domingo, 28 de marzo de 2021

Colectivo Amor y Falcata. Editorial número 3, marzo de 2021: FRENTE A LA OFENSIVA ESTATAL, REVOLUCIÓN INTEGRAL

 


Independientemente de lo que diga Wikipedia, la guerra más larga de la historia es la que mantiene el Estado contra los pueblos y los individuos. Esta eterna guerra parece que ha entrado en una fase de ofensiva total por parte de las instituciones de poder. Frente a un adversario inerme, desmoralizado, temeroso, ignorante, confiado y colaborador, el Estado pretende establecer con premura una tiranía perfecta que habrá cercenado por completo todo atisbo de autonomía y de libertad.

Uno de las últimas embestidas llegó disfrazada con la mentira de la liberación de la mujer, puntual a su cita del 8 de marzo. El feminismo de Estado es un “movimiento” tan alejado de las preocupaciones del pueblo que necesita ser impulsado por el Gobierno mediante consignas como: ‘Con voz alta y con voz clara hay que reivindicar el feminismo’. El feminismo que recibe millones de los presupuestos del Estado, que divide a la sociedad, discrimina legalmente a los varones y considera a las mujeres menores de edad que requieren de una protección especial por parte de la ley y la “justicia”, es el mismo feminismo que se ha manifestado en las principales ciudades con sus activistas enfrentados y un evidente escaso éxito de convocatoria. Como dice la cumbia: ‘Échenle la culpa al Covid’.

Igual que los generales de las legiones romanas se enfrentaron entre sí en no pocas contiendas civiles por la disputa del botín de las guerras venideras, los diferentes lobbies de la ingeniería social fueron incapaces de ponerse de acuerdo y convocar una manifestación unitaria el 8-M. La discrepancia fue causada por la llamada Ley Trans, la misma que pretende que un adolescente de 16 años pueda cambiar de género en el registro civil porque así le viene en gana. Que esta ley se esté debatiendo demuestra que el poder ha enloquecido por completo y está perdiendo el contacto con la realidad material y nuestra propia naturaleza, al sacrificar el cuerpo humano y despreciar la vida en pos de una idea biopolítica. Demasiadas letras en las siglas LGTBIQ+, demasiadas asociaciones ansiosas de meter la cuchara en la sopa boba y una perspectiva económica a corto plazo que anuncia tiempos de escasez, incluso para los soldados del Estado. El feminismo institucional fue una bonita flor de color violeta que se ha marchitado y apesta.

En el puchero podemita del Gobierno se está cocinando otra ley que los medios presentarán como ‘progreso’, cuando es una nueva ofensiva liberticida. La llamada Ley de Vivienda pretende incrementar el gasto público con la construcción de vivienda protegida (esos pisitos infames que aseguran un infierno convivencial y generan lumpen) y exterminar por completo la libertad económica con la creación de impuestos especiales y la regulación de los precios de los alquileres, unas trabas que, a buen seguro, esquivarán las grandes fortunas y los fondos de inversión, y que caerán como una losa encima del esforzado trabajador medio.

Una de las ofensivas más despiadadas que estamos sufriendo es, sin duda, la Ley de Eutanasia, oportunamente aprobada en plena “pandemia”. Los medios de comunicación y la industria cultural llevan años generando un debate artificial sobre la supuesta necesidad de suicidarse sin dolor. La Ley de Eutanasia relativiza la muerte, así que también relativiza la vida; es, además, una ley utilitarista que instrumentaliza a los seres humanos en función de su productividad y convierte a los médicos en soldados al frente de un pelotón de fusilamiento, relegando el juramento hipocrático a trágica ironía, y transformando los hospitales en nuevos campos de exterminio.

El Estado ha situado el sistema sanitario en la primera línea de combate. Las nuevas fuerzas de seguridad uniformadas son médicos y enfermeros con bata blanca; las armas convencionales han dado paso a las llamadas “vacunas”. Miles de funcionarios ya se han puesto con orgullo la primera dosis del tratamiento génico experimental a cambio de una falsa promesa, aquella que dice que si todos nos vacunamos, volveremos a la “normalidad”. Olvidan los medios de comunicación que muchos, muchísimos, desconfían de la “vacuna” y la esquivan, pese a las amenazas de obligatoriedad o los chantajes en curso: si no te vacunas, no te vas de vacaciones a Mallorca, como están haciendo ya centenares de turistas europeos, vacunados o no.

Olvidan también los informativos que el número de reacciones adversas está siendo muy elevado,[1] centrándose la atención mediática en un único caso de fallecimiento por ictus cerebral de una profesora malagueña de 43 años que murió poco después de haber recibido la primera dosis de la “vacuna” de AstraZeneca. Como era de esperar, la muerte no tuvo relación alguna con la feliz inmunización. ¿El desprestigio mediático de este producto se debe a una sucia campaña de guerra comercial entre compañías farmacéuticas? ¿O tal vez nos estén haciendo desconfiar de la “vacuna mala”, para que reclamemos “nuestro derecho” a ser inyectados por alguna de las “vacunas buenas”, las de Pfizer Moderna, las de ARN mensajero? Una prudente evaluación de riesgos nos lleva a pensar que los perjuicios de la vacunación son mayores que los supuestos beneficios pero, ante todo, debemos resaltar que imponer de manera coercitiva un tratamiento farmacológico, para más inri experimental, muestra hasta qué punto el Estado está anulando nuestras libertades fundamentales. ¿Dónde queda el antiguo lema feminista ‘Mi cuerpo, mi decisión’? Cada vez es más evidente que la “pandemia” de Covid-19 no es un asunto sanitario, sino político, vinculado al control social de la población en un momento de crisis generalizada de las sociedades de la modernidad.

Pese a que está demostrado que el virus SARS-CoV-2 no infecta las células de las vías respiratorias y que la OMS ha reconocido que el uso de mascarillas es inútil en la prevención del contagio de coronavirus,[2] el Congreso ha aprobado en secreto el Real Decreto de Nueva Normalidad que obliga la utilización del barbijo incluso en espacios abiertos con la llamada “distancia social” garantizada. ¡Cuánta gente desconocía que no tenía que llevar puesta la mascarilla en la calle! Y ahora resulta que sí es obligatorio. El uso de esta prenda nos degrada y estigmatiza, es una ley de sometimiento, comparable al burka o al bozal de un perro.

En esta terrible guerra contra la vida, la dignidad y la libertad, los Estados se están coordinando para hacer frente común al conjunto de seres humanos del planeta. Un buen ejemplo es el que está ofreciendo la Unión Europea, que en cuestión de unos pocos meses ha pasado de promover la libre circulación de personas a inventar el ‘pasaporte sanitario europeo’, un certificado veterinario de buen ciudadano, obediente y sumiso, que por haber sido bueno tiene derecho a coger un avión y disfrutar de sus merecidas vacaciones. Tan infames son las instituciones que promueven este salvoconducto, como las personas que obedecerán sin rechistar para agradar a sus viejos amos.

Y en medio de tanta confusión y cobardía apareció la estrella de Victoria Abril. La veterana actriz compareció en un acto público sin mascarilla y desmontando con buena disposición y discurso convincente el montaje político-sanitario del Covid-19. Victoria Abril se convirtió, por unas horas, en la voz del pueblo, la mujer valiente que se enfrentó a los poderes establecidos jugándose su carrera profesional en defensa de la verdad. La actriz madrileña recibió por su osadía tantos aplausos de su público, como palos de autoridades y medios de comunicación, así que no tardó en hacer de su capa un sayo, y donde dijo digo, digo Diego, matizó sus atrevidas palabras para dejar a sus nuevos fans desilusionados, decepcionados, como cuando Ricky Martin salió del armario, como cuando el dúo Milli Vanilli admitió que hacía playback.

¿Nos falló Victoria? En esta tecnologizada caverna de Platón, en este Imperio de la ficción (tomando prestado el concepto de Pedro Bustamante), mucha gente seguirá creyendo que el enemigo es nuestro aliado a no ser que una cara pública, una “voz autorizada”, una actriz, un político o un periodista de postín les diga que ‘hemos sido engañados’; hasta entonces seguirán esperando la llegada del Mesías de portada que les asirá de la manita para guiarles hasta la salida de la oscura cueva.

Los pueblos de la península están muertos.

El Estado está acorralado y agoniza a causa de sus múltiples contradicciones internas. El déficit presupuestario, la caída en picado de la productividad, la escasez de recursos energéticos, la ausencia de individuos de calidad, la destrucción del medio ambiente, el desplome de la natalidad… Nuestro enemigo está contra las cuerdas y, como bien apuntó Sun Tzu en El arte de la guerra, un adversario desesperado se torna peligroso, se muestra muy agresivo porque nada tiene ya que perder. Las élites han emprendido una carrera desenfrenada que solo puede conducir a la destrucción de la humanidad, salvo que nosotros, las gentes del pueblo, empecemos a plantarles cara, aceptemos el combate y derrotemos al Estado, a los Estados. No podemos seguir engañándonos y decir que la guerra no existe. Es hora de hacer frente al enemigo, con valentía, con valores y con inteligencia estratégica. Es hora de emprender la revolución integral.


[1] Se puede consultar la página adrreports.eu (European database of suspected adverse drug reaction reports).

[2] Consultar el Informe de Revisión Científica Covid-19 publicado por el colectivo ‘Biólogos por la verdad’ y disponible en biologosporlaverdad.es.


Entrevista en la primera emisión de "La Danza Final de Kali" sobre mi libro "El Minotauro en Alcàsser"

 


Entrevista en el canal de Roorow. "El Minotauro en Alcàsser". Parte 1

 


jueves, 18 de febrero de 2021

DE RAPEROS Y POLICÍAS


 

Pablo Hasél es un idiota, un letrista torpe y un peor músico. Un ser pequeñito e insignificante que se ha hecho famoso sin saber cómo ha ocurrido. Un “revolucionario” de pacotilla. El rapero más citado de un país en el que a casi nadie le gusta el rap. Hasél es un cantante blanco que todavía no se ha dado cuenta de que no es negro. Pablo Rivadulla Duró ‘Hasél’ (de nombre artístico árabe, porque todo lo islámico mola y es muy progre) presenta un aspecto desaliñado que contribuye a que caiga mal a casi todo el mundo. Su música no tiene apenas seguidores. Antes de que empezara la última función del circo mediático de turno, Hasél era un artista desconocido, el payaso triste y gruñón del circo, el “intelectual” enfadado que destila bilis cada vez que coge el micrófono, una bilis que se torna dulce néctar a oídos del Estado y la gran empresa capitalista a la que cree combatir con sus canciones. Porque, como buen comunista, Pablo Hasél es un “niño” pijo de 32 años, el hijo de papá de un rico empresario de la construcción que provocó la desaparición de la Unió Esportiva de Lleida tras dejar el club con una deuda de 10 millones de euros, y el nieto de un teniente franquista que se dedicó a masacrar a combatientes revolucionarios del maquis en el Valle de Arán en octubre de 1944.

Pero, por encima de todo, Pablo Hasél es un pringado. Mientras que el perrito ladrador Willy Toledo, el chihuahua del cine español, ese pésimo actor y polemista tuitero, lleva muchos años viviendo del cuento a merced de su papel de falso revolucionario al servicio del poder, al rapero catalán le ha tocado ser chivo expiatorio del último culebrón orquestado por el CNI. El palmero del Che Guevara, Stalin y distintos grupos paramilitares al servicio de las cloacas del Estado español, ha sido varias veces condenado por su frenética labor como letrista y activista “antisistema”. Hasél ha sido detenido por ‘enaltecimiento del terrorismo e injurias a la Corona’ y su detención, lejos de haber pasado desapercibida como las otras veces, ha propiciado una más bien poco espontánea oleada de indignación que está recorriendo las calles de diferentes ciudades con manifestaciones de protesta y enfrentamientos violentos con la policía.  

¿Quiénes son los indignados? Los mismos de siempre. Antifas encapuchados que queman contenedores de basura, tiran piedras y petardos, trazan las manoseadas pintadas de turno y actúan al compás de la policía en una coreografía mil veces ensayada, en una especie de combate de wrestling más falso que una peseta de madera, en un toma y daca del gato y el ratón, en una batalla urbana precocinada a modo de protesta social de la que la sociedad ni participa ni apoya, porque es cosa de la policía, de sus confidentes y de los reporteros que toman las imágenes que nos arrojan los noticieros. Las manifestaciones en solidaridad con Pablo Hasél son tan poco revolucionarias como las canciones que han llevado al cuartelillo al rapero leridano.

Mientras los medios de comunicación denuncian tamaña injusticia que atenta contra la libertad de expresión, las redes sociales continúan censurando contenidos verdaderamente revolucionarios. Mientras Hasél se hace el malote con sus letras antimonárquicas, la obra ¿Qué pasó en Alcàsser? de Juan Ignacio Blanco, bastante más despiadada con la figura del rey, sigue siendo el único libro censurado en la España del Régimen de 1978. Mientras Hasél incendia las calles con sus canciones, el Estado está aplastando nuestras libertades fundamentales con la excusa de proteger nuestra salud. Mientras los “antifascistas” se enfrentan a la policía, la policía multa, niega libertades, maltrata, agrede, zurra y tortura como hacía años que no se veía, a cada vez más personas de a pie por no llevar la dichosa mascarilla o por saltarse el confinamiento. Mientras la opinión pública mira la fea cara de Hasél, los medios de comunicación distraen la atención de lo que está ocurriendo, que no es otra cosa que la implantación de una dictadura totalitaria y liberticida dirigida por un gobierno de la misma izquierda que defiende Hasél, y consentida por la misma derecha a la que Hasél critica. Que Pablo Hasél haya sido detenido en una universidad, antigua sacristía vetada a la policía, dice mucho de “nuestra” más que supuesta “democracia”. Que los Mossos d’Esquadra hayan dirigido la operación policial de detención del rapero, dice mucho de este cuerpo y de su adhesión al sistema de represión del Reino de España.  

Pablo Hasél es un idiota.

¡Libertad para Pablo Rivadulla Duró! Porque la palabra, no delinque.

 

ANTONIO HIDALGO DIEGO

viernes, 29 de enero de 2021

EL MILENARISMO... HA LLEGADO



La tendencia al totalitarismo ideológico de los medios de comunicación es de tal magnitud que recordar el programa televisivo Negro sobre blanco del escritor derechista Fernando Sánchez Dragó nos evoca un oasis de libertad intelectual. ¡Cómo estarán las cosas ahora! Tuvo que ser un plumífero en nómina del Partido Popular, narcisista y lenguaraz,quien me permitiera descubrir al mejor poeta ibérico, Jesús Lizano, al que Sánchez Dragó ofreció su espacio literario en TVE para que el bardo anarquista de larga barba cana recitara, entre otros, su Oda a la mierda, poema que fue coreado por el escaso público que presenciaba atónito el programa desde el plató. Pero es, sin duda, el debate sobre milenarismo que orquestó Dragó en su programa El mundo por montera, el momento más recordado del trabajo en televisión del novelista soriano.

Noche del 5 de octubre de 1989. La 2. Uno de los contertulios es el escritor y dramaturgo del absurdo Fernando Arrabal Terán. Arrabal comparece al debate ataviado con una estridente chaqueta de punto de color amarillo, extraño color para un hombre de teatro. Fernando Arrabal muestra síntomas más que evidentes de estar bebido como un piojo. Dragó lo sabe y sonríe, mientras espera que el viejo borrachín la líe en directo para que, al día siguiente, todo el mundo hable de su programa. Tiempo después, Arrabal trató de excusar su vergonzante actitud asegurando que había tomado unos sorbos de Chinchón, no sabemos si dulce o seco, porque «pensaba que era agua». ¡A quién no le ha pasado alguna vez confundir el anís con el agua!

El orientalista Sánchez Dragó, perverso moderador, abre el debate ilustrando a su audiencia acerca del kaliyuga, o última etapa del circular ciclo histórico hindú, período de decadencia moral y destrucción social que señala el fin de los tiempos para anunciar el comienzo de un esperanzador nuevo ciclo histórico. Uno de los invitados, el editor Isidoro Juan Palacios, nacionalsocialista de la CEDADE, afirma: «El número 666 está por todas partes, lo que puede significar que la Bestia anda suelta». ¡Y vaya si lo estaba! El beodo Fernando Arrabal, el mismo que presume de haber intentado asesinar a Franco, acusa al resto de contertulios de ser unos «borrachos». Pero incluso en plena escenificación del patético show por el que pasaría a la historia de la televisión, el dramaturgo dadaísta muestra un atisbo de lucidez cuando dice: «El Apocalipsis son las elucubraciones de los descontentos y los soñadores (…) Yo represento a la minoría silenciosa (…) Nosotros somos anarquistas divinos (…) La ideología apocalíptica es la ideología de los pobres contra los ricos (…) Yo quiero un Apocalipsis del amor». Mientras balbucea estas, y otras palabras no tan afortunadas, el escritor melillense imita a Charles Bukowski[1] y revienta el debate con una alta dosis de dipsomanía, egocentrismo, surrealismo y falta de respeto. Arrabal se descalza y se quita los calcetines, se sienta en una pequeña mesa de cristal que se tambalea, se sube a la silla practicando una torpe postura del loto, soba, besuquea e interrumpe continuamente a los desconcertados invitados e incluso se cae al suelo. Pueden mirar el vídeo en internet[2]. Como los cerdos, Fernando Arrabal no tiene desperdicio.

¡Hablemos del milenarismo!

Las palabras «milenarismo» y «quiliasmo» (del griego «quilioi», que significa «mil») derivan de los «mil años de reinado de Cristo» que anuncia el Nuevo Testamento en el Apocalipsis, un período que comenzará después de que el hijo de Dios arroje al Diablo y a la Bestia a un estanque de azufre; todos aquellos, vivos o muertos oportunamente resucitados, que hayan adorado a la Bestia, recibirán el mismo tratamiento. El Diablo es el mal, la Bestia se identifica con el poder del Estado romano en el texto atribuido a San Juan[3].

Pero a mí me explicaron que el milenarismo fue una tremenda crisis social que vivió Europa en los lustros previos al año mil. La Iglesia calentaba la cabeza a los “analfabetos campesinos del medievo” para decirles que,cuando llegara el año 1000, Cristo regresaría entre nosotros para poner a cada uno en su sitio. En realidad, el milenarismo fue una corriente mesiánica de origen oriental que han difundido unos pocos expertos de la Iglesia desde el lejano siglo II basada en un fragmento del Libro delas Revelaciones. Poco que ver con el año mil, y aún menos con el tan anunciado «Efecto 2000», por el que nuestro maravilloso mundo tecnológico contemporáneo se tendría que haber derrumbado a causa de un error de software en cadena que colapsaría los ordenadores de todo el planeta la nochevieja del año 1999, un apocalipsis de silicio que nunca se produjo. ¿Quiénes son los ingenuos borregos que se creen los delirios de los intelectuales sabelotodo? ¿Las personas de la denostada edad media o la masa de ciudadanos obedientes, titulados y televidentes del presente? No hay pruebas documentales de que se produjera ninguna crisis social en las fechas previas a los años 1000 o 2000 por creer que todo se iría al carajo[4].

La utópica idea de que llegará un período feliz, de nada menos que mil años de duración, en el que el mal se esfumará de la faz de la tierra y los injustos recibirán su merecido castigo no es más que un narcótico espiritual infantiloide que se basa en la comodidad de no querer responsabilizarse de los propios actos o de los problemas de la sociedad en su conjunto. Si hago el mal recibiré mi castigo (quién sabe cuándo), y si acepto resignadamente el mal que ejerce la Bestia(el que ejercen los poderosos), ya vendrá Cristo a solucionarme la papeleta. Así que no es de extrañar que el milenarismo sea la base doctrinal en la que se han inspirado decenas de intelectuales de corte socialista. ¿Qué es el socialismo, sino la esperanza de una sociedad perfecta y feliz, una Nueva Era de Acuario? El predicador italiano del siglo XIII Fray Dolcino de Novara, la secta de los taboritas de Bohemia en el siglo XV, el predicador reformista alemán Thomas Müntzer en el siglo XVI, el socialista utópico británico del XIX Robert Owen… Todos ellos predicaron un mundo posapocalíptico, mejor y más justo; un nuevo milenio que, lejos de haberse instaurado, está más alejado que nunca.

Para millones de estadounidenses la Bestia del Apocalipsis se reduce al Partido Demócrata de Hillary Clinton y Joe Biden, y no al Estado y al capitalismo en su conjunto. Para muchos norteamericanos, aturdidos por la crisis y confundidos por los medios de comunicación y las redes sociales,el Mesías que nos va a salvar del Demonio es el repugnante multimillonario neoyorkino Donald Trump, tan sobrado de bienes materiales, como carente de ética. La teoría «QAnon» es el quiliasmo del siglo XXI, el nuevo milenarismo. Mientras la mitad de la sociedad norteamericana tiene fe en que la “vacuna” les va a salvar de una terrible epidemia, la otra mitad confía su destino al ya expresidente de los Estados Unidos de América. El delirio milenarista ha cruzado el charco y ha calado hondo en una minoría de derechistas muy activos en las redes sociales que difunden el absurdo QAnon, incluso después de que este se haya desacreditado por completo. Entre creencia y evidencia, han optado por la primera. ¡Qué decir de la bochornosa performance que fue el asalto al Capitolio! ¿Cuántas veces han detenido al papa Francisco? ¡Más que al Lute! ¿Cuántas veces se ha desplegado el ejército norteamericano en el viejo continente para derrotar a las fuerzas del «Cabal»?Más veces que durante la Segunda Guerra Mundial…¿Qué pasa cuando reaparece Francisco en los medios de comunicación? Que es un holograma. O un robot. O un montaje de vídeo. Cualquier excusa es válida para seguir creyendo que el sistema vale la pena, que no todos los poderhabientes son malos, que los ejércitos salvan a los ciudadanos y que los individuos no tenemos que mover un dedo para luchar por nuestra libertad, que para eso ya está el nuevo Cristo redentor, gordo, rico, de color naranja y escaso cabello alborotado.

El mal es una elección que está en todos nosotros. La sociedad ideal solo existe en la imaginación de los comerciantes de sueños. Las personas tenemos que responsabilizarnos de nuestras vidas, tomar la iniciativa y combatir con determinación por la consecución de una sociedad más libre y más justa, luchar con insistencia para aplastar a las instituciones estatales y acabar con la concentración de riqueza que poseen oligarcas como Trump. Una lucha que no tiene fin y que no gozará del apoyo de ningún político, de ningún ejército, de ningún Cristo salvador. Solo contaremos con el apoyo de nuestros iguales a través del trabajo comunal y el servicio al prójimo.

Guerra al poderoso y, tomando prestadas las palabras de Fernando Arrabal, también me manifiesto por un «Apocalipsis del amor»[5], del amor por nuestros iguales.

Antonio Hidalgo Diego

Colectivo Amor y Falcata


[1] Extraordinario escritor norteamericano que se dio a conocer en Europa después de comparecer borracho en un debate de la televisión francesa del programa Apostrophesen 1978, espacio en el que profirió todo tipo de barbaridades al moderador y a los contertulios. https://vimeo.com/112695637

[2] Arrabal en El mundo por monterahttps://www.rtve.es/alacarta/videos/personajes-en-el-archivo-de-rtve/milenarismo-fernando-arrabal-mundo-montera-1989/2135585/

[3] Apocalipsis 20:2-7: «2 Y apresó al dragón, la serpiente de antaño que es el Diablo y Satanás, y lo ató por mil años. 3 Y lo echó al abismo y echó llave y selló la cerradura, para que dejase de engañar a las naciones hasta completar los mil años, al cabo de los cuales ha de ser soltado por un tiempo breve. 4 Entonces vi tronos y a los que estaban sentados en los mismos, y les fue concedido juzgar. Vi también las vidas de los que habían sido decapitados por testificar de Jesús y por la palabra de Dios, y de todos los que no se han postrado ante la Bestia ni ante su representación, ni han aceptado el sello en la frente y en la mano. Y estaban vivos y reinaban juntamente con Cristo durante mil años. 5 Los otros muertos no estaban vivos, no hasta que se cumplieron los mil años. Esta es la primera resurrección. 6 Bendito y santo es quien participa en la primera resurrección. Sobre estos la muerte segunda no tiene potestad. Al contrario, son sacerdotes de Dios y del Ungido y correinarán con él esos mil años. 7 Y cuando se cumpliesen los mil años, había de ser soltado Satanás de su prisión».

[4] El medievalista de la Universidad Complutense de Madrid José Ignacio Ortega Cervigón afirma en su artículo El mito milenarista en la Europa medieval: «Los ‘terrores del año 1000’ son una etiquetación posterior, introducida en el plano de lo excepcional y de lo intelectual (…) No hay, pues, rastro apocalíptico ni milenarista en los escritos oficiales; las bulas pontificias, los anales y las biografías guardan también silencio (…) La historiografía decimonónica afín al romanticismo difundió, durante la primera mitad del siglo XIX, una visión distorsionada sobre la llegada del año mil». www2.uned.es/temple/milenarismo.htm

[5] «Apocalipsis» significa «desvelar», «quitar el velo». Ya es hora de deshacernos dela venda que tapa nuestros ojos, que nos impide ver a nuestros iguales y que nos hace tener ojos solo para admirar a los poderosos.

martes, 12 de enero de 2021

RESPUESTA A UN MEME EN LAS REDES SOCIALES

 


Ante todo, empiezo diciendo que Aznar, Rajoy y el PP me dan asco.

Pero este meme que circula por las redes demuestra un escaso conocimiento de cómo funcionan el Estado, la política y la gran empresa.

Los políticos no toman decisiones, sino que comunican las decisiones que otros toman. La política es una representación teatral del poder, no el poder. El partido A hace de poli malo, los partidos B y C de polis buenos en los medios de comunicación. Si los políticos son los actores, los medios son los teatros.

Nadie en su sano juicio votaría a Podemos, un partido que pretende llenar el país de inmigrantes musulmanes, discriminar a los varones y darle tu vivienda a un indeseable. Para que aceptemos estas políticas genocidas, los medios siempre exculpan a la izquierda, y los que compartís estos memes, sois memos que os habéis tragado esta propaganda. Cuando la factura de la luz subía, era culpa del gobierno de derechas, y no de las eléctricas. Ahora que gobiernan PSOE y Podemos, la culpa sí que es de las eléctricas. ¿En qué quedamos?

Para empezar, solo el 30% del dinero que pagamos es para la empresa (en realidad es menos, casi todo son impuestos para pagar el Estado policial y "del bienestar" que tanto desea la izquierda).

Segundo. ¿Quién hizo las empresas públicas? Miguel Primo de Rivera y Francisco Franco. No la izquierda.

Tercero. ¿Quién privatizó la mayoría de esas empresas? El gobierno de Felipe González. La izquierda.

Pero lo más importante es que no existe diferencia alguna entre el Estado y la gran empresa. Ninguna. Los mismos altos funcionarios del Estado ocupan cargos en sus consejos de administración. Ellos o sus familiares.

Las empresas solo pueden operar con las licencias que les otorga... El Estado.

Y por último, es el Estado el que construye las infraestructuras energéticas (pagadas con dinero público) y el que importa las energías extranjeras que luego distribuyen las empresas.

En definitiva. Vosotros seguid votando a esta gentuza (Podemos o PP), que así nos va a todos... También a los que no votamos.

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