la Resistencia.

Tal vez ha sido ese recuerdo, y los aciagos tiempos que vivimos, lo que me ha empujado a revisitar ‘V’ unas cuantas décadas después, y tengo que reconocer que me ha sorprendido de manera muy positiva. La serie, escrita y producida por Kenneth Johnson, se inspira en las ocupaciones de la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial y en los movimientos de resistencia que surgieron para combatir a los soldados de Hitler, pero en el marco de una hipotética invasión alienígena global a finales del siglo XX, y lo hace con acierto y una actitud crítica con el poder. Al inicio de cada capítulo, una voz en off explica que la ficción está dedicada a los miembros de todas las resistencias, pasadas, presentes y futuras. Aquellos que se han atrevido a hablar del fin de la historia no se han enterado de nada.

Paso a relatar una serie de aspectos que hacen de ‘V’ un producto extrañamente recomendable y, pese a sus desfasados efectos especiales, de rabiosa actualidad:

Los visitantes son extraterrestres que invaden el planeta Tierra en busca de recursos naturales. Su emblema recuerda a la esvástica nazi. La superioridad tecnológica de los visitantes les permitiría derrotar con garantías a los ejércitos terrestres, pero prefieren presentarse como seres pacíficos, sin malas intenciones, que solo necesitan agua y otras materias primas y que, cuando las consigan, se marcharán. Su voluntad de integración les ha llevado a aprender los diferentes idiomas humanos, e incluso han cambiado su verdadero nombre porque resultaría impronunciable para nosotros. Ocultan su monstruoso aspecto y solo comen alimentos vegetales crudos delante de sus huéspedes humanos. A cambio de los recursos que necesitan, los visitantes compartirán sus conocimientos científicos y tecnológicos con los terrícolas; incluso prometen curar el cáncer con una vacuna. Los visitantes son lobos con piel de cordero dotados de avanzados conocimientos científicos y tecnológicos. ¿A que les suena mucho esta situación? No hace falta decir que la intención del Comandante Supremo extraterrestre era, desde el principio, esquilmar el agua dulce del planeta, exterminar a todos los seres humanos y, ya de paso, usarlos como comida.  

¿Cómo reaccionan los seres humanos ante la llegada de sus invasores? Solo unos pocos desconfían de las aparentes buenas intenciones de los visitantes y la mayoría sigue los acontecimientos a través de las noticias, expectantes, pero pasivos. Son unos cuantos los que aprovechan la coyuntura para sacar tajada; desde el joven nini que se enrola en el cuerpo paramilitar colaboracionista para trepar socialmente y ejercer su voluntad de poder, a la empresaria que ofrece la producción de su industria química al poder alienígena para enriquecerse con el contrato y obtener inmunidad. Incluso hay una chica que se enamora de un apuesto lagarto uniformado y se queda embarazada. ¿Qué papel juegan los medios de comunicación? Se dedican a difundir los comunicados de los invasores para ayudar a que la gente los vea como amigos y benefactores, un aspecto reforzado por la propaganda que llena las paredes de las calles con carteles de uniformados visitantes vestidos de rojo, siempre sonrientes y al servicio de los ancianos y los niños. Cuando el transcurso de los acontecimientos se hace evidente que las intenciones de los extraterrestres no son precisamente piadosas, y mientras miles de personas desaparecen misteriosamente después de ser detenidas por el ejército invasor, la inmensa mayoría de las personas acepta con resignación la nueva normalidad que les ha tocado vivir. Solo unos pocos se atreven a luchar con ‘la Resistencia’.

La serie no incurre en los típicos maniqueísmos que el sistema de propaganda difunde para esconder el único maniqueísmo posible y deseable: el poder es malo en todas sus formas, ergo los malos son aquellos que detentan o ansían el poder. En los productos de la industria del ocio, los “buenos” son casi siempre los policías, los negros, los judíos o las mujeres, independientemente de si toman decisiones que atentan contra la libertad y la dignidad de las personas, o no lo hacen. Hay varios visitantes que consideran una aberración el exterminio de la especie humana y se pasan a ‘la Resistencia’; no son pocos los humanos que colaboran con el enemigo.

Uno de los aspectos más asombrosos del argumento de la serie es que todos los visitantes, sin excepción, son militares, uniformados, armados y jerarquizados (el número de líneas negras del uniforme muestra el rango de cada uno). El poder se impone por la fuerza de las armas, algo que los analistas políticos y los guionistas de Hollywood suelen omitir para culpar a psicópatas, grandes empresarios y masones de todas las agresiones que recibe el pueblo. La burguesía capitalista queda retratada como colaboradora al servicio de los visitantes, pero quienes toman las decisiones, realizan el operativo de la ocupación y devoran a los terrícolas son los soldados del ejército alienígena, un cuerpo armado moderno que no distingue de razas ni de sexos. Muchas de las pieles humanas que han elegido los extraterrestres son de negros y asiáticos, y algunos de los integrantes de las fuerzas de ocupación más sanguinarios y ambiciosos son de sexo femenino, como Diana, el prototipo de mujer empoderada que pretende imponer el actual sistema de dominación.

Pero es sin duda ‘la Resistencia’ el elemento más atractivo de la serie ‘V’. Mientras el ejército estadounidense y los cuerpos de policía colaboran con los invasores poniéndose bajo sus órdenes, los políticos se mantienen al margen, los grandes empresarios hacen negocios estelares y los miembros del grupo armado de liberación son todos ellos civiles, mujeres y hombres del pueblo. Una científica dirige ‘la Resistencia’, movimiento que fue ideado por un anciano superviviente del Holocausto; el protagonista del filme es operador de cámara y entre sus compañeros de lucha se encuentran un obrero y un delincuente de poca monta. Y es que somos nosotros los que debemos dirigir cualquier Resistencia al poder establecido y no esperar a que las Fuerzas de Seguridad del Estado sean las encargadas de “defender al pueblo”. ‘La Resistencia’ consigue derrotar a los visitantes con audacia y con astucia, luchando en una guerra de guerrillas, tal y como hicieron los habitantes de la Península Ibérica para expulsar a las tropas de los ejércitos napoleónicos, la misma táctica que debieron usar los bagaudas para derrotar a los invasores romanos y visigodos.

Los nuevos “invasores” nazis que están llevando a cabo el golpe de estado global del coronavirus no son reptilianos venidos de otra galaxia, pero sí personas de gran poder, antropófagas y sin ningún escrúpulo moral. Estamos presenciando y permitiendo la pérdida de nuestras libertades civiles; estamos siendo fagocitados por unas instituciones de poder que adolecen de la misma ausencia de humanidad que los extraterrestres de ‘V’. La nave nodriza surca nuestros cielos, antaño azules.

Solo hay un camino: ¡Únete a la Resistencia!

 

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