domingo, 22 de noviembre de 2020

Un rayo de luz



Es en los momentos más difíciles cuando se presenta la oportunidad de mejorar nuestra realidad. Los seres inviables, degradados, desdichados, crueles y caducos desaparecerán muy pronto. La vida asoma. Un rayo de luz nos guía entre las tinieblas y nos indica el camino de vuelta a casa, donde mora todo aquello que es humano.



martes, 10 de noviembre de 2020

LA REVOLUCIÓN DE LA GENTE DE LA CALLE

 

‘Reason to be’. Pintura mural sobre una puerta.

Obra de la artista rusa Anastasia Boorj (2019) 

Situada en las ruinas de la antigua discoteca ‘Pachá’ de Platja d’Aro (Cataluña)


La publicidad comercial es un termómetro político, que no social. Los anuncios de la tele no muestran la sociedad tal cual es, sino la sociedad como debería ser, o como quieren los poderes fácticos que sea. El discurso progresista denuncia el intolerable machismo y el repugnante racismo que todavía muestran los “consejos” comerciales, así que el discurso de izquierda, el discurso políticamente correcto desde hace décadas, admite que los anuncios no solo pretenden vender los productos y servicios que ofertan las empresas que los difunden, sino que intentan imponernos una manera de ser y de comportarnos. La publicidad comercial es un arma que agrede nuestra libertad de conciencia.

Durante dos días seguidos, dediqué varias horas a hacer zapping para analizar los anuncios que emite la televisión. Descubrí que la publicidad de la tarde es mucho menos agresiva que la de la noche; la mayoría de anuncios que se emiten entre las 18 y las 21 horas se centran en dar a conocer las marcas que se publicitan, sin más condimentos. Por la noche, en cambio, cuando aumenta el número de personas que ve la televisión, se emite el spot de lubricantes sexuales Durex. Hay dos parejas que simulan tener relaciones íntimas; la primera de ellas está formada por dos mujeres, una de ellas negra; la otra pareja está formada por un hombre negro y una mujer blanca rubia. Resulta difícil encontrar en la publicidad de las grandes marcas transnacionales una pareja heterosexual que no esté formada por una chica blanca en edad fértil y un hombre negro, generalmente de porte atlético y gran fortaleza física. Otro anuncio, pagado por la distribuidora textil C&A, nos muestra un hombre con su hijo; el padre es blanco, el niño es negro. ¿Adopción internacional? Uno de los muchos anuncios que emite el gigante de ventas por Internet Amazon muestra a un grupo de personas que viven en un barrio humilde de una ciudad occidental; todos los actores son negros. En otro anuncio de Amazon, los creativos publicitarios rizaron el rizo de la corrección política al mostrarnos una pareja heterosexual formada por un hombre negro y una mujer blanca rubia con acondroplasia. La publicidad de la distribuidora de comida para llevar a casa Just Eat muestra dos familias que están cenando comida basura; ambas son interraciales y en una de ellas hay un hombre gay y asiático. Un anuncio de cava Codorniu recrea una cena romántica en la que una conocida influencer lesbiana va a besar a otra chica.

La publicidad no se mete en cosas de religión, por supuesto, vaya a ser que algún colectivo musulmán o judío se sienta atacado por mostrar alguna tradición cristiana. Pero en el anuncio de Vive Soy de Pascual (un bebedizo hecho con semillas de soja) se transmite que si el consumidor quiere escapar del estrés y de la tensión emocional, aspectos tan característicos de nuestro mundo actual, las personas debemos practicar la meditación oriental. ¡Y qué mejor que oler las fragancias de Air Wick mientras practicamos esta especie de budismo de pacotilla occidentalizado! Hasta el anuncio de la escoba robótica Conga muestra a una actriz haciendo algo parecido al yoga. Las tradiciones culturales europeas pueden resultar ofensivas a las minorías; las modas elitistas importadas de Asia son presentadas como prácticas recomendables y del todo respetuosas con nuestro sistema de creencias. Si nuestra vida se hace insoportable por culpa del trabajo excesivo y alienador, por la soledad, la incomunicación, la ausencia de alegría, el alejamiento de la naturaleza, la sobreinformación y la omnipresencia de las tecnologías… ¿Qué nos propone la publicidad? El consumo de objetos y servicios superfluos y la puesta en práctica de ejercicios pseudoespirituales orientalistas basados en la aceptación de la injusticia, la evitación del dolor, la evasión personal de los problemas sociales y la estrategia del avestruz, tristes narcóticos espirituales de la nueva religión globalista  «New Age».

Pero son las medidas de atomización social y limitación de las libertades individuales puestas en práctica por las autoridades estatales con la excusa de la “pandemia” de Covid 19 las que monopolizan la publicidad comercial en estos aciagos tiempos. Los chicos que comen Donuts se saludan con los codos y un hombre le hace la cobra a otro para evitar recibir un abrazo después de haber cerrado un trato comercial en Milanuncios. El grupo de comunicación audiovisual Mediaset nos recuerda que no debemos salir de casa ni reunirnos con otras personas. ¿Qué gana Tele 5 con este “consejo”? Nada, más que apoyar al Estado en su campaña de represión de los derechos fundamentales. Uno de los anuncios más repetidos en estos días es el que nos recuerda que pronto se emitirá una nueva serie de ficción llamada The Hot Zone. La serie muestra a una mujer de oficio militar que “salvará el mundo” tras advertir del inminente peligro que supone la expansión descontrolada de un virus letal. ¿Les suena de algo esta “ficción”? Y es que los superiores del ejército no están dando suficiente importancia al descontrolado patógeno que amenaza a la humanidad en su conjunto, esta nueva peste del siglo XXI de la que nos previene la protagonista de la serie. Lo más repugnante de este anuncio es que muestra una imagen de la Estatua de la Libertad de Nueva York con una mascarilla en la cara. ¿La libertad amordazada? La televisión de pago Amazon Prime (de nuevo Amazon) ha estrenado recientemente la segunda entrega de la película Borat. Si la primera parte era una desternillante comedia que rompía con los tópicos contemporáneos de lo políticamente correcto, la segunda entrega es pura y simple propaganda electoral puesta en servicio de Joe Biden, candidato demócrata a la presidencia de los EE.UU. En el tráiler del film se emite una escena en la que Borat, el extravagante periodista kazajo que interpreta Sacha Baron Cohen, ridiculiza a los llamados «negacionistas», es decir, a las personas conscientes que rechazamos las liberticidas medidas que pretenden evitar la propagación del famoso coronavirus.

Pero el canal de televisión por Internet más popular en nuestro país es Netflix. La mayoría de series, documentales y películas que ofrece la plataforma vinculada al magnate financiero George Soros no hacen más que repetir el discurso de la izquierda actual: feminismo, ideología de género, multiculturalismo, migracionismo y homosexualismo. Pero Netflix ha ido más allá de los tópicos habituales al producir la serie Cuties (traducida al castellano como «Guapis»), una ficción que protagonizan niñas preadolescentes, de unos once años de edad, que visten atuendos ajustados y minimalistas, y muestran actitudes descarnadamente sexualizadas. Netflix impulsa la aceptación social de la pederastia, justo unas semanas antes de que Biden ganara las elecciones presidenciales norteamericanas[1]. Esta estrategia responde a lo que se denomina en teoría política «ventana de Overton», o cómo conseguir que una práctica que la sociedad califica de «impensable» y define como «tabú a evitar», se acabe normalizando y aceptando a través de una elaborada estrategia de ingeniería social. ¿Las violaciones de adultos a niños serán una práctica legal en los próximos años, una simple elección sexual más? ¿Seremos vistos como unos carcas retrógrados aquellos que nos atrevemos a condenar la pederastia?

 

 

Los medios de comunicación llevan años haciéndonos creer que las reivindicaciones del pueblo son las de acabar con el intolerable racismo que, supuestamente, practicamos los europeos, “liberarnos del yugo” de las tradiciones espirituales occidentales, optar por la práctica de la homosexualidad, dejar de reproducirnos, imponer el feminismo de Estado y anteponer la seguridad a la libertad, salvo la “libertad” de poder decidir cuál es nuestro género. Al mismo tiempo, esos mismos medios acusan a las personas del pueblo llano y clase trabajadora de ser unos ignorantes anacrónicos que se resisten a aceptar las ideas transformadoras y de progreso que impulsa una oligarquía anónima a través de los mass media que esa misma minoría controla. Ellos tienen la “verdad”, mientras que nosotros somos machistas, homófobos, conspiranoicos y negacionistas; los integrantes de los pueblos occidentales somos tachados de «basura blanca», individuos a eliminar que no hacemos más que poner palos a las ruedas en el proceso de imposición del llamado Nuevo Orden Mundial, una dictadura orwelliana caracterizada por la supresión de la libertad individual, la ausencia de valores éticos basados en la moral natural y la aculturación de las sociedades europeas.

Ha llegado el momento de la Verdad, el de desvelar las oscuras intenciones de la élite antihumanista que controla la información, la publicidad y la industria del entretenimiento. Ha llegado el momento de la transformación personal y de la revolución social, un proceso que debe tener como principios fundamentales la defensa de la libertad, el alejamiento de las ideologías en beneficio de la autoconstrucción personal basada en el saber experiencial, la crianza de los niños y el cultivo de las relaciones personales horizontales basadas en la ayuda mutua y el amor al prójimo. Esta, y no otra, es la auténtica revolución, la revolución de la gente de la calle.

 

Antonio Hidalgo Diego

Amor y Falcata

Cataluña, noviembre de 2020

 

[1] Hay decenas de fotografías y vídeos en los que aparece el político norteamericano Joe Biden sobando en público a mujeres y, sobre todo, niñas. Pueden buscarlas en Internet.




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